La calma del encinar
SON NOSOTROS
Tomás Martín
Tamayo
Blog Cuentos del
Día a Día
Tras las batallas
del domingo, lunes, martes, miércoles…, en medio del silencio generalizado y
cobarde, esta semana se oyó nítido el mensaje de G. Fernández Vara, pidiendo
que no solo se hiciera recuento de las cargas policiales, sino también de las
que la propia policía había recibido, vía insultos, empujones, escupitajos y
golpes. Me pareció valiente que pusiera un punto de cordura en medio del
alineamiento y la sinrazón y acertado
que apelara a la carne y a la sangre de policías y guardias civiles, con un
toque de solidaridad castúa: “son nosotros”.
El PSOE había dado un nuevo giro y subiéndose al carro del estrafalario
guion de los golpistas, chapoteaba en
las cargas policiales, aparcando el secesionismo, la arbitrariedad, la burla y
la brutalidad de unas masas enardecidas desde las propias instituciones. Pretender
con esos mimbres acorralar en el Congreso a la vicepresidenta es alinearse y
entrar en el juego sucio de los golpistas. ¡Ay, Pedro Sánchez, os habéis empeñado en perpetuar a Rajoy!
Vamos pasando de
puntillas, como si nos llevaran de las bridas, de la raíz del conflicto, para
detenernos en el recuento de los palos, ficticios y reales, que se dieron,
porque la Generalitat, desasistida de vergüenza y dignidad institucional, daba
un “parte de guerra” con más de ochocientos heridos, ocultando que solo dos
habían sido hospitalizados. De los policías y guardias civiles ni una palabra,
al enemigo ni agua… ¡Qué pena de institución, metida hasta las entrañas en el
fango de la mentira y la arbitrariedad! Esos policías y guardias civiles
cumplían órdenes judiciales y, por los resultados reales, es evidente que lo
hicieron con mesura porque incluso evitaron el órdago de alguna víctima mortal,
que parece que era el objetivo de algunos. Sí GFV, ellos “son nosotros” y,
entre otras misiones, lo suyo es hacer efectivas las órdenes judiciales y
restituir el orden, jugándose su propia integridad física.
El 2 de julio de
1987, sobre las 14´30, cuatro reclusos de la prisión de Badajoz se amotinaron,
exhibiendo tres pistolas. Retuvieron a varios funcionarios y trabajadores del
Centro, abrieron las puertas de todos los módulos y lograron que un contingente
importante de los reclusos más peligrosos secundara su huida hacia ninguna parte.
Exhibiendo las pistolas, con algún que otro tiro al aire, se hicieron con el
control de la prisión y todos los intentos para que depusieran su actitud
resultaron fallidos. Después de cada negociación se mostraban más seguros,
exigentes y envalentonados. Yo mismo lo intenté, porque el cabecilla, Ruiz
Santaella, era alumno mío, pero el resultado no fue diferente. Agotadas todas
las fases para un entendimiento, porque las exigencias de los amotinados eran
inviables, enviaron a un cuerpo de
elite, el UEI, (Unidad Especial de Intervención) de la Guardia Civil que, con apenas una veintena
de efectivos, haciendo gala de una efectividad admirable, resolvieron el
conflicto. ¿Alguien cree que lo consiguieron contando chascarrillos o
compartiendo una litrona con los amotinados? Esa fase ya había pasado. No se
llamó al UEI para que se dedicaran al bla, bla, bla, sino para que resolvieran.
Y resolvieron. Por cierto que Ruiz Santaella fue la única víctima mortal de su
aventura suicida. ¿Alguien criticó a la UEI? Solo recibieron felicitaciones.
No se puede estar al mismo tiempo a favor de
la legalidad y en contra de sus
consecuencias y, sin una estrategia electoral repugnante, no es decente dar
oxígeno a unos golpistas a los que, supuestamente, se quiere doblegar. Ya está
bien de hipocresías, enredos y disimulos tácticos.
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