jueves, 6 de mayo de 2010

EL PAPAGAYO


Tras la entrevista de Zapatero con Rajoy, la práctica totalidad de los editoriales, articulistas y comentaristas políticos se han apresurado a rasgarse las vestiduras, propinando mamporros a los dos, por su incapacidad para aparcar sus intereses personales y de partido en favor de los intereses de España. Parecen un coro de arcángeles haciendo gárgaras con miel celestial, porque lo que esperaban de Rajoy es que secundara los disparates económicos de un Zapatero a la deriva, firmando en blanco propuestas majaras que agravarán la deriva de una España de la que los mercados europeos comienzan a recelar. ¿Lo patriótico es unirse al que está confundido, al culpable de nuestra penosa situación? Eso es lo que algunos esperaban que hiciera Rajoy. Los voceros no le reclaman a Zapatero que se baje de sus monsergas, que deje de hacer el ganso, que guarde su proclamas estúpidas y que acoja las propuestas de Rajoy, que coinciden con las de cinco premios Nobel de Economía y con las exigencias de la propia Unión Europea. Tildan de fracaso un encuentro que había fracasado incluso antes de que se produjera.

¿Qué propuestas llevaba Rajoy? Reducción del gasto público y del déficit, reestructuración del sistema financiero y reforma urgente del mercado laboral. ¿Qué ofertaba Zapatero? Más gasto público y más déficit, parcheos insustanciales en el mercado financiero e inmovilismo cegato en el mercado laboral. Rajoy exige que el Gobierno cambie de rumbo para no caer en la situación de Grecia y Zapatero se empeña en seguir vendiendo aire, hablando de repuntes de la economía, recuperación laboral, brotes verdes y toda la retahíla de su inagotable repertorio de banalidades. Eso sí, poniéndose muy serio, enfatizando hasta el ridículo y mirando a las cámaras con la solemnidad de un papagayo que dice y dice y dice, pero sin saber lo que dice. ¿Quién debe rectificar, el culpable de esta situación o el que quiere corregirla y evitar males peores?

La semana comenzó chunga porque la prensa extranjera especializada señalaba a España como un país en caída libre y en el que las inversiones extranjeras, que suponen el 40%, corrían cierto riesgo. La noticia de que el gobierno español acariciaba ponerse en manos del Fondo Monetario Internacional, solicitándole una ayuda similar a la de Grecia, produjo un considerable alboroto en el Mercado de Valores y la bolsa comenzó a tiritar tímidamente. Pero lo peor es que, para cortar los rumores y devolver la confianza, salió Zapatero desde Bruselas y nada más oírlo, la bolsa pasó a la fase de los espasmos, cayendo casi un 6%. Alguien debería decirle al “bobo solemne” (Felipe González dixit) que lo mejor para España es que se vaya o que se esconda en un cuarto oscuro, cubierto con una manta. Ya lo conocíamos aquí, pero la presidencia de la Unión Europea ha servido para que también lo conozcan fuera y todo el mundo sabe que cuando Zapatero afirma es porque niega y cuando niega es porque afirma. Todavía no se sabe si es rematadamente incapaz o espectacularmente mentiroso. Hasta pudiera ser que conviva felizmente con las dos patologías.

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