miércoles, 30 de diciembre de 2009

EL PUENTE DE LOS SUSPIROS



Uno de los puentes más bellos de Venecia, visto desde fuera, es posiblemente el más lóbrego, triste y patibulario, visto desde dentro. En el Puente de los Suspiros se representaba el abismo que separa la realidad de la ficción y la piedra del decorado de cartón. Mirándolo desde el embarcadero principal de las góndolas, presenta un aspecto romántico, acogedor, apacible y algo misterioso, pero su interior produce escalofríos porque parece diseñado para suprimir en el cualquier atisbo de belleza. Como túnel hacia la muerte, separaba el todo de la nada y el esplendor del Palacio Ducal, de la oscuridad de unas celdas húmedas, con barrotes como muñecas. Con su generoso arco abierto sobre el canal, el barroquismo de su fachada y la coronación en cuatro espirales cerradas, oculta perfectamente su condición de paso hacia la tragedia que lo recorría. Resulta difícil imaginar que un puente de tanta belleza y equilibrio arquitectónico, escondiera en su alma una realidad tan dura.

El Puente de los Suspiros une el Palacio Ducal con las mazmorras de la Inquisición y era paso obligado para los que habían sido condenados a muerte y pasaban de las manos del juez a las del verdugo. Al salir de la Sala de Justicia hacia el último destino, poco antes de ser ejecutados, los condenados veían desde el puente, por última vez, a la Venecia libre, al mar, al embarcadero y a las góndolas que pasaban indiferentes por debajo de su arco. Dicen que algunos de los sentenciados se aferraban a las filigranas de los ventanales hasta dejar allí sus uñas, llorando y suplicando, y que sus verdugos los arrancaban con empujones y latigazos. El puente, aparentemente hermoso y equilibrado desde fuera, era el mismo puente sobre el que suspiraban los que, al cruzarlo, veían en el parpadeo que ofertaba el ventanal, la vida que iban a dejar.

Anoche, viendo el aspecto bonachón, la cara dulce y la sonrisa infantil de un triste personaje de nuestros días, me he acordado de El Puente de los Suspiros, porque detrás de esa sonriente fachada exterior que inspira confianza, se esconde una realidad patibularia, fría y deshumanizada. Mentira, compra-venta, demagogia irracional, solemnidad, cinismo, hipocresía, frivolidad, carencia de todo principio moral, relativismo y cuestionamiento de lo esencial, son los materiales con que está construido nuestro triste puente. Todo mezclado en una nauseabunda macedonia, con el único objeto de mantenerse erguido, aunque esté carcomido por más canales de los que Venecia tiene. Nuestro particular puente de los suspiros también está adornado de ventanales, para que los sentenciados puedan mirar, suspirando, la mentira de los que le prometieron que el puente real es el que se ve desde fuera.

Al final, del Puente de los Suspiros sólo queda el puente, porque los suspiros se fueron. La vida sigue, el puente queda. Lo que ayer sirvió para recorrer un pasillo hacia la nada, hoy es sólo un referente de la doble cara, de la distancia que separa la obra de la palabra. ¿Pero quien sostuvo el puente, quien lo justificó, quien se sirvió de él, quien golpeó al condenado que se aferraba a sus ventanas?

No hay comentarios: