sábado, 12 de enero de 2019

OBJETIVO: CLING, CLING



                          La calma del encinar
                         OBJETIVO: CLING, CLING

                                                          Tomás Martín Tamayo
                                                          Blog Cuentos del Día a Día
                                                          tomasmartintamayo@gmail.com


Peor que los que venden mugre son los méndigos que la compran porque aquellos dosifican las entregas de sus pestilencias según la demanda del mercado. Y si se vende la bazofia irán llenando con ella mostradores y vitrinas, porque el “cling, cling” de la caja lo justifica todo. Hay parejas que se han inventado desavenencias, rupturas, agresiones, infidelidades y reconciliaciones porque es una forma muy lucrativa para estar en la pomada de la actualidad, haciendo caja al mismo tiempo. Después de reírse descaradamente de la audiencia, hasta puede que se reúnan y lo celebren, brindando “chinchín”, con el “cling, cling”.

Una muchachita, muy de la actualidad, se ha especializado en vender sus amoríos, cama incluida, porque  ha aprendido que lo importante es el negocio y que, en su caso, lo que más cotiza es retozar, solazarse hasta con los colores del arco iris. Mientras más cama, más “cling, cling”. Otra rememora “encuentros” remotos  con famosos,  vendiendo los escarceos cameros como si hubieran ganado un Pulitzer. Se han vendido amoríos extraños, encuentros furtivos, paternidades inexistentes y persistentes hasta la exhumación, delitos, exculpaciones, condenas y, lo peor, enfermedades pasadas, presentes y hasta futuras... Y creo que este es el capítulo más vomitivo.

Me parece plausible que algunos famosos afronten públicamente una enfermedad porque eso puede desmitificarla y, al hacerla visible, ayudan a los que sufren la misma, desde el silencio, el anonimato y a veces, el rechazo social. Abren así la conciencia colectiva y dejan el aviso a navegantes de que nadie está libre y de que en el bombo también gira nuestra papeleta. No son inútiles los gestos públicos de solidaridad con determinadas dolencias, que han permanecido marginadas como castigos bíblicos.

 Ejemplar el testimonio de  la barbada Conchita Wurst, ganadora del Festival de Eurovisión de 2014, haciendo pública su afectación  por el VIH,  concienciada de que así se podía mitigar el repudio social que, durante años, ha sido tan doloroso como la propia enfermedad. Pau Donés, líder del grupo “Jarabe de Palo”, utilizó las redes sociales para hacer público que padecía cáncer de colon: “Tengo un tumor en el colon, con metástasis, la vida sigue, de otra forma, pero sigue”. Recuerdo la serenidad con la que Rocío Jurado confesó que padecía cáncer de páncreas. Declaración para todos y sin pasar por caja. Encarna Salazar, de “Azúcar Moreno” también lo comunicó sin aspavientos…Y Michael Robinson, el ex futbolista y comentarista deportivo incluso ha puesto una sonrisa al “37% de posibilidades de superar su cáncer”. Lo hicieron sin comercio, sin caja, sin que sonara el interesado “cling, cling”, rentabilizando la enfermedad. Esas actitudes ejemplares, entre otras muchas, no tienen nada que ver con el espectáculo televisivo.

Pero también hemos visto a sinvergüenzas ordeñando enfermedades reales o imaginadas, patologías de sus propios hijos, enseñando junto al dolor  una cuenta bancaria para el “cling, cling”… El cáncer no es una infidelidad en la pareja, ni un cambio estético, de sexo o peso, aunque veamos a unas hermanas, que venden hasta los suspiros, venderlo para hacer caja en programas de “escandaleras”. Una porque lo tiene y la otra porque lo tuvo, “cling, cling” y hasta el próximo capítulo. Otro famosillo del cotilleo vendió el de un familiar muy cercano, pero lo hizo publicitando un restaurante de su propiedad… Una enfermedad como el cáncer, contra la que muchos luchan con estoica heroicidad, no se debe frivolizar, llevándolo a plataformas del cotilleo por intereses económicos. Para algunos/as el “cling, cling” es la banda sonora de su vida. Hasta la muerte.

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