sábado, 29 de septiembre de 2012

LEJANO SUÁREZ


El pasado martes fue el aniversario de Adolfo Suárez, ochenta años lo contemplan, aunque su cabeza quedó anclada en 1999, a los sesenta y siete años. Para siempre. Víctima del alzhéimer, con alguna interferencia más, Suárez sigue entre nosotros, aunque navegando en la lejanía de un “plus ultra” que no admite el retorno, pero, a pesar de su ausencia pública, su figura crece a medida que se achica la imagen de los políticos actuales y de la política en general. Esta semana, con la disculpa del aniversario, casi todos los medios le han dedicado un espacio generoso, elogiando su trayectoria, su enorme capacidad de trabajo y su obra política, los cimientos de una democracia endeble que, treinta y cinco años después, sufre de aluminosis y necesita reformas en todas sus estructuras. Aquello sirvió para lo que sirvió –“un hombre excepcional para un momento excepcional”-, pero parece bastante estúpido empeñarse en dar capas de pintura a un sistema oxidado que ayer fue solución, pero que hoy se muestra  agónico y afónico.
 
Creo que ha habido mucho voluntarismo en algunos análisis, evidentemente bien intencionados pero apresurados, que pueden distorsionar la dimensión de un hombre de Estado,  que supo renunciar y apartarse en el momento que consideró que era “más problema que solución”. No faltarán ocasiones para acotar alguna opinión publicada estos días, cogida por los pelos y más amparada en  la “tradición oral” que en el conocimiento real de los acontecimientos y del personaje. Adolfo Suárez no se achicaba fácilmente y desde luego no era hombre de rendiciones baratas. Su renuncia como presidente del Gobierno estuvo justificada en razones que nada tienen que ver con el “ruido de sables”. Decir ahora que entregó su cabeza para calmar a los golpistas es ignorar por completo a quien no se agachó ni ante las metralletas de Tejero. Ése no es Suárez.

SISTEMA AUTONÓMICO
El título VIII de la Constitución, sobre la organización territorial, que acoge la por entonces novedad de la Comunidades Autónomas,  no fue algo, como se ha dicho, que propusiera Suárez a los redactores constituyentes, aunque lo aprovechó para evitar agravios entre territorios y vertebrar a las regiones con el hoy denostado “café para todos”, haciendo virtud de la necesidad. Posiblemente sin la concesión de aquella exigencia, la ansiada transición habría encontrado impedimentos insalvables y hubiéramos tardado mucho más en avanzar. Nadie podía imaginar la degeneración que el sistema ha ido acumulando y a mí me gustaría oír ahora la opinión de Adolfo Suárez al respecto, porque nada tiene que ver lo que se diseñó con el monstruo deforme de diecinueve cabezas, que  nos devora. Pero ahí está la transición, que Suárez supo llevar de la mano, a pesar de las zancadillas, de la incomprensión (llegaron a negarle incluso la paz en misa) y a pesar de la indiferencia de un Rey que en las horas bajas se mostró aliviado con su dimisión.

Sirvan estas pinceladas finales como homenaje y recordatorio del credo político y social de un hombre que supo pasar por la política con su compromiso permanente hacia España. Yo estuve a su lado, me sentí señalado por él y lo acompañé compartiendo coche y avión durante miles de kilómetros, que dieron para muchas confidencias, pero lo que él calló, lástima,  no lo puedo decir yo. Estas frases, que apuntalan su pensamiento político y social, no son inéditas, no me las dijo al oído, pero estuve presente cuando las dijo y muchas, sobre todo las manifestadas en Extremaduras, fueron publicadas por HOY:

PERFIL POLÍTICO Y SOCIAL
En una ocasión me llamó por teléfono y aproveché para lamentarme por la traición de una persona muy allegada. Me escuchó en silencio y cuando acabé comentó: “A estas alturas si me dan una puñalada lo harán encima de una cicatriz, así que venga, ponte una tirita y a trabajar”.

Suárez dijo en Don Benito (Feval): "Sé que tenemos alma, porque yo he sentido sangrar la mía muchas veces. Cuando duele el alma duele la existencia”.

En Palma de Mallorca durante un mitin, uno lo increpó porque durante su etapa de presidente no fue a los entierros de las víctimas de ETA:  "No iba a los entierros de las víctimas porque creo que el Pte. del Gobierno no debe llorar en público. Ni de rabia ni de dolor".

Durante una cena con periodistas, en Badajoz, uno le preguntó si se había sentido amenazado por ETA: "Tenía y tengo asumido que me pueden matar cualquier día… Y de hecho, con cada atentado me matan un poco"

En un Comité Nacional del CDS, se habló de un alcalde del partido, muy influyente, imputado por un delito contra la salud pública: “Ese señor no puede estar entre nosotros ni un segundo más. Que aclare lo suyo con la Justicia y después vuelva”.

Durante una reunión del partido, un presidente regional se quejó del tratamiento de un periódico y pidió que lo ayudaran para neutralizarlo: “Hombre, no. No hemos llegado hasta aquí para ponerle sordina a la prensa. Convéncelos con tu trabajo de que están confundidos”

Suárez vino a Almendralejo para acompañarme en mi elección como presidente regional del CDS: "Ser moderado y equidistante, querido Tomás, es la opción más arriesgada, pero esa es nuestra opción y tenemos que ser consecuentes con ella”

Suárez en Vva. de la Serena: "Unos y otros nos golpean como si fuéramos sacos de entrenamiento... Ojalá se desahoguen con nosotros y no golpeen a España".

En Badajoz, en el Teatro Menacho, habló de democracia y un ultra le gritó desde el gallinero. “¿Y para qué ha servido?” “Para que usted pueda decir lo que piensa, manifestar su descontento e increparme con libertad”

En Lucerna (Suiza), durante un almuerzo con la prensa internacional: “Cada vez que sonaba el teléfono de madrugada me temblaba la mano al cogerlo, en la convicción de que me iban a comunicar un atentado”.

Suárez paseando en los Los Santos de Maimona, entre Cipriano Tinoco y yo: "Cuando salen a la puerta para recibirme y saludarme, siempre pienso lo mismo:  Son mejores que yo, pero confían en mi. No los puedo defraudar”.

Suárez en Lisboa: "España es un país grande, noble, generoso y solidario, los políticos estamos obligados a estar a la altura del pueblo español".

Y una pincelada última sobre su dimensión humana:  Un 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, llamó directamente a mi casa para felicitar a mi mujer. Yo cogí el teléfono: “Por favor, ¿puede ponerse Pilar?” “Sí, ¿quién la llama?”  “Soy Adolfo Suárez, Tomás…”

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