La calma
del encinar
LAS
ÚLTIMAS CAÑAS
Tomás Martín Tamayo
Cojo el título de un trabajo de Miriam F. Rua, publicado en HOY el
pasado jueves. En él nos cuenta cómo la clientela habitual de bares y terrazas
no se amilana por el frío y sale para apurar el momento de las últimas cañas,
antes de que los establecimientos de hostelería bajen la persiana. El repunte
galopante de contagios en Extremadura, sobrevenidos tras el empecinamiento
cateto de celebrar las Navidades no es algo que nos haya sorprendido, porque si
sabemos algo del virus es que es completamente previsible.
Pese a las evidencias de que con
esa actitud irresponsable, insolidaria y puede que hasta criminal, iban a subir
contagios y decesos, los “ñúes” no se detuvieron y siguieron pastando
tranquilamente por la sabana. ¿Alguien lo ignoraba? Algunos sí porque lo
ignoran todo, pero los más, optaron
conscientemente por seguir su ruta, sin importarles las consecuencias, caiga
quien caiga, poniendo en riesgo, incluso de muerte, a compañeros de trabajo,
amigos, vecinos, familia y, sobre todo, a sus mayores. Me pregunto si estos
atolondrados tendrán la desfachatez y el cinismo de caer en los lloriqueos posteriores.
Y si irresponsable es el que se empeña en ignorar, irresponsables
dobles son los que lo permiten, porque gobernar no es cruzarse de brazos, mirar
al tendido, quedar bien y delegar el trabajo en la presunta responsabilidad de
los demás. ¡Eso es un camelo! ¿Imaginan que la DGT dejara la responsabilidad
del tráfico en manos de los conductores o que la Agencia Tributaria se
desentendiera de los impuestos, pensando
que los contribuyentes iban a cotizar escrupulosamente lo que pudiera
corresponderles? Si de verdad lo creen así deberían volver al parvulario y
aprender algo. Y si no lo creen deberían irse por ineptos e irresponsables.
Sigo creyendo que es una especie
de suerte que en Extremadura, y en esta situación, dos sanitarios de dilatada
experiencia, Vara y Vergeles, estén al
frente de un conflicto que está demostrando que la insolidaridad es el primer y
último mandamiento. Pero la presencia de Vara es más corta que la ofensiva del
virus y Vergeles se ha empeñado en ir detrás de los acontecimientos, con menos
prisa que pausa y con un desgano que, como se ha demostrado con la parsimonia
en las vacunaciones, parece que lo confía todo a la Virgen de las Pandemias.
A la hora de la verdad cada uno a lo suyo porque, más allá del bla, bla, bla, el concepto de
España está muy difuminado, no existe Europa, ni la Unión Europea y los cinco
continentes que aprendimos en la escuela se encuentran en el ombligo de cada
rincón. “Reza a la Virgen, pero ata tu barca”, dicen los pescadores
¿Es justificable que siendo
Extremadura una de las CCAA más afectada, esté a la cola de la vacunación y que
en los diez primeros días hayamos descansado en siete? En estos momentos sobran
el parcheo de las carreteras, las obras públicas, los espectáculos, los
jardines, el firme de las aceras… Lo prioritario es contratar sanitarios que
vacunen 24 horas al día. ¿Había que agotar las fiestas para tomar unas medidas
que, por urgentes, llegan mal y tarde? Vara y Vergeles me parecen dos personas de incuestionable
honradez política, pero que necesitan cambiarse las pilas porque, como decía
Pacheco: “Para curar el cáncer no sirven las libélulas”. Y de libélulas van.
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