Si algún día hacen balance del año que acabamos de dejar, en la Casa Real tendrán que reconocer que las críticas, las manifestaciones y la quema de fotos del Rey les ha servido de mucho, porque, a raíz de todo aquello, se pusieron las pilas, colgaron los esquís y se calzaron zapatos de calle, echaron siete llaves al armero y se bajaron del yate para estrechar manos, asistir a funerales, visitar Ceuta y Melilla y tomar las uvas con las tropas del exterior. Es fácil deducir que hubo una reunión familiar donde todos se pusieron tareas porque en los dos últimos meses han procurado bajarse del guindo monárquico y todos, los Reyes, el Príncipe, su esposa y las infantas se han entregado a la tarea de normalizar una imagen que tenían gastada de tanto mal usarla. Están visitando comunidades, asistiendo a actos, inaugurando cosas e incluso el mismo Rey, tan ducho en escurrir el bulto, se apuntó un tanto popular al mandar callar al bocazas de Hugo Chávez.
¿Estaba toda esta actividad programada en la agenda de la Casa Real antes de las protestas? Llevaban años sesteando, sin pisar tierra y comportándose como ricos nuevos, ajenos al populacho y de pronto vemos a las infantas camino de su trabajo o llevando al colegio a sus hijos; el Príncipe no pasa un día sin currárselo y el Rey ha aparcado sus eternas vacaciones y se ha puesto un uniforme militar que debían guardar entre naftalinas y en lo más profundo del fondo de armario. Casi todas las cadenas de televisión han precipitado reportajes laudatorios de la monarquía, con recordatorios puntuales sobre el 23-F y no han faltado entrevistas a lumbreras y en hora punta, para que esparzan las bondades de la monarquía en general y del Rey en particular. Los monárquicos de ocasión, tipo Luis del Olmo, han tenido más galas que Miguelito Bosé y en el Gobierno del republicano Zapatero deben haberse quedado sin incienso de tanto esparcirlo en cada acontecimiento. ¿Y los plumillas cortesanos, los tertulianos e intelectuales de la farándula y al servicio de sus propios bolsillos? ¡Pero si parecían todos de la Familia!
Se han puesto las pilas de tal forma que incluso circulan por la red comparativas entre lo que cuesta la Monarquía y lo que costaría la República, destacando el ahorro que nos supone la Monarquía y el dispendio de una República en la que hay que gastar ingentes cantidades en las elecciones, como si no supiéramos que la democracia es muy cara y que eso de elegir cada cuatro años es un pellizco para el bolsillo colectivo. O sea, que con Franco nos ahorrábamos mucho dinero en elecciones y que los cubanos aciertan con Castro…
Pero no me quejo y esta nueva situación me parece acertada. Yo tengo pocas veleidades monárquicas, pero más que del sistema, de lo que me he quejado siempre es del absentismo laboral, porque es exigible que cada albañil se ponga su mono y se suba a su andamio. Y es mejor no adentrarse en otras profundidades sobre el ahorro, porque, aunque sea caro, a unos cuantos nos gusta elegir cada cuatro años. Aunque tengamos que pagar, mordernos las uñas y arrepentirnos después. Esa manía tan costosa, por si alguno lo ha olvidado, se llama democracia.
¿Estaba toda esta actividad programada en la agenda de la Casa Real antes de las protestas? Llevaban años sesteando, sin pisar tierra y comportándose como ricos nuevos, ajenos al populacho y de pronto vemos a las infantas camino de su trabajo o llevando al colegio a sus hijos; el Príncipe no pasa un día sin currárselo y el Rey ha aparcado sus eternas vacaciones y se ha puesto un uniforme militar que debían guardar entre naftalinas y en lo más profundo del fondo de armario. Casi todas las cadenas de televisión han precipitado reportajes laudatorios de la monarquía, con recordatorios puntuales sobre el 23-F y no han faltado entrevistas a lumbreras y en hora punta, para que esparzan las bondades de la monarquía en general y del Rey en particular. Los monárquicos de ocasión, tipo Luis del Olmo, han tenido más galas que Miguelito Bosé y en el Gobierno del republicano Zapatero deben haberse quedado sin incienso de tanto esparcirlo en cada acontecimiento. ¿Y los plumillas cortesanos, los tertulianos e intelectuales de la farándula y al servicio de sus propios bolsillos? ¡Pero si parecían todos de la Familia!
Se han puesto las pilas de tal forma que incluso circulan por la red comparativas entre lo que cuesta la Monarquía y lo que costaría la República, destacando el ahorro que nos supone la Monarquía y el dispendio de una República en la que hay que gastar ingentes cantidades en las elecciones, como si no supiéramos que la democracia es muy cara y que eso de elegir cada cuatro años es un pellizco para el bolsillo colectivo. O sea, que con Franco nos ahorrábamos mucho dinero en elecciones y que los cubanos aciertan con Castro…
Pero no me quejo y esta nueva situación me parece acertada. Yo tengo pocas veleidades monárquicas, pero más que del sistema, de lo que me he quejado siempre es del absentismo laboral, porque es exigible que cada albañil se ponga su mono y se suba a su andamio. Y es mejor no adentrarse en otras profundidades sobre el ahorro, porque, aunque sea caro, a unos cuantos nos gusta elegir cada cuatro años. Aunque tengamos que pagar, mordernos las uñas y arrepentirnos después. Esa manía tan costosa, por si alguno lo ha olvidado, se llama democracia.
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