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La calma del encinar
JARRONES CHINOS
Tomás Martín Tamayo
En EE.UU los expresidentes pasan a ser ex con todas las consecuencias y sin ningún
complejo. Dejan la presidencia y asumen su condición de “pasado” con toda
naturalidad, quedando en una reserva activa a disposición del nuevo presidente.
Es frecuente que expresidentes demócratas y republicanos se conviertan en
embajadores excepcionales, interviniendo en asuntos exteriores y contando con
el apoyo y la confianza del gobierno, al margen de cual sea su signo. Gozan de
un estatus especial que les permite vivir dignamente, pero en absoluta
exclusividad no pueden recibir prebenda de ningún tipo, participar en
actividades empresariales, ni colocarse en empresas que habían crecido a su
amparo. Es decir, ejercen de ex puro y duro y no hay para ellos ningún cargo
institucional en el que poder sentarse para contar las estrellas. En España
hemos cogido el modelo norteamericano, pero para darle la vuelta y hacer
exactamente lo contrario. Aquí todo es hacer caja.
Como bien lo definió Felipe González, los expresidentes son jarrones
chinos con los que no se cuenta, apenas sirven para ornamentar y estorban en
todas partes. No tienen cometido alguno, pero sí una renta vitalicia que les
permite el sesteo el resto de sus días, compatible con otra canonjía muy bien
remunerada en el Consejo de Estado. Su condición de ex no les impide asesorar a
multinacionales o empresas que, qué
casualidad, recibieron un fuerte impulso durante el mandato del ahora
“reasignado”. La legislación actual no impide que los expresidentes puedan
ocupar cargos diversos en empresas privadas, como es el caso, absolutamente
vergonzante, de José María Aznar y Felipe González, y seguir recibiendo el
salario público que le pagamos por su condición de expresidentes. ¡Más que
jarrones chinos, son huchas insaciables!
Aznar recibe 200.000 euros
anuales como asesor externo de la cúpula directiva de Endesa y otros 180.000
euros como consejero de Rupert Murdoch, al margen de los 600.000 euros que le
ha pagado Planeta por sus memorias, lo que no es criticable. Felipe González,
el líder obrerista por los coj…, 150.000 de Gas Natural y otros 150.000 euros
como asesor del magnate Carlos Slim, pero ninguno de los dos ha renunciado a
los 90.000 euros que se levantan por haber sido presidentes del Gobierno. ¿Y
Zapatero? ZP, pobrecito él, sólo cobra los 90.000 como expresidente y otros
90.000 como vocal permanente del Consejo de Estado, además de importantes
cantidades para mantener “su oficina”, coches… No está mal para alguien que, al
margen de la política, no ha cotizado ni media hora a la Seguridad Social.
Es verdad que “los jarrones chinos” no contravienen el régimen de
incompatibilidades, arbitrado por ellos mismos, pero resulta llamativo que ante
una crisis generalizada, los ex se pongan al servicio del gran capital y de
empresas, privadas, sí, pero previamente privatizadas. Los fichajes de González
y Aznar tienen mucho que ver con las negociaciones y privatizaciones que se
llevaron a cabo durante sus mandatos con sectores estratégicos, lo que no deja
de ser llamativo. Y ya me dirán si
no resulta esperpéntico que ellos no sean incompatibles con ningún tipo de actividad
y a un médico que quiere mantener su consulta privada se le restrinja
drásticamente su salario oficial.
Y la cosa no acaba con los ex presidentes del Gobierno, porque también
están los ministros, subsecretarios, directores generales… Y expresidentes
autonómicos, como Ibarra, que con una jubilación de platino sigue manteniendo
parte de sus prebendas, aunque presume de ser de los menos favorecidos.