sábado, 25 de enero de 2020

PARCHES, PARCHES Y PARCHES





                              La calma del encinar
                              PARCHES, PARCHES Y PARCHES

                             


                                          Tomás Martín Tamayo
                                                        tomasmartintamayo@gmail.com
                                                        Blog Cuentos del Día a Día

“Don Progreso” boicoteó cualquier entendimiento con Podemos porque, además de quitarle el sueño, Tezanos y el maquiavelito le garantizaban un mínimo de 140 diputados, así es que convocó elecciones. Parche. Fue un fracaso, sacó menos de lo que tenía y  cuando  comenzaron a señalarle  la necedad, precipitó un acuerdo con Podemos que aparcaba la crítica por la sinrazón de un anticipo electoral inútil y costoso. Parche. Logró la investidura comprometiéndose con los separatistas y, para  para hacerles un guiño, puso como Fiscal General del Estado a la cuestionada ministra de Justicia. Parche. Como el escándalo no se hizo esperar, se inventó la guerra contra un “pin parental” que oportunamente había brotado en Murcia… Parches, parches, y parches.

Y con el “Pin parental” andamos, hasta que haya necesidad de enterrar el invento con otro parche y maquiavelito suelte nueva liebre, pero el debate sobre la “propiedad” de los hijos ha llegado hasta la churrería: “Ud. que es maestro… ¿De quién son los hijos?” “Creo que de los padres, no y del Estado tampoco. Los hijos no son objetos”.  Mis dos hijos son míos,  como yo soy de ellos, pero ni les pertenezco como padre ni como hijos me pertenecen, aunque el artículo 154 del Código Civil,  sobre la patria potestad, sigue vigente.
Si pertenencia es “Propiedad que una persona tiene sobre una cosa” aquí acaba la diatriba. Los hijos, al menos los míos, no son “una cosa”. Ni siquiera una cosa muy importante,  pero  por estos canales circulan aguas fecales y es en ellos donde, como diría el mío Jaime Álvarez-Buiza, “la puerca tuerce dos veces el rabo”. Voy a ir pasito a pasito pero deprisa, como las cesiones de Pedro Sánchez a los separatistas.

 ¿Podemos arbitrar para nuestros hijos  una programación caprichosa? ¡Qué disparate! Eso sería mutilar sus posibilidades, porque hay materias troncales, pongamos la lengua o las matemáticas, que no pueden ignorar sin caer en la marginación. Esa tarea, con carácter general, debe tutelarla el Estado, que somos todos, estableciendo los ciclos de enseñanza obligatoria.

¿Y entonces? Entonces nos damos de frente con la segunda ocasión en la que “la puerca tuerce el rabo”, porque el Estado o las CCAA no pueden utilizar la enseñanza como ariete para adoctrinar a los alumnos en la senda de la exclusión o el odio. Y eso se ha hecho y se hace, tolerado por un Estado irresponsable a la hora de proteger a los niños. ¡A todos los niños! En ese panorama, si la sensatez la rompen los poderes públicos,  los padres, con “pin parental” o con “hasta aquí hemos llegado”, están obligados a proteger a sus hijos, liberándoles de una enseñanza torticera, artera y manipuladora, que finalmente  desemboca en el odio, la perversión o en la melancolía. Así, creo que el Estado español, por mirar hacia otro lado, es responsable subsidiario de mucho de lo que ocurre en Cataluña, aunque ahora, interesadamente, se preocupe por lo que pueda ocurrir en Murcia.

Ante esta evidencia, el Estado debería retirar las competencias de Educación cedidas a las CC.AA que han hecho un uso fraudulento de las mismas, desfigurando la historia, haciendo prosélitos y seres confusos, envilecidos y cretinizados por una “mala educación” que, a partir de una edad, es difícil reconducir. En otras, como Extremadura, sobran los “los pin, los pan y los pun”.

