La calma del encinar
UN SINVIVIR
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
El día que falte Puigdemont algunos nos vamos a quedar tan
huérfanos como cuando desapareció de la escena el “traspolable” ex presidente
de la Asamblea de Extremadura, Fernando Manzano, al que tanto le debemos. Con
él, buen “primo de su primo”, apenas teníamos que poner el título a la columna,
porque todo lo demás lo regalaba con su gracejo cultural. A otros les pasó lo mismo con Franco y por eso
siguen resucitándolo, pero la hojarasca que el viento barre no vuelve al árbol
del que se descolgó y, aunque esté muy trillado, debemos aferrarnos a los
últimos días del Puchi, como insuperable president de la república
independiente de su casa.
Pongámonos en situación para entenderlo. Se lo pasó de
fábula desafiando a todo lo establecido y oyendo cómo lo jaleaban, porque hasta
le gritaron “bonito”, se le metió en la mollera entregarse a la causa de la
nada, para perpetuarse en la historia que estaba escribiendo su ocupadísima
neurona. Fiel a su propósito, puso pies en polvorosa, para huir de una España
franquista, antidemocrática y antigua, en la que no hay leyes, justicia ni
jueces, porque esto es un pesebre en el que todos rumiamos el grano que nos
regala el Gobierno. O sea, Franco. Se veía perseguido en su noble afán de darle
al pueblo catalán hasta su último aliento y después de haberla liado y haberlos
liados a todos, se fue a Bélgica, ese país modélico, ejemplo de democracia
republicana, en el que reina su Alteza Real Alberto II de Bélgica.
Allí, entre paseos, buen comer, cafetitos mañaneros y ópera,
recibe como buen republicano en la suite real del hotel Husa President Park, a los súbditos que han hecho de
Bruselas su Meca. ¿Que cómo puede llevar ese tren el exiliado? Su partido,
CDC-PdCat-Junts per Catalunya, tiene posibles que van del 3 al 30% y además hay
hoteleros que, por amor al prójimo y sin pensar en contraprestación alguna,
están para ayudarlo. Vamos, que tiene menos
prisas en volver de las que tienen sus socios en salir de la cárcel, así
es que ha querido seguir en el machito y gobernar su república de juguete desde
el doloroso exilio, indignándose con los compis de un Oriol Junqueras, que no
acaba de encontrarse cómodo en la cárcel de Estremera.
Puigdemont no cree en la justicia española y reniega del
Tribunal Supremo y del Constitucional porque escriben al dictado, pero acude al
amparo de la justicia española, del Tribunal Supremo y del Constitucional para
que enmienden la plana a la justicia española, al Tribunal Supremo y al
Constitucional… ¡Es chico el lío que tiene en la cabeza!
Y para subrayar la legitimidad que lo ampara como ex presidente/presidente
del país/comunidad, Ómnium y la ANC convocan concentraciones que acaban a
porrazos con la policía autonómica, proclamando así que el juez Llarena, cuando
dejó entre rejas a los “jordis” “por el peligro que suponían para la
convivencia” sabía lo que hacía.
En lo que puede ser el último capítulo del sainete,
Puigdemont reconoce ahora que “los nuestros nos han sacrificado, esto se ha
acabado”, porque él lo que quería era una investidura de cualquier modo, aunque
fuera de la señorita Pepis, para agarrarse a una legitimidad que solo habita en
su cabeza y aunque eso le costara a muchos pasar por la cárcel de Estremera,
mientras él sigue en su suite real… Un sinvivir. ¡Qué pena, nos queda más
Franco que Puigdemont!
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