sábado, 8 de abril de 2017

LA VIDA SIGUE IGUAL

                           La calma del encinar
                           LA VIDA SIGUE IGUAL

                                                    Tomás Martín Tamayo
                                                     tomasmartintamayo@gmail.com
                                                     Blog Cuentos del Día a Día



Me reconozco “habilidad” para llevarme mal, o no llevarme, con los que mandan, pero tengo asumido que la culpa es mía porque me sé excesivamente puntilloso y crítico con ellos. Puede que tenga una visión muy particular, que hace que vea y sienta más persona al que está en la oposición que en el poder, ya que detectó la transformación que sufre el que lo consigue. No hay excepciones y nada más llegar, todos comienzan a verse más guapos, a romper amarras y a mantener las distancias aunque, por educación, unos son más sutiles que otros, pero en el fondo, vinos de la misma pitarra.

El que está arriba nunca está solo porque hay gente que siempre huelen la pomada y consiguen ser amigos o cercanos del que sube y, por si acaso, del que baja, comportándose como agentes dobles, al servicio del que gana y del que pierde, para después elegir la orilla que en cada momento les interese. Acomodaticios que son, gente chicle, hombres plastilina que los que mandan necesitan para sostener su ego y verse bonitos. Pelotas, sonreidores y halagadores profesionales son sus manjares favoritos. En mi caso todo son lanzas y aunque hago de Cirineo en los momentos de dificultad, ayudando a subir la cuesta y a llevar la cruz, a la hora de las entradas gloriosas, o de la “resurrección”, siempre desaparezco y estoy ausente, porque yo soy más cuchillo que cuchara y  ellos valoran más una sonrisa aduladora que una crítica sincera. Inevitablemente me acuerdo de mi abuelo Federico, maestro de Campillo de Llerena, mi pueblo, al que quisieron fusilar los republicanos, porque lo consideraban franquista y los de Franco, porque lo creían republicano. Nunca le fue bien, ni con unos ni con  otros y él mismo se admiraba del “sentido de la orientación” de los que en todas las aguas flotaban y de todas las tetas mamaban. Vamos, que de casta le viene al galgo.

Durante los años de botellón  de la legislatura anterior, cada artículo que publicaba en HOY los socialistas lo difundían hasta por señales de humo, me retuiteaban centenares de veces, me compartían en Facewood, aplaudían, escribían y hubo ocasiones en las que incluso fotocopiaron algunos de mis artículos para distribuirlos en reuniones y asambleas porque, según me decían,  servían de argumentario… No había nadie tan guay como yo. Menos mal que ya estoy de vuelta de mil soflamas y casi el mismo efecto me hacen las puyas como los aplausos, cuando sé que se han cocido en el mismo puchero. Ahora, intercambio de cromos, empiezan a aplaudir los que ayer callaban y callan los que aplaudían.


¿Qué ha pasado, dónde estáis que ahora no os veo por ninguna parte? ¿Escribo peor, mis ideas ya no son tan progresistas ni sirven de argumentario? Dos sopapos mal pegados y me abandonó el desodorante. Soy el mismo, escribo como escribía y en el mismo sitio, digo lo que decía y pienso lo que pensaba, pero  no soy de barricadas ni de prietas las filas y eso no se soporta. Podía decir que tomo nota, pero no es verdad, porque la rueda gira y sé que se repiten los días de la semana. Unos que vienen, otros que se van, no os echo de menos,  ni falta que me hace. La vida sigue igual.
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