sábado, 23 de marzo de 2013

CON PERMIZO DE HUZTEDES


La calma del encinar
                   CON PERMIZO DE HUZTEDES
                                               Tomás Martín Tamayo
                                               tomasmartintamayo@gmail.com


No sé por qué ahora toca desprestigiar a los maestros con la patraña de unas oposiciones celebradas en la comunidad de Madrid hace un par de años. Incluso lo más sesudo del columnismo español y los tertulianos televisivos más redichos y avispados,  se han hecho eco de las desternillantes respuestas que los maestros opositores dieron a las cuestiones que se plantearon en el examen, metiendo a los cinco mil aspirantes en el mismo bombo de la ignorancia y, ya de paso, cuestionando la capacidad de los maestros en general para impartir la docencia, incluso en los primeros ciclos de la enseñanza. La gran cuestión de fondo que se plantea es “¿qué aprenden los maestros en su carrera?” y la interrogante inmediata ¿cómo podemos dejar a nuestros hijos para que aprendan de unos ignorantes que escriben Madriz?”.

 Los sabihondos que se parten de risa subrayando algunas respuestas, ciertamente desternillantes, parecen ignorar que el maestro, como el médico, el ingeniero, el abogado o el periodista, cursaron primaria juntos, juntos hicieron el bachillerato y se presentaron a la misma Selectividad, que es donde se adquieren los conocimientos generales y donde, se supone, deben aprender que el Tajo es un río español y que la gallina no es un mamífero. ¿Qué tiene que ver la medicina, el derecho, el periodismo o el magisterio con esta carencia de base? Los conocimientos básicos, los primarios, como saber que dos y dos son cuatro o que los nombres propios se escriben con mayúscula, se adquieren en primaria o en la enseñanza básica y cuando se supera el Bachillerato, el COU o la Selectividad y se inicia una carrera universitaria son otras las cuestiones que se plantean.

 No creo que a ningún alumno de arquitectura se le enseñe en qué continente está Austria y que a ningún periodista se le ponga una prueba para que demuestre que sabe sumar, porque eso pertenece y debe haberse superado en otros ciclos de la enseñanza. El alumno de derecho, o de medicina, que llegue a la facultad creyendo que escrúpulo es la salida del sol y escribiendo “veverlo” o “Valladoliz” podrá aprender mucho derecho y mucha medicina, pero cuando termine la carrera, seguirá afirmando que el gato es un “astuto”. Y con el magisterio ocurre lo mismo. Yo soy maestro y no recuerdo que durante mi carrera ningún profesor me preguntara si la capital de España termina en d o en z. A mí, como futuro maestro, me enseñaban a enseñar, como al futuro abogado se le enseña derecho.  Tengo una sentencia judicial de once folios, en la que el señor magistrado que la firmó solo incurrió en 34 errores ortográficos. El bachillerato que yo cursé tenía un ingreso previo, que no se superaba con tres errores ortográficos. ¿Se ha molestado alguien en poner un dictado a los alumnos de quinto curso de periodismo?

Hay muchas “antologías del disparate” y si los disparates van subiendo hasta llegar a ese nivel, lo que deberíamos cuestionarnos son unos planes de enseñanza, permisivos casi hasta lo inexistente, que permiten que sin los conocimientos mínimos se pueda pasar a la universidad. ¿Un ejemplo reciente?  En Extremadura hemos patentado una ESO a la carta de siete meses y después nos escandalizaremos de que muchos de los que la aprobarán, previo pago de los mil euros, no sean capaces de sumar los números de su DNI. ¿Los inventos con gaseosa? Pues eso.

sábado, 16 de marzo de 2013

EL PSOE VENIDO A MENOS


                                   La calma del encinar
                            UN PSOE VENIDO A MENOS
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com


Adolfo Suárez admiraba mucho al PSOE como organización política, sobre todo desde que contra todo pronóstico e incluso contra su propio criterio, -“OTAN, de entrada no”- rectificó y sacó adelante un referéndum que cuando se convocó estaba perdido en todos los sondeos. Eran los tiempos del tánden Felipe y Guerra, de la disciplina férrea en el que se sabía que “el que se mueve no sale en la foto”.  En el panorama político existían partidos que ocupaban toda la regleta ideológica, pero el partido, partido, partido, era el PSOE, no sólo por su asentamiento en todos los núcleos rurales, sino porque su jerarquía era tan indiscutible como admirable la disciplina de sus bases.

