Un mercado como el chino, con 1.500 millones de consumidores, es lo suficientemente fuerte y tentador como para aparcar las reservas hacia los regímenes totalitarios, en los que los derechos humanos son una entelequia y la democracia una palabreja sin contenido. Durante los últimos cinco años, en esa China olímpica de sonrisa abierta y acogedora, de luces y colores, han ejecutado una media de 20 personas diarias, alcanzando la cifra aproximada de 7.500 ejecuciones anuales. No hay datos oficiales porque el Gobierno chino se niega a airear sus miserias, pero no han dejado de reconocer que ha existido un mercado de órganos humanos procedentes de los ejecutados y parece que, a veces, se han priorizado las ejecuciones en función de «demandas específicas», que según dicen ya han erradicado. Eso sí, para mitigar el efecto negativo que para su imagen olímpica tiene la venta de órganos de ejecuciones, aclaran que todas las «donaciones» fueron previamente autorizadas por los donantes. ¿Ja, ja y ja!
¿No tienen nada que decir los 205 países que compiten en estas Olimpiadas? Compiten todos con una pinza en la nariz, silbando y mirando para otra parte. ¿Poderoso caballero es don dinero! ¿Debemos creer que miles de sentenciados, poco antes de su ejecución, quisieron reconciliarse con la Humanidad, donando sus órganos para salvar vidas y enriqueciendo de paso a sus verdugos? ¿Si eso es así, los ejecutados eran unos angelitos de alas blancas, túnicas azules y coronitas celestiales! En el Hospital Central de Tianjin, aseguraban disponer de un banco de órganos «amplio y de garantías», pero recomendando paciencia porque muchos donantes «aun no habían determinado su disposición definitiva». Si no estuviera escribiendo sobre algo tan repugnante y terrorífico, hasta podía caer en la tentación del chiste negro, porque esto supera la visión catastrofista de Aldous Huxley en su idea de 'Un mundo feliz'.
La Sociedad Británica de Trasplantes, ha denunciado La práctica, poniendo en cuestión los trasplantes de hígado efectuados a ciudadanos occidentales. De momento, resulta poco tranquilizador que las ejecuciones hayan cambiado el expeditivo procedimiento del tiro en la nuca por algo menos lesivo, como es la «infección letal», que puede inutilizar el aprovechamiento de órganos. Según Amnistía Internacional, la mayoría de los procesos judiciales que concluyen en penas capitales, están plagados de irregularidades, pero eso no anima a las apelaciones, porque, además de costosísimas, suele ocurrir que antes de que se llegue a la nueva vista del caso, el preso ya ha hecho «donación expresa de sus órganos». Ustedes ya me entienden. Ahora, con motivo de las Olimpiadas y en un afán evidente de limpiar su imagen y no animar las protestas de las organizaciones humanitarias, el Gobierno chino ha aplazado todas las ejecuciones, pero eso sólo servirá para que su número aumente cuando se apague la antorcha olímpica. ¿Tendrán que hacer horas extras! Es para salir corriendo, pero ¿quién se atreve a correr de un mercado de 1.500 millones de consumidores? A la vista está, nadie.
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