Y si estamos en manos de los que envilecen y cretinizan, el futuro es sombrío, porque está claro que el objetivo de “Don Progreso” no es ser sino estar y permanecer, sin importarle el precio que España tenga que pagar.
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sábado, 18 de enero de 2020

UN PSOE PICAJOSO


                              La calma del encinar
                              UN PSOE PICAJOSO
                             


                                          Tomás Martín Tamayo
                                             tomasmartintamayo@gmail.com
                                             Blog Cuentos del Día a Día


En el PSOE están picajosos, tensados, al acecho y dispuestos a saltar sobre cualquier “enemigo”, real o imaginario, porque andan muy susceptibles y se sienten señalados. Les pasa como a un amigo mío que cuando le preguntan “¿Cómo estás?”, suele responder “¡Pues anda que tú!”. Las cabriolas circenses de Pedro Sánchez los tienen tan desconcertados como al resto, pero ellos llevan un cilicio que les aprieta porque, por una obediencia trasnochada y casposa, prefieren tragar saliva antes que escupirla y liberarse, diciéndole al de los pantalones de pitillo lo que piensan, lo que sienten y a qué quinto c… les gustaría mandarle. Les vaticino un calvario de años porque, por mucho que ensanchen las tragaderas,  incluso hasta morir asfixiados con el propio vómito,  “Don Progreso” no va a salir de la espiral de estulticia en la que se ha metido,  los ha metido y nos ha metido.

La mayoría de ellos se avergüenza de la jeta que demuestra “el líder supremo”, al que en el Comité Federal reciben y despiden de pie y con aplausos, que hasta ese grado de servilismo han llegado. Saben que está atacando la cimentación del partido, después del trágala de Zapatero, al que también le consintieron todo, pero siguen como ratoncillos al flautista que los lleva hasta el barranco porque, por aquello de que “el que se mueve no sale en la foto”, prefieren inmolarse antes que salirse de la fila. Merecen mejor suerte y nosotros también, pero la penitencia que pagaremos está justificada porque si ellos le apoyan y obedecen, no hay que olvidar que ganó las elecciones.  Aparquemos la idiotez de “Gobierno y presidente ilegítimos”, que éste no ha entrado en el Congreso disparando al techo, aunque lo ha hecho con una metralleta de engaños y trolas.

¿Que ganó con mentiras, que hizo trampas, que ha hecho lo contrario de lo que dijo, que es un tahúr  que no se sonroja ni cuando le cogen un as escondido en la bocamanga, que es cínico, caprichoso, contradictorio, imprevisible y arriesgado? Sí, pero su volatilidad mental ya la había demostrado antes y, aunque no se sabía hasta dónde era capaz de llegar con sus mentiras, sí se sabía que la mentira le es consustancial. Y aun así se le votó. Menos, pero más que a los demás, así es que en la construcción de este “Chucky” entraron muchas manos.

En esta situación, el ataque como defensa es de nuevo la estrategia de los socialistas que, no queriendo aceptar que el lumínico está desnudo, se dedican a etiquetar a todo lo que se mueve, llenando España de fachas, falangistas, trasnochados, franquistas, nostálgicos, fascistas, voxcistas… ¡Qué manía! Se han enrocado y ven sombras y fantasmas debajo de cada farola. Si existe el trastorno bipolaridad colectivo deberían hacérselo mirar, porque no debe ser sano aplaudir un domingo porque no había acuerdo con Podemos y aplaudir el lunes  por el acuerdo. Ahora asco de Iglesias y al rato ¡viva nuestro vicepresidente! Aplaudir el cese de “Lolagate” como ministra y aplaudir su nombramiento como fiscal general del Estado… Esa contradicción, y en tan corto espacio de tiempo, puede pasarles factura psicológica. Lo mejor es que cuando hable Pedro Sánchez cojan el mando y le quiten el volumen para aplaudirle sin saber lo que dice, así evitarán la sofoquina, que andan los pobres en un sin vivir.