Felipe González en el Gobierno y Alfonso Guerra en el partido, urdieron un entendimiento de poder bifronte que aportaba una innegable eficacia, porque al margen de episodios anecdóticos, la doctrina o el criterio que se elaboraba en Madrid era la doctrina y el criterio de todo el partido, hasta del último bastión rural. Ya existía en Cataluña el PSC, en Galicia el PSG… e incluso en Extremadura se hacían llamar PSOE-PSE, pero era una estrategia  para evitar que el nombre de socialistas apareciera en otras siglas, porque en el fondo y pese a la apariencia de pluralidad regional, el PSOE era único y de indivisible criterio. Romper la disciplina en una votación era algo impensable, porque los socialistas se movían en todos los niveles institucionales sin fisura alguna entre ellos.

¿Qué queda hoy de aquella urdimbre perfecta, que se comportaba como un acorazado frente a todos los demás? Queda algo importantísimo: la disciplina de las bases, el respeto a las jerarquías y el silencio público que la militancia mantiene, aún desde la discrepancia. Incluso en la etapa más desternillante de un Zapatero desnortado y un Gobierno sin rumbo, los socialistas callaban o cambiaban de registro antes que tirar piedras a su tejado. Veían, como todos los demás, que el gran pirado los llevaba a la ruina, pero lo asumieron con docilidad de borregos, como una consecuencia inevitable. Era muy difícil escuchar públicamente alguna voz discrepante, pese a que alguno, como nuestro particular “pío, pío”, se dedicara a romper algún que otro cristal para la galería, mientras mostraba sumisión y docilidad, hasta el punto de defender el Estatuto catalán o decisiones que perjudicaban a una Extremadura que él presidía desde el gobierno autonómico.

Hoy el PSOE sigue teniendo la mejor militancia, la más fiel, disciplinada, entregada y silenciosa, pero la cúpula del partido está agrietada y la lluvia y el viento ensanchan unas brechas que cada día producen más desconchones en el edificio. Del PSOE de ayer apenas quedan las siglas y después de haber soportado, con silencio cobarde, a un Zapatero que les arrebató incluso Extremadura, ha ido deambulando, a la deriva, aferrado ahora a un Rubalcaba en el que posiblemente no crea ni el propio Rubalcaba. Pero lo mantienen, con desgano pero lo mantienen, esperando el milagro de una resurrección imposible porque a Rubalcaba lo han devorado las larvas de su trayectoria, anclada en la memoria colectiva. El PSOE venido a menos, si no cambia su deriva, todavía tiene mucho por perder. Y lo perderá.

sábado, 9 de marzo de 2013

EN DEFENSA DEL PERIODISMO


La calma del encinar
                             EN DEFENSA DEL PERIODISMO
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com



La caída del Imperio Romano no hay que buscarla en el 480 dC, periodo del último y efímero emperador, Rómulo Augústulo, un muchacho de 15 años al que no dejaban dormir porque, cuando trascendía que se acostaba, sus adversarios movían cientos de cencerros para que no pudiera conciliar el sueño. La descomposición se inició doscientos años antes, aunque la inercia y el inmenso poder acumulado por Roma prolongaran la agonía hasta caer en la indefensión total. Un liviano empujón de Odoacro, general del ejército de los hérulos, fue suficiente para que la última torre del Imperio cayera, figurando el desdichado Augústulo como el artífice de una caída que tenía antecedentes muy lejanos.

Mover los cencerros y quemar cuernos al paso de las comitivas imperiales era el recurso de un pueblo sometido, arruinado y hambriento, que llevaba dos siglos esperando un rearme moral que nunca llegó. Mover los cencerros era, como el periodismo hoy, una práctica muy peligrosa porque siempre se ha matado al mensajero.  Las castas asentadas eran las únicas que podían acometer unas reformas que iban a cercenar sus privilegios y, generación tras generación, ninguno se atrevió a afrontar cambios efectivos en el sistema. En medio del silencio los cencerros lo denunciaban, los periodistas de hoy también. Bajar de los pedestales a las élites es caminar por el filo de la navaja, porque muchos no quieren renunciar a unas prerrogativas que los aleja de la cochambre de un pueblo, al que engañaban en cada ocasión, del que siempre se aprovecharon y al que jamás escucharon…

Todo esto me suena cercano y actual, no ya por la comparación y la añoranza de lo que fue el Imperio español, que después de haberlo perdido todo, está amenazado el último bastión desde alguna de sus provincias, sino porque se evidencia que las reformas de un sistema agotado no puede protagonizarlas el propio sistema. Lo que nos está ocurriendo es un signo evidente de descomposición, porque lo peor que nos puede ocurrir es que veamos y aceptemos con normalidad el declive moral y la degeneración. No entiendo que el periodismo sea una de las profesiones peor valoradas, cuando el único grito de protesta y denuncia surge desde los medios de comunicación, frente a una sociedad adocenada y conformista.

