La calma del encinar
TAMPOCO
LO VERÁN
Tomás Martín Tamayo
tomasmartintamayo@gmail.com
Parece que hay ganas
de superar esta situación, pero no veo mucha prevención sobre las consecuencias
que, inevitablemente, llegarán. Si el “antes” fue de cachondeo y el “durante”
de perplejidad, el “después” va a ser dramático porque, en unos meses, nuestra
economía habrá tocado fondo y el desempleo
alcanzará cotas desconocidas. Nos sorprenderá, tampoco lo verán.
¿Pondremos cara de sorpresa cuando se materialice la
desunión de la Unión Europea, con los ricos del norte y los pobres del sur? Sí.
¿Seguirán luciéndose cuando los nacionalistas y separatistas, vascos y
catalanes, se crezcan y aprovechen la debilidad para subir su precio, como las
mascarillas? También. ¿Algo sobre la avalancha de in migrantes que, infectados
o huyendo de la infección, llegarán antes del otoño? Nada.
A Urkullu y a Quim
Torra no les gustó la presencia del Ejército en sus comunidades y,
despectivamente, la catalogaron como “prescindible”. El primero dejó que el
Ejército se empleara a fondo, sin
inmiscuirse en sus labores, pero señalando lugares. Vamos, lo de siempre,
porque son expertos en fijar objetivos y ponerse de perfil. En el PNV saben
recoger las nueces que otros, sea ETA o el Covid-19, ponen a su alcance. Pero
nos cogerán desprevenidos, porque aquí siguen en la publicidad, ahora
visual, y a paso militar. ¿No tienen el
Ejército, Policía Nacional, la Guardia Civil directores generales,
subsecretarios, ministros…? ¿Ahora toca enseñar generales? Toca.
El otro, Torra, permanece instalado en el odio
a España y como le sobra el dinero, cuando los soldados llegaban para
desinfectar se lo encontraban hecho, porque la Generalitat había contratado a
empresas privadas. ¿No pueden atender a los enfermos y desprecian un hospital
montado por la Guardia Civil? “El Ejército español también lo paga Cataluña”,
dice el memo esclarecido. ¡Pues claro que lo paga Cataluña! Y Ceuta, Campillo
de Llerena, Vocento y mi vecino. El Ejército español lo pagamos todos los
españoles, como la Sanidad y la Educación. Y lo peor es que también pagamos las
embajadas catalanas, los CDR cargados de euros y odio, el asfalto que levantan
los cafres y hasta los viajes multitudinarios a Waterloo, para postrarse ante
un huido de la Justicia española. Un napoleoncito de juguete al que también le
pagamos para que nos ofenda.
No sé si nuestra
clase política sabrá aprovechar la situación, pero lo que viene la va a poner a
prueba. En 1977 la algarabía política estaba en todos los desayunos y las
descalificaciones quedaban en pañales a las de hoy, pero supieron ver el
peligro y acordaron un alto en el camino.
¿Eran, como se dice, otra clase de políticos? Claro, no es lo mismo Adolfo
Suárez que Pedro Sánchez y Abril
Martorell que Pablo Iglesias, el problema es más de personas que de actitudes y
capacidades. El órdago es el convocante, reo de sus propias mentiras porque,
mintiendo siempre y a todos, ha engañado a su partido e incluso a su propio
electorado. ¿Cómo se le encarga un traje a semejante sastre?
A esa negociación yo
llevaría mi propia agua, iría con botiquín de antídotos varios, médico,
salida de urgencia garantizada y doble chaleco antibalas. Y en la puerta, claro, el coche en marcha.
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