sábado, 9 de enero de 2021

La calma del encinar (HOY, 09/01/2021)

 

 

   La calma del encinar

                                         
LAS ÚLTIMAS CAÑAS

 

                                              Tomás Martín Tamayo  

 

Cojo el título de un trabajo de Miriam F. Rua, publicado en HOY el pasado jueves. En él nos cuenta cómo la clientela habitual de bares y terrazas no se amilana por el frío y sale para apurar el momento de las últimas cañas, antes de que los establecimientos de hostelería bajen la persiana. El repunte galopante de contagios en Extremadura, sobrevenidos tras el empecinamiento cateto de celebrar las Navidades no es algo que nos haya sorprendido, porque si sabemos algo del virus es que es completamente previsible.

 Pese a las evidencias de que con esa actitud irresponsable, insolidaria y puede que hasta criminal, iban a subir contagios y decesos, los “ñúes” no se detuvieron y siguieron pastando tranquilamente por la sabana. ¿Alguien lo ignoraba? Algunos sí porque lo ignoran todo, pero  los más, optaron conscientemente por seguir su ruta, sin importarles las consecuencias, caiga quien caiga, poniendo en riesgo, incluso de muerte, a compañeros de trabajo, amigos, vecinos, familia y, sobre todo, a sus mayores. Me pregunto si estos atolondrados tendrán la desfachatez y el cinismo de caer en los lloriqueos posteriores.

 Y si irresponsable es el que se empeña en ignorar, irresponsables dobles son los que lo permiten, porque gobernar no es cruzarse de brazos, mirar al tendido, quedar bien y delegar el trabajo en la presunta responsabilidad de los demás. ¡Eso es un camelo! ¿Imaginan que la DGT dejara la responsabilidad del tráfico en manos de los conductores o que la Agencia Tributaria se desentendiera de los impuestos,  pensando que los contribuyentes iban a cotizar escrupulosamente lo que pudiera corresponderles? Si de verdad lo creen así deberían volver al parvulario y aprender algo. Y si no lo creen deberían irse por ineptos e irresponsables.

 Sigo creyendo que  es una especie de suerte que en Extremadura, y en esta situación, dos sanitarios de dilatada experiencia, Vara y Vergeles,  estén al frente de un conflicto que está demostrando que la insolidaridad es el primer y último mandamiento. Pero la presencia de Vara es más corta que la ofensiva del virus y Vergeles se ha empeñado en ir detrás de los acontecimientos, con menos prisa que pausa y con un desgano que, como se ha demostrado con la parsimonia en las vacunaciones, parece que lo confía todo a la Virgen de las Pandemias.

A la hora de la verdad cada uno a lo suyo porque,  más allá del bla, bla, bla, el concepto de España está muy difuminado, no existe Europa, ni la Unión Europea y los cinco continentes que aprendimos en la escuela se encuentran en el ombligo de cada rincón. “Reza a la Virgen, pero ata tu barca”, dicen los pescadores

 ¿Es justificable que siendo Extremadura una de las CCAA más afectada, esté a la cola de la vacunación y que en los diez primeros días hayamos descansado en siete? En estos momentos sobran el parcheo de las carreteras, las obras públicas, los espectáculos, los jardines, el firme de las aceras… Lo prioritario es contratar sanitarios que vacunen 24 horas al día. ¿Había que agotar las fiestas para tomar unas medidas que, por urgentes, llegan mal y tarde? Vara y Vergeles  me parecen dos personas de incuestionable honradez política, pero que necesitan cambiarse las pilas porque, como decía Pacheco: “Para curar el cáncer no sirven las libélulas”. Y de libélulas van.

 

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