sábado, 23 de septiembre de 2017

BUSCANDO UN MUERTO

                          La calma del encinar
                          BUSCANDO UN MUERTO

                                              Tomás Martín Tamayo
                                              tomasmartintamayo@gmail.com
                                              Blog Cuentos del Día a Día


He estado unos días aislado, física y mentalmente, y al volver un amigo me pone frente al desasosiego de los acontecimientos de una forma muy efectiva y resumida: “Deberías haberte quedado donde estabas”. Pero  uno no puede quedarse indefinidamente en la contemplación de las flores de cactus y, como en el tango, “siempre se vuelve al primer amor”. Me fui con el aberrante disparate de Cataluña y al volver me encuentro con un centenar de energúmenos que, en defensa de su chistoso concepto de la democracia, impiden a la policía cumplir con el mandato judicial de entrar en la  sede/cochiquera de unos pocos, la CUP o parecido, que son los que llevan el timón del independentismo en la sufrida Cataluña. ¿Y Puigdemond? Está colocándose el peluquín para salir más bonito. Todos están buscando un muerto para victimizarse.

 España está en las portadas del mundo por esta “crónica de un golpe de estado anunciado”, como México, lindo y querido, lo está por el nuevo cataclismo surgido de sus entrañas. La diferencia es que el seísmo dio su zarpazo sin avisar, en el mismo sitio y a la misma hora, 32 años después de aquel otro que se llevó a 10.000 víctimas, mientras que los chulapones del golpismo catalán, los ideólogos del viejo fascismo, hoy, todavía, siguen libres, anunciando sus propósitos golpistas, amparándose en la protección de unas leyes que desprecian y quieren pisotear, pero viviendo como dictadores africanos con nuestro dinero. No establezco comparación alguna, es solo temporal, entre un seísmo y otro, pero repugna más la soberbia y altanería de unos tiparracos que juegan descaradamente con las bases fundamentales de nuestro sistema y, al mismo tiempo que desprecian al Tribunal Supremo o Constitucional, acuden a su amparo para que protejan su derecho a dar un golpe de estado. ¿Se puede tener más cara y ser más sinvergüenzas? Pues ahí tenemos a los tribunales estudiando sus demandas.

 ¿Somos unos locos o somos unos locos? Somos unos gilipollas. España, con tantas garantías y proteccionismos, es “Gilipollandia”, un país tan tolerante con los delincuentes de altura y pedigrí, que es capaz de soportar años y años que una comunidad se vea pisoteada y en el desgobierno absoluto por una banda que, después de dedicarse al trinque más descarado, todavía se cabrean porque no los dejamos separarse para poder trincar más. A río revuelto, ganancia de pescadores.  El molt honorable Pujol  y su banda siguen en la calle y protestando indignados porque, pobrecitos, la pérfida España no los deja poner fronteras en lo que creen que es su cortijo. ¿Y a Mas, el otro que tal, le han incautado ya sus propiedades? Ay que me da la risa.

Cataluña lleva muchos años chapoteando en el fango y desasosiego que unos desalmados imponen desde las instituciones, con la colaboración necesaria de otros, tan desalmados como ellos, que al socaire de un estrafalario “derecho a decidir”, son capaces de alinearse hasta con el expeditivo recurso del tiro en la nuca, que no deja de ser también un derecho a decidir del pistolero. Y hablando de los que hablan, no olvidemos a los que callan. ¿Dónde están los pio, pio de las comunidades autónomas, los intelectuales, universidades, las altas cabezas pensantes, alcaldes de capitales, presidentes de diputaciones y todos esos “pepitos grillos” que saltan sobre cualquier ñoñería de la actualidad para lucir palmito y decir “aquí estoy yo”?

Con todo, sigo en el tango: “hoy guardo escondida/ una esperanza humilde/ que es toda la fortuna/ de mi corazón”.




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