La calma del
encinar
UN
CUBO DE PROBLEMAS
Tomás Martín Tamayo
El emperador Vespasiano tuvo que ordenar el desalojo de 200 villas para
poder construir el Coliseo romano, una obra monumental que nunca gozó de la
aprobación del pueblo y que, por su fealdad, incomodidad y costo excesivo,
tenía detractores en el propio Senado. Cuando se levantó en el centro de París
la Torre Eiffel, se abrió en Francia un debate en el que casi todas las
opiniones eran contrarias, hasta el punto de que el ayuntamiento parisino
retrocedió y el propio Eiffel tuvo que abonar casi la totalidad de su importe…
Ya sé que comparar el Coliseo o la Torre Eiffel con el cubo pacense es
ridículo, pero aún así, creo que estas cosas hay que mirarlas con cierta
lejanía porque los “impactos visuales” necesitan recorrido y los contrastes
pueden resultar enriquecedores frente a un conservadurismo anquilosante. En
Roma, en la Galería Borghese, casi en la misma sala se exhiben cuadros de
Francis Bacon, Picasso y Caravaggio entre estatuas de Bernini, algo que obliga
a los desprevenidos a restregarse los ojos porque eso si que es un impacto
visual agudo. Bueno, pues está asumida la amalgama y ese es uno de los encantos
de la Galería.
Pero sentado lo anterior, respecto al cubo pacense, las cuestiones que
se plantean en estos momentos no son sobre su impacto, conveniencia, utilidad o
precio de la demolición. La cuestión de fondo es si las instituciones públicas,
en este caso Junta y Ayuntamiento, tienen que cumplir las normas que ellas
mismas dictan y que nos obligan a todos, y si deben acatar las sentencias
judiciales como todo los demás. ¿Debemos aceptar que por su rango haya personas
que no pueden ser imputadas e instituciones que quedan al margen de la Ley? Una
sentencia sobre otra obliga a la demolición de parte de lo construido, el
puñetero cubo, pero los responsables de hacerla ejemplarmente efectiva miran
para otro lado y el cubo sigue ahí, como un monumento al cachondeo que señalaba
Pedro Pacheco. ¿Estamos todos bajo el imperio de la Ley? Parece una cuestión
obvia, pero la interrogante ya enmarca una duda que, en este caso, Ayuntamiento
de Badajoz y Consejería de Cultura, están despejando con su descarada inacción,
porque con las decisiones de los jueces y con el papel de las sentencias,
ellos… ya se sabe.
Este feudalismo enmascarado es una desvergüenza para los que creemos, o
queremos creer, que vivimos al amparo de
un Estado de Derecho. Si hay excepciones que confirman la desigualdad ante la
Justicia, que se nos diga para que a esto que llamamos democracia le busquemos
otros apelativos más ajustados. ¿Pueden el Ayuntamiento y la Junta seguir
silbando con lo del cubo, mientras multan a un vecino y lo obligan a retirar
unos azulejos que ha colocado en la fachada de su casa? ¿Las normas
urbanísticas son para todos o quedan al margen los mismos que las dictan? Esa
es la cuestión y todo lo demás, incluidos mandilones y recaderos, son ganas de
enredar. El tema es si hay que cumplir o no las sentencias judiciales. Por
ahora parece que no.
No opino sobre el impacto visual
del cubo, porque hay otros muchos impactos, incluso andantes, con los que nos
encontramos nada más salir a la calle. Eso sin entrar en el impacto de
determinadas decisiones y declaraciones. Y el
impacto de tanto cachondeo.
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