La calma del encinar
LA CLOACA DEL IMPERIO ( y 2)
Tomás Martín Tamayo
El Imperio
romano, cansado del conflicto permanente en la pequeña provincia de Judea, “la
cloaca del imperio” por su dificultad, expulsó a los judíos y cambió el nombre
de Judea por Palestina, en un intento inútil de borrar la memoria judía de la
región. En aquella lucha del todo contra la nada, fracasaron y “como la gota de
agua que hiere la piedra, el todo se fue y la nada quedó (Theodor Herzl)”.
Hitler también fracasó y “de los seis millones de judíos asesinados, crecieron
seis millones de árboles”.
Durante una tertulia radiofónica, una ex consejera de la Junta de
Extremadura, bien pertrechada de ignorancia, afirmaba que “Israel debería ceder
la mitad de tu territorio a Palestina, para pacificar la zona”. Quedó muy
sorprendida cuando le dije que la extensión de Israel es prácticamente la misma
que la provincia de Badajoz. Después, fuera de los micrófonos, reconoció su
error porque “creía que Israel era mucho más grande que España”. Es un error
muy genérico porque no se entiende que un país tan pequeño tenga tanta pujanza
internacional, genere tantas noticias, cuente con un arsenal bélico de última
tecnología y sea capaz de enfrentarse a una coalición de países que multiplican
por cien su territorio. Creo que hay mucha desinformación sobre lo que ocurre
en esa zona en permanente ebullición y el despiste de la ex consejera es muy
compartido. Aún a riesgo de que se me alinee, voy a ofrecer algunos datos que
dejan muy claro el objetivo que persigue Israel en este conflicto: Defenderse.
De los 260 terroristas de Hamás que entraron en Israel, hay constancia de
que 228 han sido aniquilados y la semana pasada cayó también Yahia Sinwar, el
ideólogo de la operación. Antes, habían “neutralizado” a otros seis líderes
políticos/religiosos, a sus sucesores y a los sucesores de sus sucesores. Destruidos
ciento cincuenta túneles y más de cien arsenales camuflados en centros
deportivos, hospitales y escuelas, lo que evidencia que los objetivos de Israel
son muy selectivos, aunque, para llegar a ellos, hayan tenido que causar muchas
víctimas civiles, que les servían de escudo. Me duelen y no lo justifico, pero las
víctimas civiles se evitan evitando las guerras, aunque ese dilema moral lo
dejo para que lo resuelvan los de las soflamas y panderetas antisemitas que
identifican víctimas con banderas.
Esta guerra, que iniciaron los terroristas de Hamás hace un año, estaba
perfectamente planificada para buscar la respuesta que Israel ha dado, porque
sabían que era la única que podía dar. En la mañana del 7 de octubre de 2023, varios grupos armados
de la Franja de Gaza, iniciaron un ataque sorpresa contra Israel. Lanzaron misiles
y cruzaron la frontera, atacando varias localidades, en las que llevaron a cabo
ejecuciones sumarias y secuestraron más de 200 civiles. 1.358 personas
perdieron la vida, 3.500 resultaron heridas… ¿Alguien pensó que esa acción iba a resultar gratis
para los terroristas? Todos sabían lo que después ha llegado.
Aunque duelan las cincuenta mil víctimas de una guerra perfectamente
planificada por Hamás, Hezbolá y cómplices necesarios de la zona, los muertos
no tienen solución y los esfuerzos de la “comunidad internacional” deberían
proyectarse sobre la resolución de un conflicto en el que las víctimas crecen
exponencialmente. Entresacándolo de las noticias, desde el pasado sábado se han
incrementado en 375, solo en cinco días. ¿Por qué no se evitan las víctimas de
la próxima semana?
Parece que alguien tiene en su cuaderno anotado el cómo y el cuándo.
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