viernes, 15 de enero de 2010

¿A QUIEN QUEREMOS ENGAÑAR?


La política esta llena de gestos teatrales que sólo sirven para justificar el chascarrillo durante el café y engordar el cachondeo del vecindario. Gestos y apariencias que se utilizan, como el torero la muleta, para distraer y engañar al personal, porque lo que se pretende es aparentar que se hace algo pero, sin hacer nada. Me estoy refiriendo a la obligación chusca de senadores y diputados, nacionales y autonómicos, de declarar públicamente su patrimonio y cuentas bancarias en favor de una transparencia que no es trasparente en nada y que da pié para que, entre la realidad y la ficción, se cuelguen los cortinajes más espesos. Esa patochada, colmada de cinismo e hipocresía, lo único que puede conseguir es que la gente confunda, una vez más, “el culo con las témporas” y que algunos políticos, los menos, puedan justificar con una declaración de mentira, mangancias y corruptelas de verdad. ¿Para qué sirve semejante tontería?

¿Conocen ustedes a algún atracador que declare sus ingresos a Hacienda? ¿Saben de algún narcotraficante, ladrón o proxeneta que cotice por su actividad, pague sus impuestos y se queje de lo mucho que le retienen?¿Conocen a algún pistolero que pague IVA? ¿Alguien puede creer que un político trincón y sinvergüenza, por mucha obligación que tenga de declarar su patrimonio, va a hacer públicas sus mangancias? Esa bobada de la declaración de patrimonio, se hizo porque en el teatro de la política, es mejor hacer algo que no hacer nada y es mejor decir algo que estarse callado. Aunque lo que se haga no sirva y lo que se diga tampoco. Desde que se estableció esa gilipollez de la declaración de patrimonio, ¿han cogido a algún político corrupto por su declaración de patrimonio? A ninguno, no busquen ustedes porque no encontraran un solo caso, ni entre los trincones patanegra de cinco estrellas.

Pero es que, además, ¿qué posibilidades tiene un diputado, sobre todo si está en la oposición, de hacer una concesión fraudulenta, amañar un concurso o saltarse una lista de espera? Está claro que, por ejemplo, el presidente de la Junta o los consejeros, pueden hacer valer su criterio en muchas actividades económicas, pero si lo hicieran por un interés crematístico y personal, que no es el caso, ninguno de ellos es tan necio como para ingresar el dinero atípico y sin justificación en su cuenta corriente, quedándose desnudo ante Hacienda.

Este precepto que la clase política se ha impuesto, es fruto de un complejo de culpabilidad, que no consigue nada, no persigue nada, ni pretende otra cosa que no sea perder el tiempo con algo absolutamente inútil. Además, ¿por qué tiene un político que contarle a su vecino lo que ha heredado de sus padres? ¿Por qué la actividad política tiene que estar penalizada, limitando el derecho de los que la ejercen? ¿Por qué un político tiene que poner en peligro su seguridad o la de sus hijos, pregonando lo conseguido decentemente? Por complejos, por complejos y por complejos.

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