sábado, 3 de noviembre de 2018


            La calma del encinar

            Policía Municipal:
           ALGO HUELE A PODRIDO

                                    Tomás Martín Tamayo
                                             Blog Cuentos del Día a Día
                                        tomasmartintamayo@gmail.com


En la explanada de un centro comercial, donde los vehículos aparcan incluso en las raquetas y parterres protegidos con bordillos, dos vehículos pretendían el mismo aparcamiento, que acababa de quedar libre. Uno llega antes y otro se queda en una plaza contigua, reservada para minusválidos. Su conductora, enfurecida, baja la ventanilla: “¡Ese aparcamiento es mío, porque he dado la vuelta a todo el recinto, mientras que tú has entrado por dirección prohibida!” No era verdad, pero la gritona, que parecía endemoniada por la contrariedad, no estaba en condiciones de escuchar y  sacó su móvil en plan “te vas a enterar de quién soy yo”.  Y llamó:

-Oye, estoy en el centro comercial de la Ronda Norte, en la puerta del Mercadona. ¡Que venga un coche patrulla porque me han quitado un aparcamiento por la cara. Es un Fiat rojo, matrícula…! Mientras tanto, ella seguía ocupando la plaza de minusválido.

Creo que la enfurecida no llamó al 092 de la Policía Municipal, que atrochó con una llamada tan efectiva que, doce minutos después -¡doce!-, se personó un coche patrulla con dos agentes. ¡Qué eficacia! Uno bajó y expidió un boletín de denuncia, que depositó debajo del limpiaparabrisas del vehículo que había importunado a tan poderosa despechada.

¿El motivo de la denuncia? Debería haber escrito: “Ocupar la plaza antes que doña Fulanita de  Tal y Tal”, pero escribió: “Estacionar el vehículo en sentido contrario al estipulado”. ¡Bomba! La denuncia era tan puntillosa y cogida por los pelos como inusual -¡ni el “multa-car”!-, porque no suelen denunciar vehículos que no interrumpen la circulación, solo por estar aparcados “en sentido contrario al estipulado”, cuando, además, no existe tal estipulación en todo el recinto.  En la misma explanada y a la vista del “celoso” agente, había una veintena de vehículos  aparcados de igual forma, seis más subidos a los parterres y dos ocupando parcialmente pasos de peatones, pero a los del coche patrulla, solo les interesaba el vehículo señalado por la doñita.

 ¿Pensar? Ellos no estaban allí para pensar. Eso sí, omitieron consignar en el boletín de denuncia la identidad, obligatoria, de la denunciante telefónica que, debe de ser tan fiable como para acudir de inmediato, dejando de patrullar por la ciudad, para desplazarse al aparcamiento de un centro comercial y, entre tantos en igual situación, denunciar a un vehículo concreto. ¡Eso es puntería! Merecen estar en los Boinas Verdes como “elite shooter”.

¿Está la Policía Municipal para dejarlo todo, -¡con el caos circulatorio que hay en Badajoz!- y atender el toque de cornetín de una “importante” cabreada? Parece evidente. Como el aparcamiento estaba ocupado impecablemente, tuvieron que rebuscar en el cajón de las infracciones para sacar el conejo de “estacionar en sentido contrario al estipulado”. Tenían que denunciar, por lo que sea, y denunciaron. Hasta podían haberlo hecho por ser un coche rojo… ¡Un policía municipal, con treinta años de servicio, asegura que era la primera vez que había visto tanto rebuscamiento para denunciar a alguien!

¿Y esto ocurre hoy, aquí y ahora? Sí, este Badajoz, anclado en el túnel del tiempo,  necesita una limpieza a fondo que lo libere del olorcillo “mugre-caciquil” que sigue galopando por sus arterias, como si nada hubiera cambiado. ¿Ha cambiado algo? Y no se puede recurrir a nadie porque parece que no hay nadie… En una Policía Municipal, generalmente amable y profesional, siguen existiendo estas cancamusas,  con prácticas que dejan en evidencia a todo el cuerpo, al alcalde, a Badajoz… ¡Después se sorprenderán de la alergia electoral que se avecina para mayo!



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