La calma del encinar
QUÉ PENA
DE LEYENDA
Tomás Martín Tamayo
Blog Cuentos del Día a Día
Durante más de cien años, en las noches del 25 y 26 de junio,
muchos se daban cita en una planicie próxima a las Colinas Negras de Dakota,
porque en sus laderas la luna reflejaba la sombra del mítico jefe sioux, Lobo
Largo, y el viento acercaba el eco del resoplar nervioso de su caballo. Incluso
se habilitaron zonas para aparcar autobuses. Algunos llegaron a grabar sus
gritos de guerra, mientras galopaba atravesando los prados y crestas, con una
antorcha que iluminaba el suelo que le pertenecía. Para miles de personas, Lobo
Largo era el símbolo de la resistencia, cuyo espíritu rebelde e inquebrantable seguía
galopando sobre la tierra de sus ancestros. Lobo Largo participó en la famosa
batalla de Little Big Horn, el 25 y 26 de junio en 1876, en la que fue
exterminado el Séptimo Cuerpo de Caballería y en la que murió el general Custer.
De los tres jefes
indios que en coalición lograron vencer a Custer, estaban localizadas las
tumbas de Toro Sentado y Caballo Loco, pero durante 110 años buscaron
inútilmente la del huidizo Lobo Largo, que había sido determinante en la mayor catástrofe de la época para la
caballería norteamericana. Lobo Largo y sus guerreros afrontaron los mayores
riesgos durante la batalla y fue herido en el pecho, en el cuello y en una
pierna, que quedó prácticamente descarnada, pero se negó a participar en las
festividades del triunfo y desapareció misteriosamente durante su convalecencia.
Se creyó que había muerto, dejando instrucciones muy concretas para que nunca
se conociera el lugar donde reposaban sus restos, pero siguieron buscándolo en las
colinas que reflejaban su sombra, cada mes de junio. Otros estaban convencidos
de que seguía vivo y aseguraban que lo sentían cerca cada vez que se adentraban
en las praderas que fueron testigo de sus hazañas… ¡La verdad desnuda historias
muy bonitas, lástima!
En la reforma de un cementerio londinense, en Brompton, en
un extremo que nadie visitaba, encontraron una tumba cubierta de hierba y
musgo, con una lápida de piedra negra y una leyenda, tallada superficialmente,
que a nadie decía nada: “Sioux. Long Wolf, 1892”. Fue el dato que necesitó Elizabeth
Knight, que desde hacía mucho seguía la pista del aventurero Robert Cunningham Grahame, que
había dejado escrito en una nota que los restos de Long Wolf (Lobo Largo),
vencedor de Custer, estaba en una tumba descuidada de un atestado cementerio de
Londres". Comprobada la autenticidad, fueron repatriados a Estados Unidos
y una nieta de Lobo Largo, Pluma Negra, de noventa y cinco años, presidió la
ceremonia en la que participaron unos cinco mil indios, que llevaron con
veneración al mítico guerrero hasta las colinas que lo vieron crecer y
combatir.
Parece que nadie
estaba interesado en conocer más sobre la desaparición y tras el funeral, sin preguntas, el silencio
respetuoso. Inteligencia india. ¿Pero por qué estaba la tumba del jefe sioux en
Londres? Tras la batalla de Little Big Horn, Lobo Largo quedó malherido y se
ocultó durante dos años para que nadie pudiera verlo maltrecho, indefenso o
vencido. Después, por razones que se desconocen, viajó a Europa y se refugió en
Londres, donde acabó enrolándose en el circo de Búfalo Bill, para hacer acrobacias
sobre su caballo y posar con los niños para fotografías de recuerdo…
¡Ojala no lo hubieran encontrado nunca! Las Colinas Negras de Dakota enmudecieron, su
sombra desapareció y el viento silenció el resoplar de su caballo. ¡Qué pena de
leyenda!
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