sábado, 4 de abril de 2020

Desde mi trinchera






                              La calma del encinar
                              DESDE MI TRINCHERA

                                                        Tomás Martín Tamayo

Rozando el mes de confinamiento, la que peor lo lleva en mi casa es Juanita, una chihuahua calmosa y de costumbres afianzadas, que no debe entender el cambio que le hemos dado a nuestra vida y a nuestro aspecto. Para mí que, cuando nos ve con la mascarilla y los guantes,  debe pensar algo parecido a “a estos dos se les ha ido la bola” porque levanta la cabeza y nos mira de forma extraña, pero cuando me veo en el espejo del ascensor, entiendo a mi perrilla.

 La vida continúa y se adapta a las nuevas rutinas. Después de  más  de 40 años como maestro de prisiones, sé que la reducción del espacio se asume, hasta caer en la agorafobia. He conocido a reclusos atemorizados el día que recobraban su libertad, porque el espacio abierto  les intimidaba y uno, jefecillo incuestionable dentro, me confesaba  su miedo porque “después de diecisiete años, yo no sé andar por la calle”.

El domingo un vecino me envió un SMS enigmático: “En la puerta”. Al abrir me encontré con una bandejita cubierta con una servilleta bordada y, debajo, dos copas de vino con nota manuscrita: “Acabo de descorcharla, es un Jalifa, amontillado, solera especial, de 30 años. Que aproveche”. El martes, otro me llamó para que recogiera de la puerta las torrijas que me había dejado… El corazón sigue latiendo aunque, a veces, tengo la asfixiante sensación de que estamos solos en un bloque de 41 pisos, porque no vemos a nadie. No los veo, pero los siento y los oigo a las ocho de la tarde, cuando la calle se cita para el aplauso. Un aplauso en el que entramos todos. Uno de enfrente se ha hecho “coordinador general”  y diez minutos antes saca sus altavoces al balcón y pone “Paquito el Chocolatero” y “Resistiré”, a todo volumen. Después del aplauso,  cierra con “Que viva España”. Cuando pase esto lo localizaré y le daré un abrazo. Si puedo, si puede  y si se puede, claro.
 
Siento el latido cercano de la que está a mi lado, siempre crecida en las dificultades. Me llaman amigos que suelen reservarse  para el 24 de diciembre. Uno de ellos, Julio Saavedra Gutiérrez, columnista de HOY, pocos días antes de morir, me felicitaba por no hablar del “puñetero bicho”. ¡Descansa en paz, mi buen amigo! Otro, con responsabilidades, preocupado por la situación, acaba siempre con un “cuídate mucho, Tomás”. La vida sigue, aunque no siga igual. Esto ha zarandeado un mundo que ya estaba muy contaminado y no podemos hacer recuento porque la ola, que apenas ha tocado la orilla, ha puesto una interrogante en nuestras vidas: ¿Alguien está seguro de algo? Nuestra apuesta por el futuro se ha encogido, como esos metros que se achican al enrollarse.

Preocupación por lo que ha  llegado y, más aún, por lo que está por llegar, pero sabiendo que la Tierra gira y que en una de esas vueltas el “bicho”, que decía Julio Saavedra, se va a desprender para irse a hacer puñetas. Y para dar paso al siguiente. Me llaman, ya está ahí “Paquito el Chocolatero”.

*Si desea recibir mis artículos directamente envíe un correo electrónico a: tomasmartintamayo@gmail.com.  Todos los envíos se efectúan por consentimiento expreso del solicitante.  Si los recibe y no quiere seguir recibiéndolos, indíquelo a ese mismo correo.

*A excepción del correo electrónico facilitado, no dispongo de ningún otro dato, en la mayoría de los casos ni siquiera de la identificación del titular del mismo.

*En los artículos remitidos no se incluye ninguna publicidad y su reenvío es absolutamente gratuito.

*Todos mis artículos están abiertos en el blog Cuentos del Día a Día y se publican en la edición impresa y digital del periódico HOY.

No hay comentarios: