domingo, 18 de diciembre de 2011

ASUNTOS PENDIENTES


Tenemos la convicción de que Rajoy afinará el violín económico apretando todas las clavijas que impone la UE y sabemos que acabaremos pagando los tiestos rotos de estos años de locura en los que han hecho piras con el dinero publico. Todavía, hasta el 21, habrá candelas en cada BOE. En la bolsa no van a dejar ni polvo y como de donde no hay no se puede sacar, el nuevo Gobierno entrará regalando zarpazos de oso. La cuesta de enero va a tener más pendiente que el Mortirolo y, como suele ocurrir, los más afectados serán los más necesitados. El único problema que puede tener Rajoy es que antes de dar vueltas al torniquete de las economías privadas, debería suprimir de la administración pública un montón de instituciones que no sirven para nada y que nos cuestan miles de millones de euros.

Además de mirar con lupa el sistema autonómico, con sus múltiples regalías y estupideces, (71 embajadas tiene Cataluña repartidas por todo el mundo), creo que urge buscar acomodo a las competencias de instituciones prescindibles, como las diputaciones; acabar con el nuevo monstruito que está creciendo en las mancomunidades; supervisar el presupuesto de la Casa Real y cerrar con siete llaves mostrencos costosísimos como el Senado. El papelón de la llamada Cámara Alta, de la que apenas ha trascendido nada que no sea su inutilidad o sus gastos estúpidos, como los 350.000 euros de los traductores, los 600.000 euros de la “adaptación” de su cocina o el más reciente, los 417.000 euros para colgar en sus paredes los retratos de 34 políticos, es injustificable en un país con cinco millones de parados y en rampa de salida hacia la quiebra/rescate. La mejor reforma que podemos hacer del Senado es colgar en su puerta el “cerrarlo por defunción”. En la República ya lo hicieron y Franco no lo abrió.

El desprestigio del Senado se ha materializado el 20-N pasado en los 2.17 millones de sufragios que ha perdido entre votos nulos y blancos, y en las declaraciones de muchos de los senadores que señalan abiertamente su inutilidad: “No sirve para nada. Es ridículo en un contexto de recortes de gasto público. Su única utilidad es que los partidos coloquen a 266 personas que no caben en otro sitio”. “Es un “inem” para políticos, donde nos gastamos 56 millones de euros anuales”. Anasagasti asegura que “el Senado es un estorbo, algo que no vale para nada. Revisamos cientos de textos para cambiar una coma que finalmente también puede ser suprimida en el Congreso”.

El Senado, un lujo insostenible, con 266 senadores, altos sueldos, dietas, despachos, taxis, transporte, móvil, seguros, ordenador, plan de pensiones… y casi 500 trabajadores en nómina, sirve para alimentar la chistografía entre la propia clase política que se refiere a él como “el valle de los caídos” o “el cementerio de los elefantes”. En el seno de los partidos mayoritarios buscan su reforma para transformarlo en una cámara de representación territorial, pero eso es vestir al muerto y buscarle funciones inútiles a un órgano que después de 35 años se ha declarado innecesario y constitucionalmente incompetente para todo. Para todo menos para gastar millones de euros.

No hay comentarios: