Un paseo lúdico por las hemerotecas nos muestra una foto pintoresca que, cinco años atrás, acaparó titulares: Zapatero y Gadafi aparecían ante los medios de comunicación sonrientes, satisfechos y cogidos de la mano. Eran como dos adolescentes que acababan de recibir el flechazo de Cupido y se mostraban ante el mundo incapaces de ocultar las estrellitas en el estómago. Un periódico nacional se atrevió a titular un ladillo con la célebre cantinela de Tip y Coll: “Dame la manita, Pepeluis”. Hay fotos de la feliz pareja conversando dentro de la tienda de campaña (jaima) que Gadafi se hizo montar en los jardines del palacio del El Pardo. El berebere llegó a Madrid con un séquito de trescientas personas, entre las que se contaban sus célebres doscientas vírgenes amazonas, que le servían de protección y escudo personal. De estas, de las doscientas vírgenes, hablaremos otro día.
Bueno pues, como cantaba la Jurado, se les acabó el amor de tanto usarlo, porque Gadafi fue muy desleal con Zapatero y los dos mil millones de dólares que se gastó en España comprando todo tipo de artefactos bélicos, se ha demostrado que sirvieron para machacar un poco más a los libios e incluso, en el colmo de los colmos, para defenderse ahora de los aviones españoles que sobrevuelan Libia. ¿Cabe mayor deslealtad que la de usar contra España las escopetas que le vendió España? Zapatero está muy enfadado y, como la Pantoja al Julián, le ha devuelto las fotos a Gadafi y ha dicho “nunca mais” y “sí a la guerra” de coalición contra el coronel que, pobrecito, siempre había sido un alma cándida, pacifista reconocido y demócrata de convicción, que iba por el mundo repartiendo petrodólares a todas las sonrisas batientes que se encontraba en el camino.
¡Ay, cómo duelen los amores rotos y cómo queman los besos perdidos! En apenas cinco años, de la foto de las Azores hemos pasado a la foto de Paris y estas deslealtades han convertido al pacifista Zapatero, en el más acérrimo partidario de perseguir a Gadafí hasta la mismísima jaima, a la que, por cierto, ya han llegado algunos misiles norteamericanos, sembrando el pánico entre las doscientas amazonas que custodiaban a mister botox. La indignación de nuestro presidente ha sido tan grande que primero envió barcos, aviones y un submarino a la guerra y tres días después, presentó su instancia en el Congreso, solicitando permiso para enviar lo enviado. Fue un día memorable, aunque, -¡qué lástima!- brillaron por su ausencia Pilar Barden y su nene, la Loles León, el comprometido Bosé, Almodóvar, Concha Velasco, Víctor Manuel y la tropa de pacifistas afiliados al club de la ceja. Están tan ocupados…
Zapatero, con su solemnidad habitual y ejerciendo de portavoz de la comunidad internacional, subió a la tribuna para explicar que se trata de “un paso de relevancia histórica para proteger al pueblo libio de la amenaza que representan sus gobernantes…” ¿Para proteger a los libios de la amenaza que representan sus gobernantes? Sí, eso dijo. ¿Y que qué respondió el Congreso? Que lo cuente otro, que a mi me da la risa.
Bueno pues, como cantaba la Jurado, se les acabó el amor de tanto usarlo, porque Gadafi fue muy desleal con Zapatero y los dos mil millones de dólares que se gastó en España comprando todo tipo de artefactos bélicos, se ha demostrado que sirvieron para machacar un poco más a los libios e incluso, en el colmo de los colmos, para defenderse ahora de los aviones españoles que sobrevuelan Libia. ¿Cabe mayor deslealtad que la de usar contra España las escopetas que le vendió España? Zapatero está muy enfadado y, como la Pantoja al Julián, le ha devuelto las fotos a Gadafi y ha dicho “nunca mais” y “sí a la guerra” de coalición contra el coronel que, pobrecito, siempre había sido un alma cándida, pacifista reconocido y demócrata de convicción, que iba por el mundo repartiendo petrodólares a todas las sonrisas batientes que se encontraba en el camino.
¡Ay, cómo duelen los amores rotos y cómo queman los besos perdidos! En apenas cinco años, de la foto de las Azores hemos pasado a la foto de Paris y estas deslealtades han convertido al pacifista Zapatero, en el más acérrimo partidario de perseguir a Gadafí hasta la mismísima jaima, a la que, por cierto, ya han llegado algunos misiles norteamericanos, sembrando el pánico entre las doscientas amazonas que custodiaban a mister botox. La indignación de nuestro presidente ha sido tan grande que primero envió barcos, aviones y un submarino a la guerra y tres días después, presentó su instancia en el Congreso, solicitando permiso para enviar lo enviado. Fue un día memorable, aunque, -¡qué lástima!- brillaron por su ausencia Pilar Barden y su nene, la Loles León, el comprometido Bosé, Almodóvar, Concha Velasco, Víctor Manuel y la tropa de pacifistas afiliados al club de la ceja. Están tan ocupados…
Zapatero, con su solemnidad habitual y ejerciendo de portavoz de la comunidad internacional, subió a la tribuna para explicar que se trata de “un paso de relevancia histórica para proteger al pueblo libio de la amenaza que representan sus gobernantes…” ¿Para proteger a los libios de la amenaza que representan sus gobernantes? Sí, eso dijo. ¿Y que qué respondió el Congreso? Que lo cuente otro, que a mi me da la risa.
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