sábado, 16 de noviembre de 2013

UN CUBO DE PROBLEMAS

                                   La calma del encinar
                            UN CUBO DE PROBLEMAS
                                                                       Tomás Martín Tamayo
                                                                       tomasmartintamayo@gmail.com


El emperador Vespasiano tuvo que ordenar el desalojo de 200 villas para poder construir el Coliseo romano, una obra monumental que nunca gozó de la aprobación del pueblo y que, por su fealdad, incomodidad y costo excesivo, tenía detractores en el propio Senado. Cuando se levantó en el centro de París la Torre Eiffel, se abrió en Francia un debate en el que casi todas las opiniones eran contrarias, hasta el punto de que el ayuntamiento parisino retrocedió y el propio Eiffel tuvo que abonar casi la totalidad de su importe… Ya sé que comparar el Coliseo o la Torre Eiffel con el cubo pacense es ridículo, pero aún así, creo que estas cosas hay que mirarlas con cierta lejanía porque los “impactos visuales” necesitan recorrido y los contrastes pueden resultar enriquecedores frente a un conservadurismo anquilosante. En Roma, en la Galería Borghese, casi en la misma sala se exhiben cuadros de Francis Bacon, Picasso y Caravaggio entre estatuas de Bernini, algo que obliga a los desprevenidos a restregarse los ojos porque eso si que es un impacto visual agudo. Bueno, pues está asumida la amalgama y ese es uno de los encantos de la Galería.

Pero sentado lo anterior, respecto al cubo pacense, las cuestiones que se plantean en estos momentos no son sobre su impacto, conveniencia, utilidad o precio de la demolición. La cuestión de fondo es si las instituciones públicas, en este caso Junta y Ayuntamiento, tienen que cumplir las normas que ellas mismas dictan y que nos obligan a todos, y si deben acatar las sentencias judiciales como todo los demás. ¿Debemos aceptar que por su rango haya personas que no pueden ser imputadas e instituciones que quedan al margen de la Ley? Una sentencia sobre otra obliga a la demolición de parte de lo construido, el puñetero cubo, pero los responsables de hacerla ejemplarmente efectiva miran para otro lado y el cubo sigue ahí, como un monumento al cachondeo que señalaba Pedro Pacheco. ¿Estamos todos bajo el imperio de la Ley? Parece una cuestión obvia, pero la interrogante ya enmarca una duda que, en este caso, Ayuntamiento de Badajoz y Consejería de Cultura, están despejando con su descarada inacción, porque con las decisiones de los jueces y con el papel de las sentencias, ellos… ya se sabe.

Este feudalismo enmascarado es una desvergüenza para los que creemos, o queremos creer,  que vivimos al amparo de un Estado de Derecho. Si hay excepciones que confirman la desigualdad ante la Justicia, que se nos diga para que a esto que llamamos democracia le busquemos otros apelativos más ajustados. ¿Pueden el Ayuntamiento y la Junta seguir silbando con lo del cubo, mientras multan a un vecino y lo obligan a retirar unos azulejos que ha colocado en la fachada de su casa? ¿Las normas urbanísticas son para todos o quedan al margen los mismos que las dictan? Esa es la cuestión y todo lo demás, incluidos mandilones y recaderos, son ganas de enredar. El tema es si hay que cumplir o no las sentencias judiciales. Por ahora parece que no.


 No opino sobre el impacto visual del cubo, porque hay otros muchos impactos, incluso andantes, con los que nos encontramos nada más salir a la calle. Eso sin entrar en el impacto de determinadas decisiones y declaraciones. Y el  impacto de tanto cachondeo.

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