sábado, 7 de noviembre de 2020

La calma del encinar

 

 

                             PALO Y CERROJAZO

 

                                                       Tomás Martín Tamayo

 

No creo que oculten lo esencial, pero pienso que en la Junta tienen más datos de los que facilitan y que el tándem Vara/Vergeles hace en cada momento lo que creen menos  perjudicial, aunque tomen decisiones extrañas,  como la de mantener, con este incremento de víctimas mortales, abiertas barras y terrazas en las que se ha demostrado, hasta el hartazgo, que en ellas hay más contagio que mascarillas y distancia de seguridad. Es verdad que va más gente en los aviones y que se juntan más madres/padres en las puertas de los colegios, pero no es lo mismo cerrar colegios que terrazas.

 

Vara y Vergeles, como todos los demás, han decidido seguir a la Covid-19 con una actitud tan conservadora que les impide tantear alguna posibilidad que no sea la de dar respuestas tardías, y no siempre efectivas, a la iniciativa del virus, que es el que marca el paso y pone la música que todos bailan. La semana pasada Extremadura dio la nota, al quedar en el mapa de España, con Galicia, en un color que rompía la uniformidad, pero eso y nada es lo mismo porque si todos se confinan perimetralmente estamos igualmente confinados. Durante el puente la actividad en nuestra comunidad fue de celebración, porque el buen tiempo decidió alinearse con el virus para facilitar su propagación. La respuesta la tendremos en los próximos diez días, con repuntes que, como siempre, nos sorprenderán. El virus siempre nos sorprende, aunque sea predecible y esté más oído que los gorgoritos de Bisbal. ¿También nos está sorprendiendo el incremento de víctimas?

 

Días atrás, el alcalde de Badajoz, uno de los políticos más sensatos de Extremadura, anunciaba el cierre de un local del río… ¿Uno, Fran? ¿Lo habéis elegido al azar? ¡Pero si toda la margen izquierda es un botellón autorizado! Solo se entiende si es un aviso a navegantes, porque si la policía se pone estricta no deja una terraza abierta. ¿Se han molestado en girar visita a las casas de  juegos y apuestas, locales oscuros y cerrados en los que no entra ni el aire de un abanico? ¿Y las “quedadas” en casas de campo y descampados de proximidad? Son una constante, pero si no molestan o, como hay precedentes, no llama a la PM alguna señorona con poderío, mando y capacidad para movilizar de inmediato a un coche patrulla de la policía local…

 

Vamos hacia un segundo confinamiento, inevitable ya que nadie lo quiere parar. El virus no trepa por las paredes ni cae puertas a empujones y solo entra por las que dejamos abiertas. Mirando con un ojo a la economía y con otro a la salud, nos quedaremos ciegos, sin salud, sin economía, con secuelas dolorosísimas y muertes por la inacción de los empecinados en actitudes contemplativas. En  nuestra clase política hay poco espíritu emprendedor y todos están a la espera de no se sabe qué y al “que pase de mi este cáliz”.

 

Y si predecible es el virus, más predecible es la respuesta de cafres y ñúes, empeñados en atravesar un río lleno de cocodrilos, sin importarles que en la travesía queden padres o hijos. El empeño de muchos no es aislar el virus, sino burlar las normas y escapar de las miradas de la Policía o la Guardia Civil. La única solución es “palo y cerrojazo”, pero también llegará tarde. El único que madruga es el virus.

 

 

 

 

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