Pedro Sánchez da para una tesis doctoral, porque es como Javier Sotomayor, el pertiguista cubano que en cada ocasión batía su propio récord. ¿Se llamará de verdad Pedro Sánchez? Parece que no, que se llama Iván Redondo.


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sábado, 11 de enero de 2020

2020





                     La calma del encinar
                     2020
           

           
                                             Tomás Martín Tamayo
                                             Blog Cuentos del Día a Día
                                             tomasmartintamayo@gmail.com



Trae enero un caminar incierto, lento y perezoso, arrastrando la resaca de un diciembre de burbujas apagadas. Transcurrirá  2020 como lo hizo 2019 y hará 2021,  porque lo que hemos acordado en llamar tiempo se nos escapa, no admite componendas y es  inalterable, machacón, cíclico, indiferente y seguro. Al margen de todo, gira sus agujas en la esfera de nuestras vidas, sin inmutarse, sin alterar su paso. No hay acontecimiento capaz de modificar su ritmo,  aunque su parsimonia altere el nuestro, porque no le damos tiempo al tiempo, que ese es nuestro mal. El tiempo es el único invento perdurable.

La piedra giratoria del gran molino no reconoce el grano que tritura y  es igual el deshecho de trigo,  maíz o centeno, por mucho que cada partícula, nosotros mismos, pugne por ser lo más importante del costal en  el que caemos ¿Cómo se distingue el excelentísimo de los parias en la esportilla que recoge nuestros restos? El tiempo nos supera por su indiferencia, como  el viento a la esquina que se le interpone. Nos pierde la prisa y el afán por embridar cada segundo de un tiempo que no nos necesita ni  pertenece.

Y da igual enero o diciembre, zarandajas, pretenciosas unidades de medida, convencionalismos, acuerdos  a los que hemos llegado para intentar ordenar lo que no necesita nuestro orden ni  concierto. Lo fijo, lo inalterable, lo incesante es el giro, su desplazamiento indiferente, al margen del soplo que supone nuestra existencia, creyéndonos, eso sí, dueños y directores de un orden que nos ignora porque somos invisibles, anécdotas que ni siquiera serán anotadas entre el tic y el tac. Que es el universo el que nos mira y nos sostiene y el paisaje el que nos contempla, aunque creamos que todo se ha hecho para servirnos, como señores de una creación que ignora nuestra existencia. Empeñados en ordenar el caos, seguimos empujándolo, a codazos, para encontrar un sitio en medio de la nada. Somos naturaleza presuntuosa y maligna,  en medio de la naturaleza a la que pertenecemos y a la que queremos destruir. Sin armonía.

2020, si acaso una fracción, un parpadeo entre la gran explosión y la nada que definitivamente somos. Un suspiro del existir infinito y del perecer eterno, el  soplo que hemos alambrado entre un hipotético enero y un supuesto diciembre que nada significan,  nada son y nada importan. A su paso y sin prisas, el tiempo muerde nuestro acero y cincela cornisas espectrales en las pirámides que levantamos para asentar una huella imposible de nuestro paso. La piedra y la brizna ya estaban cuando nosotros llegamos.

Empeñados en alargar nuestra sombra, olvidamos que es el sol quien la gobierna. ¿Es más importante la sombra que nos sigue, zigzagueante,  que la del olivo que gira? Subdividimos las subdivisiones que dividimos hasta el infinito, para clasificarnos entre nosotros mismos. Altos, ricos, listos, negros, bajos, torpes, pobres… complicando una existencia tan exigua que no supera ni el latido del guijarro, que seguirá mirando cuando nos hayamos ido. Códigos, órdenes, tribunales y fronteras bien amuralladas,  para que la brizna de al lado no nos de alcance. El Gran Orden debe reírse mucho de las majaderías que tejemos como reyes de un orbe que gira sin vernos.

