La calma del encinar
SI ME NECESITAS, SILBA
Tomás
Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
tomasmartintamayo@gmail.com
En “Tener o no tener”, Lauren Bacall le dice a Humphrey Bogart algo parecido a “Si me necesitas,
silba”, frase que quedó inmortalizada aunque nunca figuró en el guion. El día
que se casaron, Bogart colgó del cuello de la Bacall un silbato de oro y el guiño se trastocó
porque fue Bacall la que, entre risas y complicidades, sopló el silbato para
que Bogart la siguiera hasta la suite que tenían reservada. Eso no ha impedido
que “Si me necesitas, silba”, esté considerada como una de las frases más
machistas del cine”. Verdad o mentira, cosas del cine, aceptémoslo como una
verdad repleta de mentiras.
¿“Si me necesitas, silba”, sintetiza la disposición
incondicional, la sumisión, la entrega y la actitud de espera hacia lo que
pudiera disponer el dueño del silbido? ¿Es un alegato antifeminista? Imaginen,
un silbido, un simple silbido y aparece la Bacall, de guardia permanente y con su mejor sonrisa, para satisfacer las
necesidades del silbador. Ahí es nada, el roce precipitado de un poco de aire
fluyendo de los labios y las puertas del cielo que se abren para ofrecernos el
jardín de los sueños, que era la Bacall. ¿Machismo? Vale, bebe que te llenen.
El cine es capaz de inmortalizar la intención oculta de una
frase, una mirada cómplice, una bofetada, un susurro o una falda que se eleva en el respiradero del
metro. Y simplificar una actitud de
muchos folios en pocas palabras: “Mi tesooooro”, “Tonto es el que hace
tonterías”, "Houston, tenemos un
problema", “Sayonara, baby”, "Siempre nos quedará París”, “A dios
pongo por testigo”, “Tócala
otra vez, Sam”,”Como alcalde vuestro que soy”, “En ocasiones veo muertos” o “Si
me necesitas, silba”.
Pero hay muchos
silbatos y muchas formas de silbar y la de Bacall no era la peor, porque
incluso acabó silbando ella para reclamar a Bogart. El mundo está lleno de
sumisos que esperan la gratificación de un silbido para acudir presurosos, sin
vergüenza ni pudor. Un guiño, un chasquido de dedos y los falderos/as que
aguardan tras la puerta, acudirán presurosos moviendo el rabo para que el amo
les acaricie el lomo… ¡Y sin arte!
¿Cómo se explica la
aceptación incondicional de cualquier disparate, de cualquier silbido que
llegue de arriba, sin un atisbo de dignidad ni rebeldía? No ver, no oír, no
sentir y permanecer como estatuas de sal, traicionando cualquier principio
ético o moral. Lo de Bacall y Bogart resulta hasta infantil.
Con la “burrocracia”
que hemos montado, aceptamos que con nuestro
voto nos golpeen, nos dejamos abofetear con la propia mano, entrando de lleno en lo que la RAE define como
masoquismo: “Complacencia en sentirse humillado o maltratado”,
aunque somos tan políticamente correctos que, mientras nos arrodillamos
genuflexos, catalogamos de machista a una simple frase cinematográfica. Si
algún día silbamos que sea para llamar a aquella Lauren Bacall que con su mirada regalaba misterios… Y música con
su presencia.
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