La calma del encinar
AYER ES EL PASADO
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Como al conseguir la
acreditación de funcionario público adquirí también la capacidad de comprar a
plazos y, con el respaldo de mí nómina, entré en una tienda para ejercer el
privilegio de poder endeudarme durante dos años. Compré una máquina de
escribir, la Pluma 22, de Olivetti, que era un prodigio. Y ya en trance, una
cámara fotográfica, Yashica-Minister D2, y un reloj automático, Ricoh-T18, que llevaba
días reclamándome desde el escaparate. El mundo del consumismo me abrió los
brazos y – ¡qué contento!-, con mis tres
lujos, me sumergí en el estudio de las instrucciones. Sigo teniendo la máquina
de escribir, el reloj y la Yashica, que hoy son piezas de museo, pero que, en
su día, me sometieron a serios equilibrios económicos.
¿Cuántos “prodigios”
guardamos en el fondo de algún cajón olvidado? Lo que ayer fue sinónimo de
modernidad, hoy se alinea con las argollas para atar al burro en algunas
fachadas, las cantareras, el café de puchero o la radio de galena. En apenas 30 años muchos
de los actos cotidianos y de primera necesidad estarán, como mis tres
adquisiciones, en algún museo etnográfico, o recogidos en un libro sobre curiosidades del
pasado. ¿Recuerdan cuando hacíamos colas, a pleno sol, para poder llamar desde
una cabina telefónica? ¿Y de cuando
comprábamos hielo para enfriar el gazpacho? ¿El radio casete? Más cerca, el fax o los primeros móviles… ¡Esas
antiguallas entraban ayer en el mundo de la fantasía! En apenas 30 años veremos
caer muchos prodigios de hoy.
El coche, como medio de transporte individual, desaparecerá, y con él los talleres de
proximidad, las tiendas de repuesto y casi todos los concesionarios. Dentro de
30 años no podremos ir a una librería, ni a un kiosco para comprar el
periódico, ni a renovar el DNI, porque no habrá librerías, ni prensa en papel. La
identificación personal la llevaremos en nuestras pupilas, o en el aliento…
Y las clases
sociales se reducirán a dos: los que mandan, que serán los mismos, y los que
obedecen, la baja/media, que serán los
de siempre. Adiós también a los buzones
postales, a las recetas médicas en papel, a las listas de espera, a las ceremonias
religiosas y al chalaneo de las empresas de telefonía, porque las redes serán
estatales y su coste irá incluido en otros servicios. Desaparecerán, como los
videosclubes.
Dentro de 30 años no
podremos ir a una gasolinera para repostar diésel o gasolina. Ni a un estanco a
comprar puros para fumarlos en una corrida, de toros, presidida por el rey. No
habrá gasolina, ni estancos, ni corridas de toros, ni rey. Pero es posible, no
nos aventuremos en exceso, que Extremadura quede como reducto para recrear el
pasado y que los que vengan a verlo se lamenten de que el tren los ha dejado,
bajo la lluvia, en un descampado.
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