En Extremadura funciona muy bien la política del esparadrapo, es decir la tirita que algunos se ponen en la boca para que no puedan entrar moscas. Manuel Pacheco, en un poema que me dedicó, cantaba:
En boquita cerrada no entran moscas,
pero tampoco salen palabras.
Aunque en la boca te entren moscas,
¡nunca tengas la boca cerrada!
pero tampoco salen palabras.
Aunque en la boca te entren moscas,
¡nunca tengas la boca cerrada!
Pero Manuel Pacheco, ya se sabe, era un pobre poeta, un iluso que creía en el compromiso, en la razón y en la palabra. Un ingenuo al fin, porque no conocía la doblez de muchos que van por la vida de consejeros áulicos e independientes, pero que a la primera ocasión se ponen en la cola de los que “ni quitan ni ponen rey, pero ayudan a su señor”. A su señor Ibarra, se entiende. Ibarra tiene licencia para la admonición urbis et orbis e incluso se permite caponear a los medios de comunicación escritos, HOY y EXTREMADURA, acusándolos de intereses especulativos inmobiliarios. ¿Alguna muestra, alguna prueba, algo para ratificar su aserto? Nada, palabras, palabras y palabras. Nada, salvo el silencio de HOY, que aguantó el bofetón con los ojos cerrados y, supongo, apretados los dientes, porque si algo nos consta es que en HOY no hay interés especulativo alguno. HOY no parpadeó, no salió en defensa ni de su propia dignidad y, para no irritar a Ibarra, se puso una tirita en la boca, que no deja de ser un recurso de sumisión y hasta de pleitesía. Eso sí, si después, desde las filas del Partido Popular se pone en cuestión la decencia política del todopoderoso amigo de Rafael Vera, entonces van a por su yugular y se sitúan en el centro del equilibrio universal, con una editorial en la que se usa y se abusa de la supuesta inconsistencia de la denuncia. Pero no se hace al paso, se hace con sitio en plaza, con redoble de tambor, con cohetería y ruido, para que el que manda, que parece que no es el lector, sepa que allí tiene su casa, sus amigos y su filial.
Los hay, qué graciosos, qué listos, que siguen con el salpicón de poner velas al que está en el poder, porque allí hay teta donde mamar. Los hay que vienen con una revolución en la barriga para después, pasados los días de desperezo, cantar loas vergonzosas al que está arriba, a Ibarra y sus beneficiados... Pero Ibarra es una mala siesta a punto de concluir, un inútil que no ha sabido aprovechar las “vacas gordas” de los últimos veintitrés años y ni el guiño cómplice del esparadrapo, doblegará la evidencia de haber sido la peor plaga que ha sufrido Extremadura.
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