Tomás
Martín Tamayo
A las dos “V” mayúsculas de la Junta,
Vara y Vergeles, solo se le contabilizarán los errores, supuestos o reales,
porque no cabe el aplauso en una pandemia que arrastra muerte, quiebro y dolor.
Ellos lo saben, es ley de vida, nunca lo harán bien y cada decisión que tomen
será cuestionada. El sector sanitario, el educativo, el económico, los
funcionarios, los autónomos, la restauración,
pacientes, sufrientes, parados, ocupados, jubilados… tienen razones para
mostrar su indignación. Estamos mentalizados
de que “papá Estado” o “mamá Junta” lo
resuelvan todo, pero sin poner ni un suspiro de nuestra parte, y la espera se
hace interminable.
Conozco a Fernández Vara y, porque le
conozco, pese a las picazones que me producen muchos de sus silencios e
implícitas adhesiones, le tengo afecto.
Sé que es un hombre cabal, reflexivo y que en sus aciertos y errores no entra la
indigencia estratégica de rentabilizar el dolor. Es lo que hace el Gobierno,
con un Pedro Sánchez capaz de ordeñar hasta que fluya la sangre. Es verdad que a GFV, al margen de la erótica del poder, la política
no le aporta bienestar porque puede vivir fuera de ella mucho mejor que dentro,
aunque creo que esto no lo sabe todavía. Y Vergeles… Que me fustiguen los
“kikirikis”, pero creo que es una suerte tenerlo ahí y ahora.
El mundo va a ruedas de la Covid-19,
buscando paliativos para sus zarpazos y
con poco margen para adelantarse a ellos. No hay precedentes, no está
impreso el manual de instrucciones y cada uno sortea como puede sus embestidas
porque la “solidaridad interterritorial” es una milonga y de la europea mejor
no hablar. Sabemos poco del virus, pero deberíamos saber mucho de nosotros
mismos. Mientras no haya “palo y cerrojazo” y se tipifiquen como delito contra
la salud pública las acciones incívicas que atentan contra la salud pública, no
hay paliativo posible.
Con las manadas de ñues pastoreando libremente por la sabana, todas las medidas
se hacen inútiles. ¿Para qué tanta mascarilla si se permite que los fumadores
la usen a conveniencia y está permitido que te echen el humo en la cara? ¿Lo
evitamos a mamporros? ¿Para qué sirve reducir los aforos de las terrazas, si
las mesas son las de siempre y en ellas es imposible establecer una distancia
de seguridad? ¿Deja de ser obligatoria la mascarilla si te tomas un café de
horas en una terraza? ¿Para qué las sanciones si no se pasan, no se pagan o un
juez las invalida?
En Badajoz, el sábado pasado, en la
margen izquierda del río, cientos de personas hacinadas, de celebración, sin
mascarillas, bailando, abrazándose y compartiendo vasos gigantes… ¿La policía
para qué? Corren el riesgo de acabar en el río. ¡Estas actitudes son las que
finalmente cerrarán bares y terrazas! Nos cerrarán a todos.
No se respetan las normas de Tráfico
por civismo y responsabilidad, sino por las consecuencias que se derivan de su
incumplimiento. ¿Circularíamos a 120, 90, 30 o 20 si no nos sintiéramos
vigilados y temerosos de la minuta que nos puede llegar? ¡Que pregunta más
tonta! “Tonteridas las justas”, decía Chiquito. Medidas útiles y coercitivas o barra
libre en la selva.
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