sábado, 22 de febrero de 2020

AYER ES EL PASADO






            La calma del encinar
            AYER ES EL PASADO
          
           
                                          Tomás Martín Tamayo
                                             Blog Cuentos del Día a Día
                                             tomasmartintamayo@gmail.com


Como al conseguir la acreditación de funcionario público adquirí también la capacidad de comprar a plazos y, con el respaldo de mí nómina, entré en una tienda para ejercer el privilegio de poder endeudarme durante dos años. Compré una máquina de escribir, la Pluma 22, de Olivetti, que era un prodigio. Y ya en trance, una cámara fotográfica, Yashica-Minister D2, y un reloj automático, Ricoh-T18, que llevaba días reclamándome desde el escaparate. El mundo del consumismo me abrió los brazos y  – ¡qué contento!-, con mis tres lujos, me sumergí en el estudio de las instrucciones. Sigo teniendo la máquina de escribir, el reloj y la Yashica, que hoy son piezas de museo, pero que, en su día, me sometieron a serios equilibrios económicos.

¿Cuántos “prodigios” guardamos en el fondo de algún cajón olvidado? Lo que ayer fue sinónimo de modernidad, hoy se alinea con las argollas para atar al burro en algunas fachadas, las cantareras, el café de puchero  o la radio de galena. En apenas 30 años muchos de los actos cotidianos y de primera necesidad estarán, como mis tres adquisiciones, en algún museo etnográfico,  o recogidos en un libro sobre curiosidades del pasado. ¿Recuerdan cuando hacíamos colas, a pleno sol, para poder llamar desde una cabina telefónica? ¿Y  de cuando comprábamos hielo para enfriar el gazpacho? ¿El radio casete?  Más cerca, el fax o los primeros móviles… ¡Esas antiguallas entraban ayer en el mundo de la fantasía! En apenas 30 años veremos caer muchos prodigios de hoy.

 El coche, como medio de  transporte individual,  desaparecerá, y con él los talleres de proximidad, las tiendas de repuesto y casi todos los concesionarios. Dentro de 30 años no podremos ir a una librería, ni a un kiosco para comprar el periódico, ni a renovar el DNI, porque no habrá librerías, ni prensa en papel. La identificación personal la llevaremos en nuestras pupilas, o en el aliento…

Y las clases sociales se reducirán a dos: los que mandan, que serán los mismos, y los que obedecen,  la baja/media, que serán los de siempre.  Adiós también a los buzones postales, a las recetas médicas en papel, a las listas de espera, a las ceremonias religiosas y al chalaneo de las empresas de telefonía, porque las redes serán estatales y su coste irá incluido en otros servicios. Desaparecerán, como los videosclubes.

Dentro de 30 años no podremos ir a una gasolinera para repostar diésel o gasolina. Ni a un estanco a comprar puros para fumarlos en una corrida, de toros, presidida por el rey. No habrá gasolina, ni estancos, ni corridas de toros, ni rey. Pero es posible, no nos aventuremos en exceso, que Extremadura quede como reducto para recrear el pasado y que los que vengan a verlo se lamenten de que el tren los ha dejado, bajo la lluvia, en un descampado.
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