La calma del encinar
Policía Municipal:
ALGO HUELE A PODRIDO
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
En la explanada de un centro comercial, donde los vehículos
aparcan incluso en las raquetas y parterres protegidos con bordillos, dos vehículos
pretendían el mismo aparcamiento, que acababa de quedar libre. Uno llega antes
y otro se queda en una plaza contigua, reservada para minusválidos. Su
conductora, enfurecida, baja la ventanilla: “¡Ese aparcamiento es mío, porque
he dado la vuelta a todo el recinto, mientras que tú has entrado por dirección
prohibida!” No era verdad, pero la gritona, que parecía endemoniada por la
contrariedad, no estaba en condiciones de escuchar y sacó su móvil en plan “te vas a enterar de
quién soy yo”. Y llamó:
-Oye, estoy en el centro comercial de la Ronda Norte, en la
puerta del Mercadona. ¡Que venga un coche patrulla porque me han quitado un aparcamiento
por la cara. Es un Fiat rojo, matrícula…! Mientras tanto, ella seguía ocupando
la plaza de minusválido.
Creo que la enfurecida no llamó al 092 de la Policía
Municipal, que atrochó con una llamada tan efectiva que, doce minutos después
-¡doce!-, se personó un coche patrulla con dos agentes. ¡Qué eficacia! Uno bajó
y expidió un boletín de denuncia, que depositó debajo del limpiaparabrisas del
vehículo que había importunado a tan poderosa despechada.
¿El motivo de la denuncia? Debería haber escrito: “Ocupar la
plaza antes que doña Fulanita de Tal y Tal”,
pero escribió: “Estacionar el vehículo en sentido contrario al estipulado”. ¡Bomba!
La denuncia era tan puntillosa y cogida por los pelos como inusual -¡ni el “multa-car”!-,
porque no suelen denunciar vehículos que no interrumpen la circulación, solo
por estar aparcados “en sentido contrario al estipulado”, cuando, además, no
existe tal estipulación en todo el recinto. En la misma explanada y a la vista del
“celoso” agente, había una veintena de vehículos aparcados de igual forma, seis más subidos a
los parterres y dos ocupando parcialmente pasos de peatones, pero a los del
coche patrulla, solo les interesaba el vehículo señalado por la doñita.
¿Pensar? Ellos no
estaban allí para pensar. Eso sí, omitieron consignar en el boletín de denuncia
la identidad, obligatoria, de la denunciante telefónica que, debe de ser tan
fiable como para acudir de inmediato, dejando de patrullar por la ciudad, para
desplazarse al aparcamiento de un centro comercial y, entre tantos en igual
situación, denunciar a un vehículo concreto. ¡Eso es puntería! Merecen estar en
los Boinas Verdes como “elite
shooter”.
¿Está la Policía Municipal para dejarlo todo, -¡con el caos
circulatorio que hay en Badajoz!- y atender el toque de cornetín de una “importante”
cabreada? Parece evidente. Como el aparcamiento estaba ocupado impecablemente,
tuvieron que rebuscar en el cajón de las infracciones para sacar el conejo de
“estacionar en sentido contrario al estipulado”. Tenían que denunciar, por lo
que sea, y denunciaron. Hasta podían haberlo hecho por ser un coche rojo… ¡Un
policía municipal, con treinta años de servicio, asegura que era la primera vez
que había visto tanto rebuscamiento para denunciar a alguien!
¿Y esto ocurre hoy, aquí y ahora? Sí, este Badajoz, anclado
en el túnel del tiempo, necesita una
limpieza a fondo que lo libere del olorcillo “mugre-caciquil” que sigue
galopando por sus arterias, como si nada hubiera cambiado. ¿Ha cambiado algo? Y
no se puede recurrir a nadie porque parece que no hay nadie… En una Policía Municipal,
generalmente amable y profesional, siguen existiendo estas cancamusas, con prácticas que dejan en evidencia a todo el
cuerpo, al alcalde, a Badajoz… ¡Después se sorprenderán de la alergia electoral
que se avecina para mayo!
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