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La calma del
encinar
10 del 11
Tomás Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Remi, una señora gaditana, neolectora, que lleva cincuenta
años trabajando como “empleada del hogar”, escuchaba con mucho interés la
entrevista que le estaban haciendo a Pedro Sánchez en La Sexta, asintiendo con
la cabeza a cada uno de sus argumentos. Me intrigó. Yo estaba a su lado y al
concluir le pregunté: “¿Remi, usted le cree?” “¿Creer a este pollo pera? ¡Por Dios,
si solo hay que mirarle a los ojos para saber que no dice una verdad!”. Fue la
lección del día. Solemos juzgar a la gente por lo que dice, su presencia, su fotogenia,
sus contradicciones, su capacidad de convicción e incluso acudiendo a la
hemeroteca para refrescarnos la memoria y olvidamos algo tan básico como mirar
el continente, los ojos, el parpadeo delator, el agitar de las manos que se
hacen palomas al vuelo…
Remi no necesitaba acudir a hemeroteca alguna y en lugar de
diseccionar las respuestas que daba a las preguntas de Antonio Ferrera, se
fijaba en los ojos, que era lo que Pedro Sánchez no controlaba. Como Remi me ha
dado muestras de poseer una inteligencia notable, después busqué la entrevista,
la visioné sin voz y… ¡oí a Pedro Sánchez afirmar que dos más dos suman nueve! Sabia
Remi. Y ya no paro, ahora escucho a Rivera, Casado, Iglesias, Abascal… sin
audio y los oigo mejor que nunca. Tanto
es así que los tengo clasificados según el nivel de sus trolas más recurrentes.
¿Cuál de los cinco es el más mentiroso? Hagan la “prueba Remi” y comprobarán
que es infalible, seguro que coincidimos en la clasificación porque, entre los
cinco, hay uno que triplica al siguiente.
Pero, con mentiras y verdades, todos ellos, porque no han
hecho su trabajo, nos obligan a votar, otra vez, el 10 del 11. Hasta que
acertemos, hasta que el voto coincida con lo que les interesa, porque el
mandato de las urnas a ellos, tan democráticos, no les concierne y extreman sus
cuitas personales, sin importarles los casi 200 millones que cuesta la fiesta.
Ellos pueden esperar ya que, aunque no han dado un palo al agua en estos seis
meses, no han dejado de cobrar y, además, para que puedan secarse el sudor por
tanto esfuerzo, los diputados que han perdido su condición, tienen derecho a
una indemnización de 7.200 euros, porque también cobran el periodo que va desde
la disolución al día de reflexión. Vamos que el que hizo la ley hizo la trampa
y a la hora de poner el cazo las diferencias ideológicas son de filo de cuchilla.
El Gobierno en funciones, aunque no funcione, nos cobra el mismo peaje.
¿Lloramos entonces por los senadores? Tampoco necesitan que hagamos una derrama
en su favor porque lo que se acordó para los diputados lo tienen ellos. A la
hora de cobrar, todos en fila india, ninguno se suelta de la teta. Mejor llorar
por la gente que necesita que revisen su situación y que está padeciendo la
ausencia de un Gobierno que ni está ni se le espera.
Deberían juntarse para decirnos a quien debemos votar,
porque puede que no acertemos tampoco el 10 del 11 y nos suspendan hasta
febrero...
Si no les cuadran los números, volverán a convocarnos para
que les demos el resultado de una suma que no saben hacer. Tampoco tienen
prisa, a ellos el agua no les llega al cuello… Podemos entrar en un bucle
diabólico porque no saben irse ni quedarse. Si pudiera, yo votaría por Remi.