La calma del encinar
ZOPENCOS
Y PETARDOS
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Un zopenco y sus dos
zopenquitos, cargados de petardos como para pelearse con Rambo, se empeñaban
ayer en competir, en una plaza pública, -pongamos que hablo de la del Hermano
Daniel Goyoaga-, para ver quién atronaba más al vecindario y a los pobres
perros, para los que estos días son un calvario. Ante la insistencia del
petardeo una vecina, que tiene a su madre enferma, bajó para pedirles
educadamente que cesaran pero el señor de los truenos y sus alevines se
crecieron con el rotundo argumento de “¡estamos en Navidad!”. Por la tarde el
sitio parecía una competición de “mascletás”, porque los zopencos eran multitud
y el ruido debía oírse en el Ayuntamiento y en la policía, pero a nadie se le
ocurrió acercarse para preguntar quién había declarado la guerra al vecindario.
¿Para qué meterse en líos, con lo fácil que resulta poner la papela de una multa
en el parabrisas del coche?

Están prohibidos los petardos
en Extremadura. ¿Y en Badajoz? Un bando del alcalde dice que sí, qué gracia. En
una céntrica avenida, ayer mismo, los tiraron a los pies de dos municipales
-muy ocupados en sancionar a vehículos estacionados en doble fila-, que se
limitaron a reír la gracia de los petarderos. Lo lamentable es que el ruido
indiscriminado, a cualquier hora y en cualquier lugar, tiene consecuencias
desastrosas para los pobres perros, para los niños, para los ancianos y para
todos, porque la diversión consiste en asustar a los transeúntes con la
detonación. ¡Esa es la gracia! Hace días un perro “labrador”, al que estaban
adiestrando como guía de ciegos, falleció por el estrés que le produjeron los
petardos. Ese perro tenía más alma y conocimiento que todos los petarderos
juntos ¿La solución es irse, alejarse de la ciudad, señor alcalde?

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