Los más listos del colegio socialista, Rubalcaba, Maritere, Blanco, Pajin, Cerolo… se pusieron de acuerdo para tejerle a Trinidad Jiménez un jerséis y decidieron que la Comunidad de Madrid era un buen lugar para apartarla de la carrera de sucesión que se avecina. Le presentaron el caramelo a Zapatero y éste, como suele, se lo metió en la boca sin mirarlo y sin retirar el papel que lo envolvía. ¿Qué ha pasado? Ha pasado lo que viene pasando con esa tropa de destornillados, que una vez más, pese a creerse los listillos del patio, si ellos dicen nones, siempre salen pares. Ya no aciertan ni dentro del PSOE y aunque pidieron socorro a Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, al que colaron apresuradamente en La Noria para que hiciera el ganso piropeando a doña Trinidad, salió, como era absolutamente previsible, lo contrario de lo que ellos querían.
Hace tres meses un socialista extremeño, bien situado y bien informado, me daba por segura la victoria de Trinidad sobre el desconocido Tomás. Le respondí que después de la apuesta de Zapatero, ganaría incluso un cigüeño antes que su favorita, porque era previsible que las bases socialistas le pasaran factura al gran patoso de la política nacional. Así ha sucedido. A Zapatero le abandonó el desodorante hace mucho y es un pecio a la deriva que puede partir el casco del buque mejor pertrechado. Aunque los listillos del PSOE lo sigan, como los ratones al flautista de Hamelín, el final de ese despropósito, de ese petardo con efecto retardado que quedó sin explosionar el 11-M, será pasar a los anales de la política española por su torpeza, por su inconsistencia, por su mesianismo y por su memez. Sobre todo por su memez.
Los listos del PSOE no lo son tanto y cuando pierdan la aureola del cargo les crecerán los orejones de burricegatos que el sillón oculta. Lo tenían muy fácil, pero son tan desparramadamente estúpidos que ni siquiera calibraron el rechazo que producen, incluso dentro del propio PSOE. Si Zapatero quería ayudar a Trinidad Jiménez debería haber apoyado públicamente a Tomás Gómez. Si esa tropa de zopencas y zopencos se hubiera posicionado contra la ministra, el gran derrotado hoy sería el ex alcalde de Parla, al que las bases han elegido pese a que ha ido de pelota, manso y besucón durante todo el rato. ¡Dios nos libre de los arrodillados políticos! Para enfrentarse a Esperanza Aguirre, evidentemente tenía un plus la señorita Trini, pero se estrelló desde el momento que aceptó el padrinazgo de Zapatero.
Lo curioso es que los socialistas siguen intentando vendernos el valor político de Zapatero, cuando en verdad en verdad os digo que esa ha sido la única razón para que pierda su candidata, pese a ser mejor apuesta, ser más conocida y tener mayor tirón electoral. ¿Lo que ha ocurrido no hace reflexionar a los candidatos socialistas? El mejor escenario de Rajoy es que Zapatero sea el candidato y lo mejor que le podía ocurrir a José Antonio Monago es que Zapatero venga a Extremadura para ayudar a Fernández Vara. ¡Qué dilema, don Guillermo!
Hace tres meses un socialista extremeño, bien situado y bien informado, me daba por segura la victoria de Trinidad sobre el desconocido Tomás. Le respondí que después de la apuesta de Zapatero, ganaría incluso un cigüeño antes que su favorita, porque era previsible que las bases socialistas le pasaran factura al gran patoso de la política nacional. Así ha sucedido. A Zapatero le abandonó el desodorante hace mucho y es un pecio a la deriva que puede partir el casco del buque mejor pertrechado. Aunque los listillos del PSOE lo sigan, como los ratones al flautista de Hamelín, el final de ese despropósito, de ese petardo con efecto retardado que quedó sin explosionar el 11-M, será pasar a los anales de la política española por su torpeza, por su inconsistencia, por su mesianismo y por su memez. Sobre todo por su memez.
Los listos del PSOE no lo son tanto y cuando pierdan la aureola del cargo les crecerán los orejones de burricegatos que el sillón oculta. Lo tenían muy fácil, pero son tan desparramadamente estúpidos que ni siquiera calibraron el rechazo que producen, incluso dentro del propio PSOE. Si Zapatero quería ayudar a Trinidad Jiménez debería haber apoyado públicamente a Tomás Gómez. Si esa tropa de zopencas y zopencos se hubiera posicionado contra la ministra, el gran derrotado hoy sería el ex alcalde de Parla, al que las bases han elegido pese a que ha ido de pelota, manso y besucón durante todo el rato. ¡Dios nos libre de los arrodillados políticos! Para enfrentarse a Esperanza Aguirre, evidentemente tenía un plus la señorita Trini, pero se estrelló desde el momento que aceptó el padrinazgo de Zapatero.
Lo curioso es que los socialistas siguen intentando vendernos el valor político de Zapatero, cuando en verdad en verdad os digo que esa ha sido la única razón para que pierda su candidata, pese a ser mejor apuesta, ser más conocida y tener mayor tirón electoral. ¿Lo que ha ocurrido no hace reflexionar a los candidatos socialistas? El mejor escenario de Rajoy es que Zapatero sea el candidato y lo mejor que le podía ocurrir a José Antonio Monago es que Zapatero venga a Extremadura para ayudar a Fernández Vara. ¡Qué dilema, don Guillermo!
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