jueves, 15 de octubre de 2015

VAN SOBRADOS



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                                La calma del encinar
                                VAN SOBRADOS
                                 
                                           Tomás Martín Tamayo
                                           tomasmartintamayo@gmail.com
                                          Blog Cuentos del Día a Día


Al pedante y engreído se le nota su suficiencia como al rico tonto su dinero. No pueden remediarlo y esto se da en todas las facetas de la vida, sea la política, la literatura, el periodismo, los negocios, ciertas profesiones, el mundo del dinero... Como dice José Mota, “el que es tonto-tonto-tonto, lo es para siempre y no para un rato”, pero en la política es donde los necios brotan y crecen con más celeridad. Conoces a un tipo que parece normalito, incluso accesible y solidario, y a los cuatro días se le nota hasta en los andares que tiene un carguillo. ¿No han reparado en la metamorfosis de Alfonso Alonso, portavoz del Partido Popular y Ministro de Sanidad? La criatura siempre fue algo repipi e iba de marisabidillo, pero desde que las cámaras los miraron es que tiene unos subidones de vanidad que le hacen incluso andar como dicen que lo hacía Billy el Niño, cuando soplaba el cañón y  enfundaba su pistola, después de cargarse a alguien.

Hubo un momento en el que a Ibarra lo ponías entre cien tipos de su edad, de su estatura y vestidos como él y estoy seguro de que en una rueda de reconocimiento de “engreídos” cualquier lapón lo señalaría como el “mandamás”, porque el podercito que ostentaba se le había subido tanto que lo llevaba tatuado en la frente. Y no se le ha borrado. Aunque sea un jubilata, sigue distanciado del resto de los mortales porque, nueve años después, aún no se ha bajado del coche oficial, que es un signo que separa a la casta de los cualquierillas y chiquilicuatres. Recuerdo que yo también tuve coche oficial y que renuncié a él el día que HOY publicó una foto y me vi como los veo. ¡Qué grima me dio verme tan relamido, abrochándome la chaqueta mientras me bajaba del coche! Dos horas después me bajé para siempre.
 
¿Qué me dicen de Soraya Sáenz de Santa María? Cuando se enzarzaba en riñas callejeras con la vice Teresa Fernández de la Vega, que también iba sobradísima, hasta resultaba simpática mientras le apuntaba con su aguijón, pero la criatura desde que es vicepresidenta parece que hasta se ve alta de tanta altivez como imprime a sus paridas. No ha crecido, pero ahora mira desde arriba. ¡Cómo se nota que manda! Con el desaparecido Carlos Floriano pasó algo parecido. Siempre fue pijolatis, pero sin estridencias. Llegó a Madrid como soldado de fortuna, pero le pusieron los entorchados de brigadier y se le fue la chota hasta parecerse más a su caricatura que a él mismo.

A otro que ya se le notan  -hasta atusándose el pelito-, las dificultades que está teniendo para asumir el protagonismo del momento, es a Albert Rivera, el líder de Ciudadanos. Cada día resulta más retórico y pedantín y como tenga un buen resultado en las generales me temo que será de los que leviten y tengan orgasmos al verse en un espejo. ¿Y qué decir de los que cambian incluso el tono de voz y yendo de castúos hablan en vallisoletano extremo? En mi pueblo se hizo famosa una gili que al enterarse de que el coche en el que iba pasaba por Don Benito exclamó muy fina ella: “¡Jolines!” Pues eso.
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