sábado, 17 de diciembre de 2016

QUÉ PENA DE LEYENDA

                                  La calma del encinar
                                  QUÉ PENA DE LEYENDA

                                                              Tomás Martín Tamayo
                                                               tomasmartintamayo@gmail.com
                                                               Blog Cuentos del Día a Día

Durante más de cien años, en las noches del 25 y 26 de junio, muchos se daban cita en una planicie próxima a las Colinas Negras de Dakota, porque en sus laderas la luna reflejaba la sombra del mítico jefe sioux, Lobo Largo, y el viento acercaba el eco del resoplar nervioso de su caballo. Incluso se habilitaron zonas para aparcar autobuses. Algunos llegaron a grabar sus gritos de guerra, mientras galopaba atravesando los prados y crestas, con una antorcha que iluminaba el suelo que le pertenecía. Para miles de personas, Lobo Largo era el símbolo de la resistencia, cuyo espíritu rebelde e inquebrantable seguía galopando sobre la tierra de sus ancestros. Lobo Largo participó en la famosa batalla de Little Big Horn, el 25 y 26 de junio en 1876, en la que fue exterminado el Séptimo Cuerpo de Caballería y en la que murió el general Custer.

 De los tres jefes indios que en coalición lograron vencer a Custer, estaban localizadas las tumbas de Toro Sentado y Caballo Loco, pero durante 110 años buscaron inútilmente la del huidizo Lobo Largo, que había sido determinante en la  mayor catástrofe de la época para la caballería norteamericana. Lobo Largo y sus guerreros afrontaron los mayores riesgos durante la batalla y fue herido en el pecho, en el cuello y en una pierna, que quedó prácticamente descarnada, pero se negó a participar en las festividades del triunfo y desapareció misteriosamente durante su convalecencia. Se creyó que había muerto, dejando instrucciones muy concretas para que nunca se conociera el lugar donde reposaban sus restos, pero siguieron buscándolo en las colinas que reflejaban su sombra, cada mes de junio. Otros estaban convencidos de que seguía vivo y aseguraban que lo sentían cerca cada vez que se adentraban en las praderas que fueron testigo de sus hazañas… ¡La verdad desnuda historias muy bonitas, lástima!

En la reforma de un cementerio londinense, en Brompton, en un extremo que nadie visitaba, encontraron una tumba cubierta de hierba y musgo, con una lápida de piedra negra y una leyenda, tallada superficialmente, que a nadie decía nada: “Sioux. Long Wolf, 1892”. Fue el dato que necesitó Elizabeth Knight, que desde hacía mucho seguía la pista  del aventurero Robert Cunningham Grahame, que había dejado escrito en una nota que los restos de Long Wolf (Lobo Largo), vencedor de Custer, estaba en una tumba descuidada de un atestado cementerio de Londres". Comprobada la autenticidad, fueron repatriados a Estados Unidos y una nieta de Lobo Largo, Pluma Negra, de noventa y cinco años, presidió la ceremonia en la que participaron unos cinco mil indios, que llevaron con veneración al mítico guerrero hasta las colinas que lo vieron crecer y combatir.
 
 Parece que nadie estaba interesado en conocer más sobre la desaparición  y tras el funeral, sin preguntas, el silencio respetuoso. Inteligencia india. ¿Pero por qué estaba la tumba del jefe sioux en Londres? Tras la batalla de Little Big Horn, Lobo Largo quedó malherido y se ocultó durante dos años para que nadie pudiera verlo maltrecho, indefenso o vencido. Después, por razones que se desconocen, viajó a Europa y se refugió en Londres, donde acabó enrolándose en el circo de Búfalo Bill, para hacer acrobacias sobre su caballo y posar con los niños para fotografías de recuerdo…

¡Ojala no lo hubieran encontrado nunca!  Las Colinas Negras de Dakota enmudecieron, su sombra desapareció y el viento silenció el resoplar de su caballo. ¡Qué pena de leyenda!

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