La calma del encinar
NUMANTINISMO
Tomás Martín
Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
La RAE lo define con precisión: “Actitud caracterizada por
la defensa extrema y tenaz de las propias posiciones o puntos de vista, a
menudo en condiciones precarias y con pocas posibilidades de éxito”. Pero
podemos acuñar “rajoylismo” como sinónimo de numantino porque, el hasta ayer
presidente del Gobierno, es incapaz de salir de su epidermis. Hasta el célebre
lisiado del El Roto, le colaría todos los balones en la red.
Solo Rajoy sabe lo
que bulle en su cabeza, sus designios, como los de Dios, son inescrutables y su
lema, “yo, yo, yo, yo y después de mí, yo” con una cerrazón grotesca,
esperpéntica y enfermiza, sirvió en bandeja la presidencia del Gobierno a Pedro
Sánchez, sin plantearse salvar algo de ropa para tapar sus vergüenzas, sin
querer proteger al PP del derribo programado y sin importarle un bledo los más
de 10.000 colocados que dedicarán este fin de semana a recoger sus cosas,
recomponer la figura, y achicharrar trituradoras.
Rajoy llevaba mucho tiempo subidito en un ego altanero, en
la creencia de que en su atalaya nada podía importunarlo porque los adversarios
eran incapaces de articular un frente común, como ya ocurrió con la investidura
de Pedro Sánchez, torpedeada en su favor por Podemos. Pero resulta que hasta
los gansos del Guadiana aprenden y tras la primera escaramuza ya no pican el
cebo de la jaula. Su cerrazón numantina lo incapacitó para reaccionar con un
mínimo de pragmatismo y si ayer se vio asistido por Podemos, ahora confiaba en
el PNV, después de pagarle 540 millones
de euros por el peaje de los presupuestos.
Desnortado y fuera de la realidad, su final estaba escrito,
pero podía haber achicado el daño para su partido. Rodeado de un cortejo de
necios, incapaces de decirle que iba desnudo y que todo el mundo le veía la
pilila, Rajoy seguía en su burbuja, desconectado, en la creencia de que una
calle ciega, sorda y muda era incapaz de sorprenderlo en sus juegos, pero
repitió tanto el truco que se descuidó y todos sabíamos en qué bocamanga
guardaba el as. Rajoy, tan patriota él y tan “pepero”, ha preferido la tierra
quemada, el yo o el caos, sin mover un músculo de su cara de granito.
Pedro Sánchez va a presidir un gobierno débil y sometido a
los vaivenes de nacionalistas y demás “istas”, pero el de Rajoy era un Gobierno
agotado, extenuado, incapaz de una respuesta que no fuera la pasividad, a su
imagen y semejanza. No veo razones para la cohetería por la llegada de Pedro
Sánchez y las pirañas que lo han llevado hasta la presidencia del Gobierno,
pero tampoco creo que debamos llorar por la salida de un Rajoy incapaz de
articular una respuesta que no sea el numantinismo cegato de los desconectados.
Hace mucho que España andaba a la deriva y sin timón, como quedó demostrado con
el ridículo que hicimos en el referéndum de autodeterminación en Cataluña.
¿Pedro Sánchez es “enemigo del Estado”, “un traidor a la
Patria”, “el judas de España”, “el que quiere convertirnos en rehenes de
Puigdemont y Otegui”, “el que ha pactado la voladura de España”? Parecen ripios
de Valtónyc. Un poco de calma, le pidió la madre de Boabdil al inutilón de su
hijo. En lo que ha de llegar, que ojalá no sea tan malo como se intuye, Rajoy
también tiene su parte alícuota de responsabilidad. Por mandilón.
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