miércoles, 23 de diciembre de 2015

GESTOS QUE DIGNIFICAN



                       


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                        La calma del encinar
                        GESTOS QUE DIGNIFICAN

                                                        Tomás Martín Tamayo
                                                        tomasmartintamayo@gmail.com
                                                        Blog Cuentos del Día a Día


El 26 de mayo de 1991 se celebraron en España elecciones autonómicas y municipales. Hacia las diez de la noche, recibí una llamada de José Ramón Caso, secretario general del CDS. Fue muy corta,  para felicitarme porque  “en Extremadura, pese a perder cinco diputados,  con los tres conseguidos  habéis salvado los muebles, pero el varapalo ha sido muy severo en todas las comunidades y municipios”. A esa hora yo sabía casi como él, porque la televisión, la radio y el teléfono no dejaban de adelantar el escrutinio con datos cada vez más alarmantes para el CDS. Pero la llamada del secretario general trascendía a la mera felicitación y antes de despedirse me alertó: “Si los datos que tenemos se confirman, en un par de horas dimite el presidente, tenemos que impedirlo. ¡Llámalo!”.

Durante las dos horas siguientes estuve llamando al teléfono directo de Suárez, pero se agotaban las llamadas sin que lo descolgara. Supongo que a todos los presidentes autonómicos del CDS nos pasó lo mismo. A las 12 de la noche los comentaristas de las diferentes cadenas callaron y Adolfo Suárez ocupó las pantallas para anunciar que, como presidente del CDS, se sentía responsable del retroceso del partido y que dimitía con carácter irrevocable. Dos días después convocó al comité nacional para ratificar una renuncia que mantuvo, pese a que en la rueda de intervenciones todos le pedimos que siguiera.

 Suárez ya había presentado su dimisión como presidente del Gobierno porque consideró que era más útil  a España yéndose que quedándose  y ahora lo hacía como presidente del CDS, porque se sentía responsable del retroceso del partido. Sabíamos que el CDS aún no había superado la etapa de “proyecto personalista” y que sin Suárez no había solución posible, pero  me pareció un gesto de dignidad su dimisión y al concluir el comité lo saludé en silencio, por saber asumir una responsabilidad coral y obrar en consecuencia. El PSOE, AP, el PCE… podían sobrevivir sin sus fundadores, pero el CDS aún no había superado esa etapa inicial y la identificación del electorado era de CDSuárez… Salvando las distancias ¿qué sería hoy de Ciudadanos sin Albert Rivera?
 
¿Y este recordatorio? Dimitir no es un verbo que se conjugue frecuentemente en la clase política y se me hace inevitable la comparación de ese gesto reiterado de Suárez, con  mastuerzos y ocurrentes, que permanecen aferrados al puestecillo, pese a la evidencia de que, fracaso tras fracaso, harían menos daño a su partido yéndose que quedándose. Perder el poder y perder cuatro elecciones consecutivas, autonómicas, municipales, europeas y generales, es un aldabonazo muy sonoro, pero los sordos abundan mucho en política y no hay peor sordo que el que no quiere oír ya que sólo tiene dos opciones, la sordera o la irrelevancia pues, a fin de cuentas, de lo único que de verdad han ejercido es de chupópteros de un sistema en el que por encima de todo prima el dedo del padrino.

Estos días Fernández Vara ha pedido la dimisión de Monago, con lo que nuevamente vuelvo a preguntarme quien asesora al líder socialista, porque no es normal que un político tire piedras a su tejado. ¿Todavía no se ha enterado  Vara de que mientras más Monago menos PP? ¡Pues vaya!
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