sábado, 8 de marzo de 2014

LA MANO BLANDA

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La calma del encinar
                          LA MANO BLANDA
                                               Tomás Martín Tamayo
                                               tomasmartintamayo@gmail.com

 Estaba en la cafetería del hotel Palace con dos amigos, periodistas de El Mundo, y vi entrar a un tipo menudo, trajeado, repeinado y visiblemente escoltado por dos gorilones. Se aproximó a una mesa cercana a la nuestra, donde le esperaban tres señores que se levantaron como soldados ante un general. Mis contertulios también se levantaron al verlo y el tipo respondió efusivamente al saludo. Yo no lo conocía y permanecí sentado, pero me miró, como preguntando “¿este quien es?” y uno de mis amigos hizo un gesto para que me levantara y nos presentó. Me dio la mano blanda y fría que, según Cela, es una de las características más definitorias del hijo de puta. Él se sentó en su mesa y nosotros en la nuestra, pero antes de retomar la conversación, yo susurré en voz baja: “Da la mano blanda”. Mis amigos rieron: “Sí, siempre la da blandita”. Era el presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, por aquel entonces una de las personas más influyentes e importantes de España. Me explicaron que llamaba directamente al móvil del rey, al presidente del Gobierno, a los directores de los periódicos… y que un gesto suyo podía hacer subir o bajar la Bolsa.


Semejante poderío me dejaba tan frío como la mano que daba el figura, porque tenía la ventaja de ignorarlo y de no necesitarlo para nada, pero ahora, cuando lo veo entrar y salir de los juzgados, con la misma altivez con la que entró en el Palace, me acuerdo de su mano blanda y fría. También me acuerdo de la predicción de Cela. El estirado “matahipopótamos”, todo un prenda de escaparate, durante su comparecencia ante el juez, no ha demostrado ni asomo de arrepentimiento y sigue evidenciando su falta de escrúpulos, al cargar sobre sus subordinados el latrocinio de las preferentes. Para él, jubilados que firmaron con el dedo índice “no son ignorantes financieros”. Implícitamente se define como un convidado de piedra en Caja Madrid, ajeno a toda culpa, señalando como responsables directos a los directores de oficina, que ofertaban la basura a los mejores clientes.

Dicen que es una reacción química, de antígenos que producen un rechazo inconsciente, incluso entre personas que no se conocen y el tal Blesa, con su pintilla relamida de señoritingo de porcelana, está en mis antípodas, pero entre las cosas que ha dicho al juez, en medio de mucha bazofia, dijo también verdades incuestionables: “La venta de preferentes estaba autorizada por la Comisión Nacional del Mercado de Valores y por el Banco de España, con el conocimiento del ministerio de Hacienda”. Muchos de los que depositaron sus ahorros en esa trampa no leyeron nada y si lo hicieron seguro que no lo entendieron, pero ¿la CNMV, el Banco de España y el Ministerio de Hacienda tampoco leyeron nada? ¿Se van a ir de rositas? Entre esa práctica choricera y atracar con pasamontañas, la mayor distancia estriba en el guante blanco con el que se ejecuta el robo. O la expropiación, como dice el Solitario.


Ahora, para indignar al personal –ojo que hay mucho listo- están sacando fotos de Blesa, matando bichos de todo pelaje y poniendo una diana en su pecho para que no veamos a nadie más, pero lo que hizo estaba bendecido y en un país serio y con una justicia sin sesgos los tiparracos del hisopo pasarían también por la Audiencia Nacional para que les viéramos el careto. Da grima saber que los únicos paganos van a ser los engañados, mientras los finolis relamidos que los estafaron, después de mucho ir y venir, podrán elegir playa para tostarse. Ellos siempre al sol que más calienta.

1 comentario:

Salvador Alonso dijo...

No se puede decir más claro. Pero, por desgracia, pagarán, como bien dices, los de siempre. ¿Quién dió el visto bueno de la CNMV, del Banco de España y del Ministerio de Hacienda?Pero la desvergüenza del señor de "la mano blanda" (¡qué repulsivo!), el cinismo y la chulería de que hace gala no son culpa de esos organismos, sino de un impresentable como ese tal Blesa, que tampoco pagará por todo el daño que ha hecho.