Son los periodistas los que han denunciado las tropelías de Bárcenas, los silencios de un PP que parece cogido en una trampa mortal, las irregularidades que hacen caer gobiernos y consejeros, los “sobres” que don Pepiño Blanco recibió del PSOE para reformar su vivienda, el exilio del dinero de algún Puyol, el blanqueo por una amnistía fiscal llena de trampas…Esta misma semana varios medios  han difundido la noticia de que “con dinero del erario público, la Casa Real acometió reformas por un valor superior a los dos millones de euros, para acondicionar un palacete en el que ha vivido cinco años una tal Corinna, al parecer amiga íntima del rey… ¿Alguien da más, alguien se escandaliza con la difusión de unas noticias, cencerradas al fin, que ponen en evidencia a los gobernantes, a la clase política y a la sociedad en general?

Son los medios de comunicación, los periodistas, los únicos que se atreven a hacer la cencerrada que a Rómulo Augústulo le quitaban el sueño, pero que en una España entregada y corrupta, no despiertan a nadie. ¡Qué felices seríamos si los periodistas no hicieran sonar  unos cencerros que nos ponen frente al espejo!

sábado, 2 de marzo de 2013


                                               DISIMULANDO EN DIFERIDO
                                                           Tomás Martín Tamayo
                                                           tomasmartintamayo@gmail.com


Hasta ahora había dos discursos políticos que me parecían insuperables, el de Pepe Isbert en Bienvenido Mr. Marshall: “Vecinos de Villar del Río: Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación y esa explicación que os debo, como alcalde vuestro que soy, os la voy a dar. Porque yo os debo una explicación y, como alcalde vuestro que soy, os voy a dar esa explicación que os debo, como alcalde vuestro que soy…”  El discurso ha pasado a la historia como una alocución desternillante de la vaciedad de algunas comunicaciones políticas pero, en su aparente y exagerada parodia, Berlanga se quedó muy corto porque, a fin de cuentas, todos sabíamos lo que  el alcalde quería decir a sus vecinos. El otro es el de Antonio Ozores, como candidato a alcalde en  “¡No, hija, no!”: “Cercofores de esprenzules a gaitano sorcapasona y los autobuses de una sola rueda. Ricamente estráguela, a remocazos, que es lo fundamental por pequeño que sea y el en sorcaten de esplanduras, como es la cesta de la compra…”

Se les entendía todo, demasiados explícitos. Isbert y Ozores se han bajado del pedestal, porque, en apenas una semana, Mariano Rajoy y Maria Dolores Cospedal los han desplazado a empujones. La señora Cospedal, una de las cabezas mejor amuebladas de la política nacional (Mariano Rajoy, dixit),  capaz de dirigir el PP y la comunidad de Castilla la Mancha al mismo tiempo, estando en Toledo y Madrid a la vez, y sin dejar ese aire de abadesa del convento, nos ha explicado perfectamente la relación laboral y la extinción del contrato que el PP tenía con Bárcenas: “Vamos a ver, eh, la indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido. Y como fue una indemnización en difi…en diferido en forma, efectivamente, de simulación de… simulación o de lo que hubiera sido en diferido. En partes de una lo que antes era una retribución. Tenía que tener la retención a la seguridad social que si hubiera sido… ahora se habla mucho de pagos que no tienen retenciones en la seguridad social, ¿verdad?, pues aquí se quiso hacer, como hay que hacerlo”. O sea, lo de Ozores: “cercoferes de esprenzules a gaitano sorcapasona y los autobuses de una sola rueda…”
 
Días antes, Mariano Rajoy marcó la senda de la transparencia y si la Cospedal desplazó a Ozores, Rajoy se atrevió con el mismísimo Isbert:  “Desde luego todo lo que se refiere a mi y que figura allí y a los compañeros del partido mío que figuran allí no es cierto, salvo alguna cosa, que es la que han publicado los medios de comunicación, o dicho de otra manera, es total y absolutamente falso”. Vamos, algo parecido a “como presidente vuestro que soy os debo una explicación y esa explicación que os debo os la voy a dar, como presidente vuestro que soy, porque os debo una explicación y…”

¿Y todos estos enredos, los silencios, las desastrosas puestas en escena del primero, la segunda y el tercero del PP, (no me paro en Carlos Floriano porque le sigo teniendo afecto), para hacer creíble a Bárcenas? Con el “ricamente estráguela, a remocazos, que es lo fundamental, en el sorcaten de esplanduras, como es la cesta de la compra”… bien parece que Bárcenas los tiene cogidos de ahí mismo. De pena.