La calma del encinar
LA PRINCESA DE LAS
NIEVES
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
tomasmartintamayo@gmail.com
Los incas creían que de la ira de los
dioses surgían los terremotos, las sequías, las enfermedades y demás desastres
que diezmaban su población y, para aplacarlos, efectuaban sacrificios humanos,
seleccionando con mucho cuidado a las víctimas, generalmente niñas vírgenes,
sin defecto físico, belleza notable, cabello abundante y dentadura perfecta.
También ofrecían sacrificios con efecto preventivo, para que hubiera buenas
cosechas, reinara la paz entre los pueblos o para que no llegaran las epidemias…
¿Salvajadas del pasado?
Esta semana ha trascendido que en
nuestra amiga Arabia Saudí, van a crucificar -¡Sí, a crucificar!- a un joven de
18 años por haber participado en una manifestación cuando tenía diez. Que el “delito” lo cometiera un niño no
frena a las piadosas y democráticas autoridades saudíes para crucificarlo ocho
años después. Eso tampoco impedirá que
sigamos mimando a los “primos” de nuestros reyes, porque “poderoso caballero es
don dinero”. Hasta don Kichi, el alcalde gaditano, ha aprendido a inclinarse
ante él, lo que le ha valido la reelección... En una región selvática del suroeste del Perú se
siguen practicando en la actualidad sacrificios rituales con niñas y niños de
las mismas características que los seleccionados en el pasado… ¿Ahora? Sí,
ahora. Y en Irán han amputado la mano
derecha a cinco ladrones reincidentes por haber robado unos 300 dólares…
¡Ahora! También se sigue crucificando en Yemen, se ejecuta por lapidación a las
adúlteras, sea ahorca a homosexuales… ¡Pero mejor es olvidarnos de ellos, mirar
a lo lejos y seguir analizando a las niñas sacrificadas, allá por 1450! La momia de Juanita, de
Urpicha, de Sarita y las de Llullaillaco.
De todas ellas la más conocida y temida
es Juanita, o “La Princesa de las Nieves, que después de permanecer 500 años
conservada en hielo, la erupción del volcán Sabancayua descongeló su tumba,
para “ofertarla” a los exploradores que la encontraron, aunque se asegura que fue
ella la que los encontró. Todo indica que la ofrecieron para aplacar la ira de
los espíritus del volcán y que el volcán, al derretir el glacial de su cima fue
el que la devolvió.
La aparición de “La Princesa de las
Nieves” no fue un caso excepcional, los expertos están convencidos de que
muchas niñas y niños, entregados a los dioses como sacrificios vivientes,
permanecen sepultados bajo el hielo. El deshielo de los glaciares está
devolviendo estas evidencias salvajes que, lamentablemente siguen siendo
prácticas en la actualidad, con la diferencia de que las víctimas de nuestros
días son arrojadas a pozos ciegos, quemadas en una jaula o sirven de alimento
para los cerdos. Aquí no intervienen los dioses.
Juanita, de 44 kilos de peso y 13 o 14
años, vestía ropas carísimas y sigue luciendo una dentadura perfecta, con su
sonrisa siniestra. Sorprende a los estudiosos por su estado de conservación,
después de haber permanecido entre hielo más de 500 años y a casi 7000 metros
de altitud. En Arequipa creen que fue ella misma la que buscó la superficie de
las nieves andinas, provocando un seísmo y la erupción del volcán, para poder
volver y vengarse por su sacrificio.
Hoy le apuntan a Juanita todas las desgracias
recientes de Perú. Accidentes de aviación, descarrilamiento de trenes, choques
de helicópteros, lluvias torrenciales y
hasta la cogida de un torero en la feria arequipeña. Piden que la devuelvan
desde los EE.UU, donde la están analizando, porque la “La Princesa Inca” no
soporta estar lejos de su tierra y sus ancestros: “Mientras no esté cerca del
volcán, su risa de venganza no se apagará”.
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