La calma del encinar
HOSPITAL UNIVERSITARIO DE
BADAJOZ
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
No es un tema que haya subido
a la barra del bar, ni suscitado discusiones en las reuniones familiares, pero
el goteo era viejo y recurrente porque el nombre de nuestro hospital
universitario, Hospital Infanta Cristina, llevaba mucho tiempo reclamando un
cambio de denominación. Y las explicaciones que se las pidan al maestro armero,
o sea, al rey Felipe VI, que señaló el camino a seguir, retirando a su hermana
y a su cuñado el título nobiliario de
duques de Palma, apartándolos del núcleo familiar y señalándoles la puerta de
salida en los actos protocolarios o de representación de la Casa.
El ayuntamiento de Palma recibió el mensaje
real, bajó el nombre de la rambla que le tenían dedicada y de ahí, en cascada,
el título nobiliario de la pareja o el de Cristina de Borbón, como infanta de
España, fue cayendo de polideportivos, hospitales, institutos, colegios,
bibliotecas y calles… porque no parecen muy compatible sus andanzas financieras
con tanta nombradía, simplemente por ser hija de su padre… ¡Que esa es otra!
Además, la infanta Cristina
no se enterará de este cambio, como posiblemente no se enterase de que su
nombre subía a lo más alto de la fachada del centro hospitalario. No vino a la
inauguración, jamás lo visitó ni mostró interés alguno por él. Incluso le
pidieron unas palabras para cincelarlas en la puerta y nunca respondió. Parece
sensato que la Junta de Extremadura, sin alharacas ni revisionismos
oportunistas, cambie el nombre “oxidado” del hospital por otro tan obvio e
incontestable como el de Hospital Universitario de Badajoz. Se sabe que
Guillermo Fernández Vara, que no es precisamente un “prisiña” ni “hombre
espectáculo”, tiene una buena relación personal con el rey y no es descartable
que antes de hacer público el cambio de denominación le informara. Además, todo
viene rodado porque profesionales de prestigio de la propia institución, usaban
desde hace mucho el nombre que ahora se hace oficial. Yo le he oído decir a
Agustín Muñoz Sanz: “Trabajo en el Hospital Universitario de Badajoz…” Agapito
Gómez Villa lo ha reclamado en algunos de sus artículos en HOY y Víctor Casco,
en nombre de IU, defendió el cambio en la Asamblea de Extremadura… Por tanto, nada
apresurado ni novedoso, fue el propio Felipe VI el que encendió el cohete de
salida.
¿Esto supone, como afirma un
memo de guardia, una cortina de humo para distraer u ocultar los verdaderos
problemas de la sanidad en Extremadura? Vaya majadería. Es como asegurar que si
no se cambia el nombre los problemas dejan de existir. Vamos, lo de confundir
el culo con las témporas, la velocidad con el tocino o los cojones con el
trigo, que es mi favorita:
-Cucha, vecino, que tu burro
está en mi parva comiéndose el trigo.
-¡Ah, no te preocupes, el
burro está capado!
-¿Y qué tienen que ver los
cojones para comer trigo?
El cambio de nombre parece
oportuno, justo y necesario y es bueno que, al margen de la oseoteca interesada
en la que algunos chapotean, nos esmeremos en la asepsia de los nombres que se
pretenden perpetuar. Sobre todo para no tener que retirarlos mañana. Aquí con el mismo
látigo azotamos a tirios que a troyanos y lo que hoy se aplaude, mañana se
apedrea. Hospital Universitario de Badajoz, suena bien porque es hospital, es
universitario y está en Badajoz. Tan simple como inapelable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario