La
calma del encinar
EL CASO DE
JUANA RIVAS
Tomás
Martín Tamayo
Blog
Cuentos del Día a Día
Suele confundirse petición fiscal con sentencia judicial y
cunde el pánico cada vez que un fiscal solicita una pena que en la calle se considera
excesiva o al revés. Se olvida que contra el vicio de pedir está la virtud de
no dar y que en contadas ocasiones coinciden petición fiscal y sentencia
judicial. La Fiscalía de Granada solicita 5 años de prisión para Juana Rivas,
la nueva “madre coraje” y heroína de las redes, jaleada hasta el ridículo por
el “cantamañanismo” galopante. ¡Rajémonos las vestiduras, que bien parece que
en cada uno de nosotros habita un genio de la jurisprudencia!
La buena señora, supongo
que con el dudoso atenuante de la ignorancia, estuvo un mes desaparecida,
reteniendo a sus dos hijos, menores de edad, para burlar una orden judicial que
la obligaba a entregárselos al padre. ¿De verdad se pensaba que eso no iba a
tener consecuencias? Sin haber sentencia, solo por la petición fiscal, el
clamor popular es de indignación total porque ¿cómo puede solicitarse cárcel
para una mujer que ha sufrido violencia de género? Otra vez lo de las churras y
las merinas.
Ser una víctima de la
violencia de género no exime del cumplimiento de ninguna ley y por mucho mal
trato que haya sufrido Juana Rivas, tiene que cumplir, como todos los demás, las decisiones judiciales. Son asuntos
completamente diferentes, pero Juana, en mala hora, se vio arropada con el “Yo
también soy Juana” de las redes y debió creer que eso era una especie de
licencia para saltarse a la torera la orden de un juez, ratificada por la
Audiencia Provincial de Granada.
No creo que finalmente sea condenada a cinco años, ni que
acabe en la cárcel, pero alguna consecuencia tendrá haber estado un mes
burlando un mandamiento judicial, aunque la culpa habría que repartirla entre
muchos, incluido el presidente del Gobierno -¡otro bienqueda!- que también
quiso rentabilizar políticamente la situación de Juana Rivas: “Hay que ponerse
en el lugar de esta madre”... ¡Pues que se ponga ahora! Detrás de él, el
aluvión de marisabidillas que casi se tatúan el “Yo también soy Juana”.
En este caso han participado muchas organizaciones y
colectivos feministas, arropando fatuamente a Juana, que ahora se ve en el
dilema de afrontar en solitario una decisión, la de huir, que fue muy
colectiva. Todos los que chupaban cámara arropándola, deberían saber que ser
víctima de violencia de género y rebelde con una resolución judicial, son cosas
bien diferentes. Que es víctima de
violencia de género está demostrado en una sentencia contra su ex marido, pero
aun admitida esta evidencia, ella ha desoído resoluciones judiciales que
la obligaban a devolver los niños al padre.
Durante un mes estuvieron jaleándola, animándola a seguir en
su rebeldía, ofreciéndole refugios apartados para que no la pudieran localizar
y montando incluso tinglados de firmas para reclamar no sé bien qué ni a quién.
¿Y ahora? Ahora toca cuestionar el buen
juicio del fiscal, olvidando que Juana Rivas estuvo, desde el principio, mal asesorada por gente que no son ni abogados
y que ahora están investigados por un delito de desobediencia.
Podemos entender que Juana Rivas no quisiera entregar sus
hijos a su ex marido, pero estamos bajo el imperio de la Ley y casos como el
suyo los hay a millares. Solo faltaba que se esculpiera en piedra que las
sentencias judiciales se anulan corriendo o escondiéndose.
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