sábado, 1 de diciembre de 2018

DESAYUNO GLOBALIZADO



                                  La calma del encinar
                                  DESAYUNO GLOBALIZADO


                                              Tomás Martín Tamayo
                                               Blog Cuentos del Día a Día
                                               tomasmartintamayo@gmail.com

                                                                                                                              
Algunos quieren volver a la cueva y rodearla de aulagas para que nadie se acerque y todos preferimos que las frutas y verduras que comemos se cultiven a la vuelta de la esquina, pero si nos detenemos en el etiquetado es fácil comprobar que la humilde batata que venden en nuestra frutería de barrio, se ha cultivado en Marruecos, asado en Segovia,  tiene un distribuidor central de Barcelona que, desde una filial de Granada, la hacen viajar a Merca Madrid y allí la etiquetan, antes de llegar a Extremadura… ¡Vamos, que la batata tiene más mundo que algunos nacionalistas!

¿Han reparado en el desayuno de hoy? En un acto tan aparentemente sencillo como tomar un café con tostadas, entra de lleno la más esperpéntica globalización comercial, con intervención directa de varios países, continentes, decenas de multinacionales, intermediarios y miles de personas. El café, imprescindible en la mayoría de los desayunos y sobremesas, es una semilla que se cultiva a miles de kilómetros y antes de llegar a nuestra cafetera cruza océanos y continentes, pero cada uno de los componentes que intervienen en el desayuno son verdaderos trotamundos. Si nos metemos en los cornflakes, cereales y demás monsergas, todavía se complica más. Y entrando en la bollería industrial, en una rosquilla pueden estar los cinco continentes. Vayamos por partes.

Mi cafetera, de cápsulas, es italiana, pero fabricada en Austria para una multinacional Canadiense, que distribuye en Europa desde Roma. Eso para empezar y sin haber metido aun la cápsula, que acoge en su interior una mezcla de cafés de Colombia, Brasil, Ecuador y Costa Rica, pero encapsulados en Holanda y distribuidos desde Londres. Imposible averiguar la procedencia del plástico de las cápsulas ni dónde se fabrican. ¿Rechazar los productos de otra comunidad? Es injusto además de inútil, los pueden manufacturar en Dublín y llegarnos desde Suiza con etiquetas de Alicante... Sigamos.

Yo aclaro el café con un poco de leche y la de esta mañana procede de Galicia y se envasa en Valladolid, en una caja de tetrabrik fabricada en Córdoba. ¿De dónde son los árboles para fabricar el cartón y dónde se impermeabilizó? ¿Y la cuna de las vacas gallegas, el pienso, los ordeñadores automáticos, los fármacos, el veterinario…? El azúcar es cubano, pero se envasó en México y se distribuye desde EE.UU mediante su delegación en Lérida para Europa. En España se vende, “envasado para…” con el nombre de una cadena francesa… ¡Toma nacionalismo excluyente! El mundo es un bolindre…

El vaso es hijo de padres desconocidos, comprado en una cadena alemana, pero el plato es portugués, fabricado en Macao. El cuchillo y la cucharilla tampoco tienen pedigrí, con una  pinta de chinos… ¡Vayan sumando kilómetros hasta oler el café! El pan, molletes cortados a la mitad, embolsado como tipo “burger chapatta cristalina”, se hornea en San Cugat del Vallés, pero no se dice nada del trigo ni del origen de su masa madre, aunque la levadura  y la malta son valencianas. ¿Y la sal? ¿Con qué untamos el pan? En mi caso con aceite, variedad arbequina, enriquecido con licopeno y envasado por Vianoleo, en Don Benito… ¡Por fin aparece Extremadura! De la aceituna, y del tomate del que extraen el licopeno, tampoco se sabe nada.

¿Cuántos kilómetros, paisajes y climas ha recorrido el sencillo desayuno de hoy? Paradójico que en un mundo globalizado, todavía haya gente que aspiran a la república independiente de su café de puchero… ¡Más limitados que una tostada!
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