Creo que al presidente de la Junta, Guillermo Fernández Vara, debemos darle tiempo y carrete para que vaya tomando medida de lo que él quiere y de lo que de él se espera. Ahora todos los vientos soplan sus velas, porque ha recibido un respaldo mayoritario, porque parece distinto, porque no le salen sapos por la boca, porque no va de listo ni de gracioso, porque se espera que sepa hacerse con el timón y porque inspira cierta simpatía, ya que se sabe que la herencia recibida no permite dispendios ni cruceros de placer. Pese a la coral polifónica, encargada de aupar a lo divino cualquier estornudo, Extremadura ocupa los últimos puestos en casi todos los índices de progreso y bienestar. Mayor tasa de paro, mayor pobreza, menor RPC, menor PIB… Complicada tarea la suya porque, además, él no puede comenzar cortando amarras ya que está tutelado y supervisado, desde dentro y desde fuera, por un partido que, de momento, sigue en las mismas manos y controla hasta el más leve de los suspiros. Está en cuarentena y es de desear que los de dentro acierten a darle el mismo margen que los de fuera. Está por ver.
¿Borrón y cuenta nueva? Es evidente que Fernández Vara no puede hacerlo, pero creo que merece un voto de confianza, además del que le han dado las urnas, y que los que hemos sostenido una visión crítica, y en ocasiones poco afortunada, la depongamos en un largo trecho para que pueda encontrar su sitio. Después de 25 años de ocupación, gritos y peleas, no podemos negar un aliento a lo que llega, porque puede saltar la sorpresa. Recordemos que Adolfo Suárez llegó a la presidencia del Gobierno desde la Secretaría General del Movimiento y que aunque en un principio se le negó el pan y la sal, concluyó por rendirlos a todos con la contundente elocuencia de sus hechos. Fernández Vara no tiene que hacer ninguna transición de la dictadura a la democracia, sin ruptura, pero sí tiene que poner en hora todos los relojes, aflojar muchas cuerdas, levantar muchas botas y mirar con realismo la situación de Extremadura. Sin ruptura. La tarea parece complicada, pero no se me antoja imposible en alguien que ha demostrado tenacidad y ambición, sin perder las formas.
De entrada el nuevo gobierno apuesta por la renovación generalizada, aunque una consejería, la de Educación, quede con la misma titular y otros tres consejeros pasen a departamentos distintos. Ocho caras nuevas, entre las que está Juan María Vázquez, municipalista, político de muchas escamas, pero no exento de cierta moderación y eficacia. Como en el caso del presidente, necesitarán tiempo de anclaje porque en el último tramo la Junta era como un colosal desierto, en el que no se atisbaba oasis por parte alguna.
O sea un tiempo nuevo que se abre y que puede traer aires distintos, porque nadie sigue permanentemente la estela de nadie y al final cada cual deja sobre el papel su propia huella. Fernández Vara concluirá por ser y por comportarse como Fernández Vara, aunque esto a más de uno le pellizque el estómago. De entrada y hasta ver los pasos que da él y su gobierno, lo mejor es pensar que todo va a ir mejor, que esto puede cambiar y que Extremadura se encauza por una nueva senda hacia el desarrollo y el entendimiento. Si, como ha dicho, el presidente va a serlo de todos, es de suponer que el gobierno también, con lo que después de 25 años seremos muchos los extremeños que, por fin, tendremos presidente y gobierno. Una buena noticia.
¿Borrón y cuenta nueva? Es evidente que Fernández Vara no puede hacerlo, pero creo que merece un voto de confianza, además del que le han dado las urnas, y que los que hemos sostenido una visión crítica, y en ocasiones poco afortunada, la depongamos en un largo trecho para que pueda encontrar su sitio. Después de 25 años de ocupación, gritos y peleas, no podemos negar un aliento a lo que llega, porque puede saltar la sorpresa. Recordemos que Adolfo Suárez llegó a la presidencia del Gobierno desde la Secretaría General del Movimiento y que aunque en un principio se le negó el pan y la sal, concluyó por rendirlos a todos con la contundente elocuencia de sus hechos. Fernández Vara no tiene que hacer ninguna transición de la dictadura a la democracia, sin ruptura, pero sí tiene que poner en hora todos los relojes, aflojar muchas cuerdas, levantar muchas botas y mirar con realismo la situación de Extremadura. Sin ruptura. La tarea parece complicada, pero no se me antoja imposible en alguien que ha demostrado tenacidad y ambición, sin perder las formas.
De entrada el nuevo gobierno apuesta por la renovación generalizada, aunque una consejería, la de Educación, quede con la misma titular y otros tres consejeros pasen a departamentos distintos. Ocho caras nuevas, entre las que está Juan María Vázquez, municipalista, político de muchas escamas, pero no exento de cierta moderación y eficacia. Como en el caso del presidente, necesitarán tiempo de anclaje porque en el último tramo la Junta era como un colosal desierto, en el que no se atisbaba oasis por parte alguna.
O sea un tiempo nuevo que se abre y que puede traer aires distintos, porque nadie sigue permanentemente la estela de nadie y al final cada cual deja sobre el papel su propia huella. Fernández Vara concluirá por ser y por comportarse como Fernández Vara, aunque esto a más de uno le pellizque el estómago. De entrada y hasta ver los pasos que da él y su gobierno, lo mejor es pensar que todo va a ir mejor, que esto puede cambiar y que Extremadura se encauza por una nueva senda hacia el desarrollo y el entendimiento. Si, como ha dicho, el presidente va a serlo de todos, es de suponer que el gobierno también, con lo que después de 25 años seremos muchos los extremeños que, por fin, tendremos presidente y gobierno. Una buena noticia.
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