Cuando el desconocido Robert Zimmerman compuso a los 21 años su emblemático “Blowin´in the wind”, todavía no había llegado al gran público como Bob Dylan, pero la canción era toda una tarjeta de presentación del que llegaría a ser uno de los mejores poetas musicales de todos los tiempos. Las interrogantes que Dylan va planteando a lo largo de la canción tienen una salida única: “la respuesta está en el viento, la respuesta está en el viento”. “¿Cuántas caminos debe un hombre recorrer antes de que lo llamen hombre? ¿Cuántas veces debe una paloma blanca navegar antes de que pueda dormir en la arena? ¿Cuántas veces la bala del cañón debe volar antes de caer para siempre? La respuesta está en el viento”.
Pueden parecer simplezas, pero lo lamentable es que cuarenta y seis años después casi todas las preguntas siguen colgadas de un viento que no acaba de soltar respuesta alguna. Dylan conectó con sus simplezas porque supo poner letra y música a las interrogantes que todos nos hacíamos sin saberlo. No hemos avanzado, seguimos sin entendernos y la solidaridad es una palabreja a la que estamos dejando vacía y sin otro contenido que la retórica, el oportunismo y la apariencia. Seguimos alambrando la tierra que Victor Jara quería desalambrar y cada día importa menos el que cae al otro lado de la valla que nos separa del vecino, porque inquieta muy poco lo que sucede fuera de la frontera de nuestro ombligo. Ni el frío, ni el calor, ni el hambre, ni la sed ajena nos conmueven porque hemos asumido que la vida es una oportunidad individual y sólo prestamos atención a la manada porque nos protege
Friedrich Nietzche decía que “el hombre, en su orgullo, creó a dios a su imagen y semejanza” Y lo seguimos haciendo, seguimos confundiendo el río con sus orillas y casi no distinguimos al hombre de la bestia que nos ocupa y nos amamanta. Es de necios pensar que no hay que achicar la opulencia de las minorías para achicar también la miseria de las mayorías, que lo que nos sobra también nos pertenece y que podemos dirigir el mundo con la batuta de nuestra estupidez. Mal camino llevamos porque ¿cuánto tiempo más podrá soportar el desheredado nuestra displicencia y encogimiento de hombros? Esto no puede eternizarse y en algún momento alguien se encargará de ponernos el contador a cero. Por las buenas o por las malas.
Las metáforas bíblicas nos recuerdan que ya hubo necesidad de un diluvio y que la confusión se dio cita en Babel. Hoy toda la tierra es una Babelia espectral en la que no se entienden ni los de la misma mesa. El ruido no nos deja oír al ruido, canta Leonard Cohen, y estamos tocando techo, pero nos estamos quedando sin suelo. Y Dylan sigue preguntando: “¿Cuántos años debe alguna gente vivir antes de que se les permita ser libres?, ¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza y fingir simplemente que no ve? Yo no creo que la respuesta esté en el viento.
Pueden parecer simplezas, pero lo lamentable es que cuarenta y seis años después casi todas las preguntas siguen colgadas de un viento que no acaba de soltar respuesta alguna. Dylan conectó con sus simplezas porque supo poner letra y música a las interrogantes que todos nos hacíamos sin saberlo. No hemos avanzado, seguimos sin entendernos y la solidaridad es una palabreja a la que estamos dejando vacía y sin otro contenido que la retórica, el oportunismo y la apariencia. Seguimos alambrando la tierra que Victor Jara quería desalambrar y cada día importa menos el que cae al otro lado de la valla que nos separa del vecino, porque inquieta muy poco lo que sucede fuera de la frontera de nuestro ombligo. Ni el frío, ni el calor, ni el hambre, ni la sed ajena nos conmueven porque hemos asumido que la vida es una oportunidad individual y sólo prestamos atención a la manada porque nos protege
Friedrich Nietzche decía que “el hombre, en su orgullo, creó a dios a su imagen y semejanza” Y lo seguimos haciendo, seguimos confundiendo el río con sus orillas y casi no distinguimos al hombre de la bestia que nos ocupa y nos amamanta. Es de necios pensar que no hay que achicar la opulencia de las minorías para achicar también la miseria de las mayorías, que lo que nos sobra también nos pertenece y que podemos dirigir el mundo con la batuta de nuestra estupidez. Mal camino llevamos porque ¿cuánto tiempo más podrá soportar el desheredado nuestra displicencia y encogimiento de hombros? Esto no puede eternizarse y en algún momento alguien se encargará de ponernos el contador a cero. Por las buenas o por las malas.
Las metáforas bíblicas nos recuerdan que ya hubo necesidad de un diluvio y que la confusión se dio cita en Babel. Hoy toda la tierra es una Babelia espectral en la que no se entienden ni los de la misma mesa. El ruido no nos deja oír al ruido, canta Leonard Cohen, y estamos tocando techo, pero nos estamos quedando sin suelo. Y Dylan sigue preguntando: “¿Cuántos años debe alguna gente vivir antes de que se les permita ser libres?, ¿Cuántas veces puede un hombre volver la cabeza y fingir simplemente que no ve? Yo no creo que la respuesta esté en el viento.
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