sábado, 10 de junio de 2017

ABRIRSE DE PIERNAS

                          La calma del encinar
                          ABRIRSE DE PIERNAS

                                              Tomás Martín Tamayo
                                              tomasmartintamayo@gmail.com
                                              Blog Cuentos del Día a Día

Tan extremas son las feministas iracundas que acaban en la misandria como los antifeministas ceporros que concluyen por rechazar cualquier propuesta, por sensata que sea, que proceda del feminismo. Esta semana ha sido noticia que dos asociaciones madrileñas, “Mujeres en lucha” y “Madres estresadas” han promovido una iniciativa para que los usuarios masculinos del servicio de autobuses urbanos no se “desparramen” en sus asientos y respeten el espacio de los demás. Muy delicado me parece el término de la solicitud, porque el correcto, el que recoge el DRA, es despatarrarse y nada tiene que ver con el machismo ni con el feminismo, porque es un tema que debe circunscribirse al ámbito de la educación, la sensibilidad, la delicadeza y el respeto a los demás.


Ocupar un espacio que no nos corresponde, abriendo las piernas hasta invadir el indeterminado pero lógico de los asientos contiguos, es un acto incívico,  una agresión a los derechos de los demás y da igual que el agredido sea una mujer,  un hombre o que el invasor sea un hombre o una mujer. Lo verdaderamente llamativo es que algo tan lógico tenga que solicitarse desde una pegatina, en la que un muñeco -¿por qué no una muñeca?-, ocupa el asiento propio y parte de los otros dos. ¿Qué tiene que ver esto con el feminismo? Personalmente aplaudo la iniciativa de los dos colectivos feministas, me sumo a ella y hasta me agradaría que siguieran señalando obviedades que, por mal educados, solemos olvidar, porque la invasión del espacio del vecino no solo se da en los autobuses.

¿No se han encontrado nunca en un cine a un mastuerzo que, además de ocupar todo el reposabrazos que debe ser compartido, mete sus codos en los asientos laterales, se tiende en su butaca, abre las piernas  hasta casi ocupar tres asientos y eructa después de deglutir colas y palomitas? Pues que vayan preparando pegatinas porque ese homínido pertenece a una especie muy abundante. Lo mismo ocurre en las salas de espera de las estaciones de autobuses, en los hospitales, en los estadios de fútbol, en los aviones y hasta en los pasos procesionales, en los que ha habido trifulcas con tipos que querían el “tres por uno”.

¿Es también cuestión de decoro, de recato o de pudor? Puede, pero sobre todo lo es de educación y civismo y hemos de reconocer que el despatarre grosero y abusón es más propio en hombres que en mujeres, aunque no hay parto sin sangre. Hace unos días, en el aeropuerto París-Orly, frente a la fila de asientos en la que yo esperaba, una despatarrada, joven y físicamente agraciada, nos mostraba su sonrisa vertical, con las piernas grotescamente abiertas y sin parapeto textil para ninguna intimidad. O sea.

¿Pegatinas también contra los que se tienden en los asientos, dormidos o simulando que duermen, mientras otros usuarios permanecen de pie? ¿Contra los que consideran que su mochila tiene derecho prioritario de asiento? ¿Y los que se sientan al lado, con auriculares a tal volumen que se convierten en amplificadores de feria? ¿Los que comen pipas y escupen las cáscaras, los que comparten sus efluvios de axila, los que regalan sus olores corporales, la suciedad en la vestimenta? ¿Y los que se saltan las colas hasta en el híper…?

No debería ser necesario semejante recordatorio, pero como lo es, celebro la iniciativa y si eso es feminismo, en eso soy un feminista. Mira tú.
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