La calma del encinar
OBJETIVO: CLING, CLING
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Peor que los que venden mugre son los méndigos que la compran
porque aquellos dosifican las entregas de sus pestilencias según la demanda del
mercado. Y si se vende la bazofia irán llenando con ella mostradores y vitrinas,
porque el “cling, cling” de la caja lo justifica todo. Hay parejas que se han
inventado desavenencias, rupturas, agresiones, infidelidades y reconciliaciones
porque es una forma muy lucrativa para estar en la pomada de la actualidad,
haciendo caja al mismo tiempo. Después de reírse descaradamente de la audiencia,
hasta puede que se reúnan y lo celebren, brindando “chinchín”, con el “cling,
cling”.
Una muchachita, muy de la actualidad, se ha especializado en
vender sus amoríos, cama incluida, porque ha aprendido que lo importante es el negocio y
que, en su caso, lo que más cotiza es retozar, solazarse hasta con los colores
del arco iris. Mientras más cama, más “cling, cling”. Otra rememora
“encuentros” remotos con famosos, vendiendo los escarceos cameros como si
hubieran ganado un Pulitzer. Se han vendido amoríos extraños, encuentros
furtivos, paternidades inexistentes y persistentes hasta la exhumación,
delitos, exculpaciones, condenas y, lo peor, enfermedades pasadas, presentes y
hasta futuras... Y creo que este es el capítulo más vomitivo.
Me parece plausible que algunos famosos afronten
públicamente una enfermedad porque eso puede desmitificarla y, al hacerla
visible, ayudan a los que sufren la misma, desde el silencio, el anonimato y a
veces, el rechazo social. Abren así la conciencia colectiva y dejan el aviso a
navegantes de que nadie está libre y de que en el bombo también gira nuestra
papeleta. No son inútiles los gestos públicos de solidaridad con determinadas
dolencias, que han permanecido marginadas como castigos bíblicos.
Ejemplar el
testimonio de la barbada Conchita Wurst,
ganadora del Festival de Eurovisión de 2014, haciendo pública su afectación por el VIH, concienciada de que así se podía mitigar el
repudio social que, durante años, ha sido tan doloroso como la propia
enfermedad. Pau Donés, líder del grupo “Jarabe de Palo”, utilizó las redes
sociales para hacer público que padecía cáncer de colon: “Tengo un tumor en el
colon, con metástasis, la vida sigue, de otra forma, pero sigue”. Recuerdo
la serenidad con la que Rocío Jurado confesó que padecía cáncer de páncreas.
Declaración para todos y sin pasar por caja. Encarna Salazar, de “Azúcar
Moreno” también lo comunicó sin aspavientos…Y Michael Robinson, el ex
futbolista y comentarista deportivo incluso ha puesto una sonrisa al “37% de
posibilidades de superar su cáncer”. Lo hicieron sin comercio, sin caja, sin
que sonara el interesado “cling, cling”, rentabilizando la enfermedad. Esas
actitudes ejemplares, entre otras muchas, no tienen nada que ver con el espectáculo
televisivo.
Pero también hemos visto a
sinvergüenzas ordeñando enfermedades reales o imaginadas, patologías de sus propios
hijos, enseñando junto al dolor una
cuenta bancaria para el “cling, cling”… El cáncer no es una infidelidad en la
pareja, ni un cambio estético, de sexo o peso, aunque veamos a unas hermanas,
que venden hasta los suspiros, venderlo para hacer caja en programas de
“escandaleras”. Una porque lo tiene y la otra porque lo tuvo, “cling, cling” y
hasta el próximo capítulo. Otro famosillo del cotilleo vendió el de un familiar
muy cercano, pero lo hizo publicitando un restaurante de su propiedad… Una
enfermedad como el cáncer, contra la que muchos luchan con estoica heroicidad,
no se debe frivolizar, llevándolo a plataformas del cotilleo por intereses
económicos. Para algunos/as el “cling, cling” es la banda sonora de su vida.
Hasta la muerte.
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