viernes, 29 de enero de 2016

EXCESIVAMENTE BURDO



       

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                              La calma del encinar
                              EXCESIVAMENTE BURDO


                                                            Tomás Martín Tamayo
                                                            tomasmartintamayo@gmail.com
                                                            Blog Cuentos del Día a Día



A veces creemos que en política lo tenemos todo visto, pero no dejamos de sorprendernos porque la impudicia de algunas puestas en escena logra sorprendernos. Vi en directo la “entronización” de Pablo Iglesias como futuro vicepresidente del Gobierno, secundado por el coro de los ministrables que proponía y reconozco que me dejó perplejo. Nunca había visto nada igual ni parecido porque, aunque sé que el reparto de sillones es esencial en la política y para los políticos, siempre se disimula envolviéndolo todo con el celofán de las buenas intenciones, los programas, los ejes sociales e incluso las líneas rojas… Y aunque  el reparto esté firmado, lo normal es ocultarlo y decir que lo que menos importa son los sillones, que quedan siempre supeditados a los objetivos, bla, bla, bla… O sea, que se lija y barniza un poco la madera para que no resulte tan “caja de sardinas”. Lo de Pablo Iglesias fue caja de bacalao salado.

Pablo Iglesias y su coro, incluido el teniente general al que exhibe como un trofeo de caza, hicieron acto de presencia para entrar a matar sin  haber banderilleado al morlaco, saltándose todas las partes de la lidia, poniendo las cartas sobre la mesa y descartando cualquier disimulo: Más o menos: “quiero ser vicepresidente y la mitad del Consejo de Ministros”. Íñigo Errejón que estaba a su lado asentía con su carita de primera comunión y los demás miraban al frente, como un ejército dispuesto a entrar en combate para mostrar los poderes del líder de Podemos.

¿En eso consiste la nueva política, es eso la “anticasta”? Bueno, pues es más de lo mismo pero a lo bruto, sin vaselina y en plan cardenal Cisneros… Recuerden, cuando los nobles comenzaron a cuestionar la autoridad del regente, preguntándole descaradamente en qué se basaba para mostrar tanto poder, el enérgico cardenal aparcó las sutilezas y mostró a los presentes su verdadero poder. Señalando desde un balcón a un batallón de soldados, listos para entrar combate, respondió: “Estos son mis poderes”. Chitón en boca. El cardenal fue tan rotundo como certero, pero Pablo Iglesias, haciendo lo mismo, se pasó con el ruido que hacen los faroles al chocar unos con otros porque en el poderío que señalaba había mucha cancamusa y descaro, ya que el aparente poder que le otorgan  sus 69 diputados está tan cuarteado que es inevitable ver el 69 bucogenital del Kamasutra.

Es verdad que Pedro Sánchez tampoco disimula sus ganas por llegar. Y que  Rajoy no suelta ni con la electrocución de las corruptelas que salpican al PP, en plena fase de negociación, porque sabe que si se va la cuerda apretará su cuello. Pero si se llega, como Podemos, publicitando un cambio, no se puede perseguir lo mismo y de la misma manera. Pablo Iglesias, despojado de envolturas, demostró que pertenece a la misma “casta” de la que se ha valido para escalar hasta la vicepresidencia que sueña. ¿Era ese despropósito su verdadero propósito? Lo vi tan excesivamente burdo que se me antoja que solo era el pico de la muleta para ocultar sus verdaderas intenciones. Creo que si el PSOE baja la guardia y se descuida un poco -¡ñam, ñam!-, en la próxima embestida se lo servirá de cena. Pedro Sánchez puede cantar “ni con Pablo ni sin Pablo tienen mis males remedio…” Cosas.
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