Y si el meteorito que tenemos asignado se ha desprendido de sus frenos, no llegaremos al siguiente latido, pero sigamos con el juego en este 2020 que ha nacido para obedecer nuestros designios. Eso es lo que creemos.

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sábado, 4 de enero de 2020

INFLUENCERS



                          La calma del encinar
                          INFLUENCERS
                         
                       

                                   Tomás Martín Tamayo
                                               Blog Cuentos del Día a Día
                                               tomasmartintamayo@gmail.com  

La jovencita, que viste, come y bebe gratis, se presentó en la clínica y preguntó por el cirujano plástico. Quería negociar directamente el trueque de favores: dos implantes mamarios y una ligera inclinación en sus cejas a cambio de comentarios favorables en la redes porque, como “influencer” famosa, seguida por seiscientos mil usuarios, le puede propiciar al cirujano muchas clientes/pacientes. Llevaba referencias de un restaurante de cuatro tenedores y de una marca de ropa cara. Ella suele comer allí  (mesa reservada en el mejor sitio, incluso acompañada), y paga con comentarios elogiosos en las redes. El restaurador dice que es un negocio muy favorable porque le lleva clientes nuevos, y en la marca de ropa aseguran que cuando ella luce uno de sus modelos se agota en dos o tres días.

Influencer, un nuevo sinónimo del parásito de siempre, que adereza sus comentarios en las redes y puestas en escena con amoríos en cadena, cuernos de todos los tamaños y presencia gritona y acusadora si alguien osa cobrarle. ¿Estudios, profesión?: Influencer. La muy mamarracha dice que marca tendencia y se hace temer, porque si ella hace un comentario negativo del restaurante, de la marca de ropa o del cirujano, el negocio se tambalea y las consecuencias pueden ser desastrosas. Eso es lo que ella vende. Míster Chip lo abrevia mucho: “¿Es casualidad que influencer y gilipollas tengan el mismo número de letras?

Debajo de este negocio de mentiras hay más mentiras, porque se pueden comprar paquetes de millares de “me gusta” por muy poco dinero, así es que las “influencers” compran y rentabilizan la inversión hasta el punto de poder vivir de este chantaje permanente, en el que todos invierten en falsedades y juegan a engañarse. Las propias redes quieren poner límites a tanta desfachatez que, por ahora, parece legal.

El cirujano en principio se queda perplejo y después pide opinión a otros compañeros sobre la influencia real de las “influencers”. La respuesta fue apabullante, casi le felicitan por la suerte de que la tal llame a su puerta y le recomiendan que, además de intervenirla gratis, le haga un buen regalo, se fotografíe con ella y cuelgue la foto en  las redes y en la consulta. “Si te llaman de la televisión para que participes en un programa como cirujano de famosas, multiplicarás la demanda, incluso doblando el precio de las intervenciones”. Le comentan que el caso más cercano es el de uno que opera a dos hermanas y que después de pasar por un programa televisivo en horario estelar, se le acumuló tal lista de espera que incluso ha montado su propia clínica, en la que trabajan otros, porque él se reserva solo para las “influencers”.

¿Y quién puede ser “influencer”? Las nenas de famosas/os, las que se han encamado con algún famoso/a y las que han pasado por la acreditada escuela de un programa televisivo en el que ellos/as se juntan para arrejuntarse, reírse, llorar y enfadarse, mientras lucen cachas y tetamen las ellas y musculitos los ellos. Las “influencers” tienen su rincón en las revistas de moda y sus peripecias trascienden incluso a la llamada prensa seria. No necesitan haber superado la ESO para sentar cátedra sobre moda, sociedad, cultura, medicina, decoración… Son los/as modelos de un mundo atropellado, en el que se adora al becerro de oro, al de plata, al de latón y al gilipollas porque, a falta de referentes, es fácil dejarse engatusar y para eso están las influencers, doctoradas en la facultad de parasitología.

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