La calma del encinar
¿NOSOTRAS
PARIMOS, NOSOTRAS DECIDIMOS?
Tomás
Martín Tamayo
Ignoro la regulación que sobre el aborto inducido tienen en Francia,
Alemania, Inglaterra, Italia, Portugal…, pero, por lo que nos gritan, parece
que en Europa mantienen una legislación más permisiva que la recientemente
aprobada por el Gobierno del PP, que restringe considerablemente la Ley de 2010
que, entre otros supuestos, admitía la interrupción voluntaria del embarazo
durante las primeras 14 semanas, ampliables a 22 en algunos casos. Se dice
también que la legislación derogada era una de la más “progresistas” del mundo
(a una alta responsable política le he oído decir “del mundo mundial”) y que la
que ordenará el proceso a partir de ahora está entre las más “retrógradas”,
porque hace buena incluso la de 1986. Sobre los conceptos de progresismo y
modernidad no voy a opinar, porque eso supondría entrar en una dialéctica que
no nos llevaría a parte alguna y porque, en mi caso concreto, me encuentro en
las antípodas de algunos/as progresistos/as que tienen la modernidad en el
esfínter anal.
Es preferible ignorar esas patochadas de “el bombo es mío” o “nosotras
parimos, nosotras decidimos”, porque el padre, salvo desconocimiento,
inhibición o irresponsabilidad, también está involucrado en el “bombo” y
pretender excluirlo es aberrante por injusto. Alguno acabaría argumentando “yo
conduzco, yo decido”. Estas frases estereotipadas, a las que algunas se aferran
como único razonamiento, desvirtúan el debate de fondo, en favor de regüeldos
que entran más en el terreno de las vísceras que del análisis sereno, sobre una
cuestión que afecta mucho a la mujer embarazada y con problemas devenidos del
propio embarazo. No creo que ninguna embarazada se someta a un aborto por
capricho y es verdad que con la legislación actual la interrupción voluntaria,
con garantías quirúrgicas, queda limitada a las embarazadas con poder
adquisitivo para poder trasladarse a un país en el que le practiquen un aborto
inducido sin riesgos. También es verdad que esta ley no va a impedir que en
España se siga abortando fuera de los supuestos admitidos y, es evidente, que
la clandestinidad es un retroceso clamoroso, porque algunas se verán abocadas a
ponerse en manos inexpertas, volviendo a los guetos insalubres y de tapadillo,
con alto riesgo para sus vidas.
Pero, reconocido lo anterior, tal vez sea muy moderno, pero nada
progresista, admitir, como hasta ahora, la interrupción voluntaria hasta las 14 semanas (ampliables a
22), aún tratándose de menores de 16 años y sin mediar consentimiento ni
supervisión de los padres. Es lamentable que en un tema tan sensible nuestros
políticos no hayan encontrado el fiel de la balanza, porque pretender imponer
un criterio cerrado desde la minoría indica poco respeto e imponer la mayoría
no evidencia más razón ni más fuerza argumental. Ni siquiera entre los que,
como es mi caso, nos hemos posicionado y nos posicionamos claramente contra el
aborto. No voy a recrearme en lo que supone interrumpir un embarazo a las 14
semanas, en las que el feto está perfectamente conformado, corazón, hígado,
riñones, cabeza, tronco, extremidades… Tampoco en los procedimientos de
desmembración que se siguen para extraerlo. Existen soportes audiovisuales al
alcance del que quiera informarse, lejos del interesado griterío de la feria.
Después de oír muchos exabruptos
y descalificaciones, apenas he podido escuchar algún razonamiento nuevo, por lo
que sigo manteniendo mi postura contraria al aborto, aún a riesgo de resultar
carca y retrógrado. Gallardón no goza de mi simpatía ni de mi confianza desde
hace muchísimos años, pero esta ley de interrupción del embarazo, en general,
me parece bastante más equilibrada que la de Zapatero/Bibiana Aydo… Sí, ya sé,
me van a llover chuzos. Tamayo al paredón.