viernes, 16 de enero de 2015

¿Y SI HAY UNA GUERRA Y NO VA NADIE?

                            
                             El son de los asombros
                           ¿Y SI HAY UNA GUERRA Y NO VA NADIE?

                                                                       Tomás Martín Tamayo
                                                                       tomásmartintamayo@gmail.com
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La proclama pacifista “¿Y si hay una guerra y no va nadie?” tiene muchas autorías, incluida la de John Lennon, pero su autor fue Jean Jaurès, maestro, político socialista y militante antibelicista francés, que en 1913 la escribió en L´Humanité, periódico que él mismo había fundado. Sonaban tambores de guerra y Jaurés lanzó la proclama en un editorialEs una frase feliz porque en la interrogante encierra un atisbo de rebeldía, que haría inútiles las políticas que se hacen en nombre del pueblo pero contra el pueblo, que finalmente es el que sufre las consecuencias. A la guerra no van los que la declaran. Jean Jaurés escribía sobre las decisiones que algunos toman, “mientras se fuman un puro y degustan un buen coñac”, sabedores de que ellos están protegidos y al margen de los desastres que propicien. Fue asesinado tres días después de comenzar la Primera Guerra Mundial.

Inicio mi artículo con este recordatorio porque, con motivo del concierto de Woody Allen en Badajoz, hubo un movimiento inicial, -“¿Y si organizan un sarao y no va nadie?”- con la pretensión de movilizar las conciencias contra el gasto de 165.000 euros en la Extremadura del paro, la pobreza y los comedores sociales. El intento se vio abortado de raíz porque, antes de que se dieran los primeros pasos, las entradas para oír al clarinetista de Manhattan se habían agotado. Una vez más, “semos asina” y, como dicen en mi pueblo, “sarna con gusto no pica”. Extremadura lo soporta todo y no parpadea por nada, ni por unos premios Ceres que queman en una noche un millón de euros, ni por un concierto que se lleva en poco más de una hora un dineral que bien nos vendría para aliviar muchas penurias.  Ni el día antes en Mónaco, ni el día después en Barcelona consiguió Woody Allen llenar el aforo, pero parece que en Extremadura el jazz duro de Nueva Orleans corre por nuestras venas y que la New Orleans Jazz Band cuenta en Badajoz con muchos seguidores, ya que, al margen de los 700 afortunados, más de quinientos fanáticos del jazz se quedaron sin la codiciada entrada. Ante esa respuesta abrumadora la protesta recogió velas, aunque el movimiento Marcha por la Dignidad hizo acto de presencia. ¡Sombrero!
 
¿Cuántos de los aficionados al jazz en Extremadura harían cola para oír un concierto de Benjamin Brea, Guillermo Gregorio, John Surman, Tony Cloe, Louis Sclavis…? Son los mejores clarinetistas de jazz del mundo, pero creo que pocos de los apasionados del jazz” serían capaces de unir esos míticos nombres con el clarinete o con el jazz. Es más, creo no excederme al afirmar que muchos de ellos no habían oído jazz en su vida y no serían capaces de identificar un clarinete entre varios instrumentos de viento. La Junta y el Ayuntamiento de Badajoz no contrataron a la New Orleans Jazz Band para que viniera hasta aquí a demostrar su virtuosismo, trajeron a Woddy Allen porque es “guay” y porque en el terreno de las ocurrencias -¡pólvora del rey!- una más no importa. La foto del presidente de la Junta y del alcalde de Badajoz guardándole la espalda lo decía todo. Me atrevo a asegurar que a la mayoría de los 700 afortunados que lograron una entrada les mueve muy poco el jazz. No fueron para oír a la banda, fueron para ver al cineasta y les daba igual que tocara el clarinete o las castañuelas.

 ¿Qué Extremadura no está para estos saraos oportunistas y un tanto esperpénticos? No pretendo criticar a nadie, pero creo que con mucha facilidad acudimos presurosos a la trompetería que llama al circo, porque nos falta conciencia colectiva, esa que Jean Jaurés quería despertar con su proclama “¿Y si hay una guerra y no va nadie?”. Aquí sí vamos y si cae el vecino “¡pobrecito, qué lástima!”. Por cierto, al llegar a Barcelona, a Woody Allen le preguntaron que de dónde venía y no supo decirlo. En la pasta no iba el nombre de Extremadura, lástima.

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