viernes, 15 de diciembre de 2017

DIFÍCIL PORTUGAL



                             La calma del encinar
                             DIFÍCIL PORTUGAL

                                                  Tomás Martín Tamayo
                                                  tomasmartintamayo@gmail.com
                                                  Blog Cuentos el Día a Día

Saber portugués no garantiza a nadie entender a los portugueses, que suelen tener una visión muy propia, muy portuguesa, en sectores tan comunes y globalizados como el turismo. “Portugal vai á sua passagem”, dicen en una guía turística oficial. Efectivamente, Portugal va a su paso, aunque con su paso pisen a la gallina de los huevos de oro. El turismo es responsable directo de más de un millón de empleos y supone casi el 7% del PIB, pero ellos siguen a su paso, que a todas luces es un paso cambiado, porque limita mucho las posibilidades de crecimiento en el sector. Los portugueses venden poco y mal, lo que no impide que algunos mantengamos una querencia extraña hacia Portugal.

¿Tiene mucho atractivo obligar al turista a esperar hora y media para pagar el peaje de Elvas hacia España? Pues el pasado domingo sucedió y seguro que nadie pondrá remedio a semejante disparate, porque las soluciones fáciles, como levantar la barrera para deshacer el embudo en el momento de máxima concentración de vehículos, no se contemplan en Portugal. Kilómetro y medio de cola para pasar por ventanilla y poder pagar 16 euros. Voces, gritos de protesta, bocinazos, hombres y mujeres orinando en la cuneta y  ellos “á sua passagem”, según contaba Evaristo Fdez. de la Vega en HOY.

En la playa de Comporta, la más cercana que tenemos los pacenses, alquilar una sombrilla y dos tumbonas cuesta veinte euros, lo que explica que su ocupación sea mínima, porque en la mentalidad del portugués no entra bajar los precios para alquilarlas todas. Y hay que añadir tres euros de aparcamiento, treinta y dos del peaje y el combustible. Eso si se lleva la nevera o el bocadillo, ya que comer allí cuesta un mínimo de cuarenta euros por persona, aunque es fácil encontrar mesa porque, como en las tumbonas, la ocupación es mínima. Un baño en “nuestra” playa de Comporta, llevando la comida, cuesta cuatro horas y cincuenta euros. Para pensárselo.

La prensa portuguesa recoge con frecuencia la queja de la hostelería porque en muchos pueblos de la raya, el sector ha caído casi un 50%, lo que no supone ninguna novedad para los asiduos porque, inexplicablemente, Portugal sube los precios en la misma proporción que baja su expectativa hotelera. Si baja la demanda encarece la oferta. ¡Con un par! Comer en Portugal sale más caro que hacerlo en cualquier costa española. Hay que buscar mucho para encontrar un folleto en español y en los restaurantes portugueses, incluso en algunos fronterizos, siguen empeñados en hacer guiños a los ingleses, italianos, franceses y alemanes, pese a que el 70% seamos españoles. En Madeira, en septiembre, no había guías ni  folletos turísticos en español y la explicación del responsable de la oficina es para enmarcar: “No hay porque están agotadas”.




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