sábado, 20 de enero de 2018

EL CASO DE JUANA RIVAS

                               La calma del encinar
                               EL CASO DE JUANA RIVAS

                                          Tomás Martín Tamayo
                                          tomasmartintamayo@gmail.com
                                          Blog Cuentos del Día a Día

Suele confundirse petición fiscal con sentencia judicial y cunde el pánico cada vez que un fiscal solicita una pena que en la calle se considera excesiva o al revés. Se olvida que contra el vicio de pedir está la virtud de no dar y que en contadas ocasiones coinciden petición fiscal y sentencia judicial. La Fiscalía de Granada solicita 5 años de prisión para Juana Rivas, la nueva “madre coraje” y heroína de las redes, jaleada hasta el ridículo por el “cantamañanismo” galopante. ¡Rajémonos las vestiduras, que bien parece que en cada uno de nosotros habita un genio de la jurisprudencia!

 La buena señora, supongo que con el dudoso atenuante de la ignorancia, estuvo un mes desaparecida, reteniendo a sus dos hijos, menores de edad, para burlar una orden judicial que la obligaba a entregárselos al padre. ¿De verdad se pensaba que eso no iba a tener consecuencias? Sin haber sentencia, solo por la petición fiscal, el clamor popular es de indignación total porque ¿cómo puede solicitarse cárcel para una mujer que ha sufrido violencia de género? Otra vez lo de las churras y las merinas.

 Ser una víctima de la violencia de género no exime del cumplimiento de ninguna ley y por mucho mal trato que haya sufrido Juana Rivas, tiene que cumplir, como todos los demás,  las decisiones judiciales. Son asuntos completamente diferentes, pero Juana, en mala hora, se vio arropada con el “Yo también soy Juana” de las redes y debió creer que eso era una especie de licencia para saltarse a la torera la orden de un juez, ratificada por la Audiencia Provincial de Granada.

No creo que finalmente sea condenada a cinco años, ni que acabe en la cárcel, pero alguna consecuencia tendrá haber estado un mes burlando un mandamiento judicial, aunque la culpa habría que repartirla entre muchos, incluido el presidente del Gobierno -¡otro bienqueda!- que también quiso rentabilizar políticamente la situación de Juana Rivas: “Hay que ponerse en el lugar de esta madre”... ¡Pues que se ponga ahora! Detrás de él, el aluvión de marisabidillas que casi se tatúan el “Yo también soy Juana”.

En este caso han participado muchas organizaciones y colectivos feministas, arropando fatuamente a Juana, que ahora se ve en el dilema de afrontar en solitario una decisión, la de huir, que fue muy colectiva. Todos los que chupaban cámara arropándola, deberían saber que ser víctima de violencia de género y rebelde con una resolución judicial, son cosas bien diferentes. Que es víctima de violencia de género está demostrado en una sentencia contra su ex marido, pero aun admitida esta evidencia, ella ha desoído resoluciones judiciales que la obligaban a devolver los niños al padre.

Durante un mes estuvieron jaleándola, animándola a seguir en su rebeldía, ofreciéndole refugios apartados para que no la pudieran localizar y montando incluso tinglados de firmas para reclamar no sé bien qué ni a quién. ¿Y ahora? Ahora toca  cuestionar el buen juicio del fiscal, olvidando que Juana Rivas estuvo, desde el principio,  mal asesorada por gente que no son ni abogados y que ahora están investigados por un delito de desobediencia.

Podemos entender que Juana Rivas no quisiera entregar sus hijos a su ex marido, pero estamos bajo el imperio de la Ley y casos como el suyo los hay a millares. Solo faltaba que se esculpiera en piedra que las sentencias judiciales se anulan corriendo o escondiéndose.


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