*Si
desea recibir mis artículos directamente envíe un correo electrónico a:
tomasmartintamayo@gmail.com. Todas las remisiones se efectúan por
consentimiento expreso del remitente. Si no quiere seguir recibiéndolos,
indíquelo a ese mismo correo.
*A
excepción del correo electrónico facilitado, no dispongo de ningún otro dato,
en la mayoría de los casos ni siquiera de la identificación del titular del
mismo.
*En
los artículos remitidos no se incluye ninguna publicidad.
*Todos
mis artículos están abiertos en el blog Cuentos del Día a Día y se publican en
la edición impresa y digital del periódico HOY.
La calma del Encinas
ENRIQUE SÁNCHEZ DE LEÓN
Tomás Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Enrique Sánchez de León fue investido la pasada
semana académico de número de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
de Extremadura. Su capacidad de convocatoria se hizo visible, una vez más, en
un salón repleto de incondicionales que le respetan, le siguen y le quieren.
Entre ellos me encuentro. Fue un acto solemne al que Enrique, que domina la
tribuna como pocos, supo impregnar de una pátina de sencillez, sin alejarse del
academicismo.
Cuando iba hacia el acto, me encontré con un
matrimonio conocido, rondando los cuarenta años, que no sabían quién es Enrique
Sánchez de León, pese a que ella es abogada y él médico y alto cargo en la
Consejería de Sanidad. Enrique es poliédrico, porque también es caricaturista,
escritor, ensayista, dibujante y experto en arte, pero el derecho, la medicina
y la política han sido sus frentes más destacados, aunque haya profesionales
del derecho, la medicina y la política en Extremadura que ignoran a quien fue
el primer ministro de Sanidad y Seguridad Social de la etapa democrática y
columna esencial en la política regional y nacional. Así son las cosas.
Seis años después de dejar la presidencia del
Gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, a su paso por Badajoz para gestionar un
asunto privado, quiso visitar al alcalde. Sin previo aviso se presentó en el
Ayuntamiento y en el antedespacho de Manolo Rojas, le atendió una secretaria.
Calvo Sotelo, que iba acompañado por un familiar con vínculos en Badajoz,
explicó brevemente que deseaba saludar al alcalde. La secretaria
cogió bolígrafo y blog de notas: “¿De parte de quién?”. El familiar que
acompañaba al ex presidente del Gobierno se adelantó: “¡Señorita, de parte de
don Leopoldo Calvo Sotelo!”. La secretaria, sin inmutarse, mientras apuntaba el
nombre, volvió a preguntar: “¿Leopoldo Calvo… qué?”. Calvo Sotelo había sido
ministro de Comercio, de Obras Públicas, de Relaciones con la Comunidad
Europea, vicepresidente y presidente del Gobierno. ¿Memoria de pez o “la
insoportable levedad del ser”?
Enrique Sánchez de León y yo somos paisanos, de
Campillo de Llerena (aunque él nació en Badajoz) y nuestras familias vivían en
la misma calle, frente por frente, pero hay entre nosotros unos años de
diferencia que nos impidieron coincidir. Muy pronto supe de él porque era un
orgullo para el pueblo y mi padre, amigo del suyo, decía que Enrique, además de inteligente y
trabajador, era muy bueno. Mi padre llevaba razón. Enrique es un humanista,
incapaz de descender a las miserias que aportan las vendettas y rencores. Es un
hombre grande al que no soportan los mediocres y miserables encastillados en la
envidia.
Él ignoraba mi existencia, pero yo seguía la suya
con interés, porque no dejaban de llegar noticias de sus éxitos
profesionales, unas buenas oposiciones, relevantes cargos institucionales y un
descaro político inicial que le llevó a disputar un escaño para el Consejo Nacional
del Movimiento al teniente general Pérez-Viñeta, el designado por el
Régimen y del círculo de confianza de Franco. ¡Y ganó! Por semejante osadía, que rozaba el
despropósito y la desfachatez, el mismo Franco le recibió en El Pardo porque
“¿Quién es ese joven?”.
Años después, “ese jovenzuelo” fue pieza clave en la
transición democrática como director general de Política Interior del
Ministerio de la Gobernación. Su visión reformista quedó plasmada en documentos
esenciales y posiblemente, sin su guía, el llamado “espíritu de la
transición” hubiera tenido menos de espíritu que de espectro. En Extremadura
fue impulsor de un pujante movimiento regionalista que, lamentablemente, quedó
subsumido en el vientre de ballena que fue UCD…
Enrique Sánchez de León, qué gracia, aún no ha
acumulado méritos para tener la Medalla de Extremadura.