La calma del encinar
OPORTUNIDADES
PERDIDAS
Tomás Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Recomiendan
los expertos en seguridad cambiar el número de móvil cada cuatro años “para
refrescar la agenda”, el PIN todos los años, seis meses para sustituir las
contraseñas en las redes sociales -que no deben ser coincidentes-, tres para
las claves de las tarjetas de crédito, dos para las de las cuentas corrientes,
candados y accesos numéricos, un mes
para las claves de ordenadores y
tablets… O sea que lo que recomiendan es prácticamente un imposible porque cómo
llevar en la memoria tantos números y saber a qué dispositivo pertenecen en
cada momento. Y para redondear la medida aún la ponen más complicada, porque
desaconsejan llevar las contraseñas registradas en ningún dispositivo o
anotadas en un papel guardado en la
cartera. En caso de atraco, dicen, eso facilita la labor de los cacos y el
chantaje posterior, por lo que puedan husmear en fotos, comunicaciones,
conversaciones es casi una consecuencia lógica. Y como sabemos que nada se
borra…
Al hilo de las
precauciones que tomamos o debemos tomar, me he acordado de un recluso, alumno
mío, experto en el robo de coches y aparatos de sonido, que nos dio una lección
magistral para evitar el robo de los
antiguos radiocasetes: “Los más fáciles de robar son los extraíbles,
porque suponen tal engorro llevarlos
encima que todos los sacan y los guardan debajo del asiento del conductor. Eso
no falla casi nunca. Si en un coche falta el radiocasete solo hay que abrirlo y
cogerlo, ahorrando el tiempo que se
pierde desanclando los fijos”. Después se volvió hacia mí: “¿Ud. tiene en su
coche uno extraíble?” Le dije que sí y su sonrisa fue de triunfo total: “¿A que
lo esconde debajo del asiento del conductor?” Llegó a la carcajada cuando le
respondí afirmativamente. “Es Ud. un panoli, don Tomás, los mejores son los
fijos o dejar colocados los extraíbles, porque si nos asomamos y vemos el hueco
ya sabemos dónde está el aparato”.
Yo debo
figurar en algún listado de panolis, -pringaos en el argot carcelario- porque
también he recibido la oferta de una cuantiosa herencia de cien millones de
dólares, que me hace cada tres o cuatro meses una anciana de Illinois,
pobrecilla: “Sé que está próxima mi muerte y quiero dejar mi fortuna en manos
de alguien que como vos haga buen uso de ella…” ¡Qué gran oportunidad, porque
solo tengo que enviar tres mil euros para las tramitaciones, abogados y
notarios…! La cosa está tan clara que incluso me pide el número de una tarjeta
o cuenta bancaria para ingresarme el dinero… ¡Y yo con estos pelos!
Pero lo mejor, por cercano, es que hace unos
días recibí un SMS (¡El número de móvil hay que cambiarlo cada cuatro años!) en
el que con motivo de la inauguración del Club Lat…, (intuyo lucecitas en la puerta)
en un pueblo del norte de Cáceres, me ofrecen “Un fin de semana de alojamiento
gratificante y cincuenta euros para consumir en nuestras instalaciones”. Llamé:
“Mire, soy el agraciado a pasar un fin de semana en uno de sus “alojamientos
gratificantes” y queremos ir, pero me dice mi esposa que si nos pueden poner
camas supletorias para los niños y si disponen de tronas para el comedor…” ¡Cachis! Resultó que no, que no podían y las
explicaciones fueron tan inteligentes como esconder el radio-casete extraíble
debajo del asiento. Lo mismo me animo y escribo a mi anciana benefactora de
Illinois, que además me trata de “vos”.
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