sábado, 17 de noviembre de 2018



                                  La calma del encinar
                                  URDANGARIN, DOBLE PENA
                                

                                               Tomás Martín Tamayo
                                               tomasmartintamayo@gmail.com
                                               Blog Cuento del Día a Día

Solemos creer que “los de arriba” tienen un ejército de asesores que miden hasta los suspiros y que todo lo que hacen y dicen está medido con un calibrador infalible, pero es un error porque, muchas veces, detrás y delante de “los de arriba” solo hay necios de los que deberían prescindir para no complicarse la vida. Y tenemos un ejemplo muy cercano: Un listillo de medio pelo llegó en paracaídas a Extremadura y  puso tan “p´allá” a un ex presidente que se olvidó de vender lo que estaban haciendo para venderse a sí mismo como el mayor logro. El resultado fue que nadie supo lo que hacían, pero todo el mundo se reía de lo que vendían: Ocurrencias.

¿Tiene un susurrador ocurrente  Iñaki Urdangarin?  Debe estar bien informado porque  sé que antes de entrar en la cárcel hubo muchas reuniones y que al final se le sugirió que ingresara en Brieva. Supongo que entre aislamiento y privacidad primó la privacidad, para excluirlo de cámaras y lugares comunes, pero someterlo a la soledad de un módulo vacío, en una prisión de mujeres, hace que cumpla  una doble o triple condena. En esa prisión su familia no tiene que compartir locutorios, soportar los olores de excrecencias en un “vis a vis” o codearse con los familiares de otros presos, pero son dos visitas mensuales y el mes tiene treinta días de veinticuatro horas. Ellos sabrán, creo que deberían calibrar los efectos colaterales de las ocurrencias que ponen al personal “p´allá”.

 El aislamiento fue el complemento sanguinario, elegido por un tribunal internacional, para hacer más insoportable la condena a los nazis, en el proceso de Núremberg. Muchos de ellos acabaron por los patios carcelarios discutiendo con las paredes sus pesadillas, viendo fantasmas en sus sombras, sintiéndose perseguidos por figuras en la nubes… Rudolf Hess, el más firme de ellos, acabó ahorcándose, después de 40 años de soledad en la prisión de Spandau…

 Hasta hace pocos años se castigaba a los presos más inadaptados a “celdas de aislamiento”, pero cuidando no prorrogar en exceso la exclusión, porque los tiempos penitenciarios están muy medidos y se sabe que  hay “males carcelarios” que se hacen irreversibles. Muchos no logran salir de la cárcel ni estando en libertad, después de cumplir su condena. No mezclarse con los demás tiene un precio muy alto.
 
 Urdangarin ha sido juzgado y debe purgar su deuda con la sociedad en una prisión, pero no ha sido condenado a estar aislado, algo que no recoge ni el Código Penal ni la Ley Orgánica Penitenciaria. Si la prisión puede dejar secuelas, añadirle el aislamiento es algo que no merece un preso común como él. Además de que es una medida tan extrema como deshumanizada.

Los que ignoran lo que es una prisión, hablan de los privilegios que tiene Urdangarin en la cárcel abulense, porque se quedan en que “disfruta” de patio, gimnasio, salón, duchas o biblioteca para él solo, pero después de cuarenta y tres años trabajando en II.PP, escuchando a más de tres mil alumnos, algo debo saber. Si Urdangarin fuera alguien cercano lo estaría convenciendo para que pidiera de inmediato su traslado a un centro más convencional, aunque tanto él como su familia tuvieran que desprenderse de algunos humos.  Seguro que el olor de axilas del populacho es menos peligroso que una soledad sostenida. Deberían aligerar lo antes posible su aislamiento, porque la pena de prisión se cumple, pero hay penas colaterales que perduran. Y pueden ser más graves.

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