La calma del encinar
FRANCISCO
Tomás Martín Tamayo
Yo fui bautizado como Tomás Francisco, pero creo que es la primera vez
que lo digo y que lo escribo, aunque ahora, con este Papa, ganas me dan de
rehabilitar el nombre e ir de Francisco por la vida. Una vez le pregunté a mi
madre que de dónde había sacado el Tomás Francisco: “Tomás por tu padre y
Francisco porque al cura le dio la gana y aquel año le puso Francisco a todo el
que nació”. Pues bien hecho por el cura, con un par, porque mi tocayo nos está
afranciscando un poco a todos los que creemos que en la mesa de la Iglesia
sobra mucho cubierto dorado, mucho candelabro y mucho mantel. Es verdad que hay
instituciones que si pierden las aclamaciones, los fulgores y el boato parecen
otra cosa, pero a uno le cuesta imaginar a aquel humilde carpintero, que
reclutaba pescadores rudos y analfabetos, cubriéndose con camisas de seda y mantos de armiño. ¿Necesita
la Iglesia de hoy la distancia que impone la sobreactuación y la parafernalia
de su abigarrada liturgia? El Papa Francisco, que algo debe saber de la Iglesia
y de la corte vaticana, parece que quiere ir en otra dirección.
Un Papa que elige el nombre de Francisco, sin más; que abraza a sus
amigos, no deja que la gente se arrodille ante él, prefiere dos habitaciones en
un convento al lujoso aposento del Vaticano, conduce un utilitario por las
calles de Roma, entra en un comedor de barrio para saborear una sopa de fideos
y elige a un periodista ateo para hacerle una declaración de principios es, al
margen de interpretaciones torticeras, una persona, muy persona, que no quiere
dejar de ser persona. Los detractores que ya le están saliendo, razonan que es
un Vicario de gestos y palabras sin compromiso, y que su postura, apostura
dicen, puede rebajar la dignidad y el fuste del cargo para sumergirlo en la
cochambre, como ya intentara Juan Pablo I, el breve por sus escasos 33 días
como obispo de Roma… ¡Ay, ay, que tufo me da que se una el nombre de Francisco
al de Juan Pablo I, es algo que no lo puedo remediar!
De momento tenemos un Papa
diferente, que conecta con la calle, no anatematiza a nadie y señala el
problema pero para aportar la solución. Manuela Martín dice en un tuit que “a
la Iglesia le pasa como a nuestros partidos políticos, que necesita una
renovación a fondo. Y el Papa está en ello”. Puede ser, porque desde el día que
llegó está señalando un camino diferente y manifestándose de forma valiente y directa
contra la corrupción, el conformismo, el disimulo y la falta de compromiso de
algunos eclesiásticos a los que puso en órbita al día siguiente de su elección.
Más que traer cochambre parece que se ha empeñado en quitarla. Y no deja de
arrimarse cuando señala a una Curia vaticanocéntrica que sólo se ocupa de los
intereses del Vaticano: “los jefes de la Iglesia han sido con frecuencia
narcisistas, adulados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado”
Tampoco se acomoda con los meapilas que se anclan en
vacías elucubraciones filosóficas y señala lo que para la Iglesia es esencial, los
dos males más graves que el mundo sufre en estos momentos: el desempleo de los
jóvenes y la soledad en que se abandona a los viejos”… Pues eso, que me suena
muy bien lo Tomás Francisco.
1 comentario:
Comparto todo lo que dices, y visto que hoy desnudas tu nombre yo te desnudo el mio: Jaime Salcedo Eugenio. Y comparto absolutamnete tu visiòn del Papa Francisco. Y creo que el primer polìtico que actùe desde dentro, con credibilidad, en esta lìnea, darà un gran paso.
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